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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

La vulnerabilidad social y los riesgos

El INE acaba de hacer público su nuevo informe sobre la situación de la pobreza e indigencia en el país.

01.04.2014 21:37

Lectura: 4'

2014-04-01T21:37:00-03:00
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Conviene recordar que fue por nuestra iniciativa que el INE está obligado por ley a emitir un informe anual sobre la situación de la pobreza. Esa normativa que impulsamos fue necesaria debido a que a fines de los años noventa el INE había dejado de hacer un seguimiento sobre esta dimensión esencial para evaluar y diagnosticar la situación del bienestar social de nuestra sociedad.

A partir de 2003 cada año el INE tiene la obligación jurídica de brindar a toda la población un informe que nos permita conocer la evolución de la pobreza e indigencia en todo el país.

El informe publicado en estos días refiere al año 2013. En función de esa información se concluye que la pobreza volvió a descender en el Uruguay llegando a la cifra más baja en la historia del país desde que se tiene registro de este indicador, el 11.5% de los uruguayos se encuentran por debajo de la línea de pobreza, contra el 12.4% registrado en el año anterior.

La situación de la indigencia no registra cambios, reiterándose el guarismo del 0.5%.

Si se analiza la evolución de ambas variables se puede constatar una sensible mejora de los resultados. Del 34% de personas en situación de pobreza en 2004 al actual 11.5% y del 4% de personas en situación de indigencia al 0.5% actual. Obviamente, esta evolución tan favorable tiene una fuerte explicación en la entidad del crecimiento de la economía durante todo el período considerado; sin embargo en el pasado reciente, durante la segunda mitad de los noventa, el país crecía, es cierto que a tasas sensiblemente más moderadas que en la actualidad, pero el porcentaje de personas pobres a partir de 1995 se mantuvo incambiado hasta el final del siglo.

De modo que el crecimiento de la economía no es garantía de la reducción de la pobreza, aunque obviamente favorece nítidamente ese proceso.

Ahora bien, corresponde señalar también las vulnerabilidades y riesgos que se presentan en el Uruguay de hoy en materia social.

En primer lugar, señalar que si bien sólo el 11.5% de los uruguayos están en situación de pobreza, de acuerdo a un estudio encargado por el MIDES en 2011 un porcentaje similar de ciudadanos se encuentra en situación de vulnerabilidad, ubicándose con ingresos apenas por encima del límite de la pobreza. Para decirlo de otra forma, son ciudadanos vulnerables a los que un cambio en el viento de la economía puede condenarlos a la pobreza nuevamente.

Entonces, un poco más de una quinta parte de los uruguayos son pobres o están en situación de vulnerabilidad.
Por otra parte, la pobreza muestra desigualdades muy significativas en el conjunto de la población. Por ejemplo, entre los niños menores de 6 años el porcentaje de pobres sube al 22.6% y entre las personas de más de 65 años se reduce al 2.7%, es decir que la pobreza entre los niños más chicos es 8.5 veces mayor que entre los de mayor edad. Este dato es estremecedor y lamentablemente estable en las últimas décadas; es más los datos recientes indican que el Estado gasta 8 veces más en las personas de mayor edad que entre los niños; y esta situación no se ha podido modificar en la última década.

La situación de indigencia también se agudiza entre los niños menores de 6 años triplicándose el número de indigentes que llega al 1.4%.

Por otra parte, los hogares con jefatura femenina en situación de pobreza son el doble que los que poseen jefatura masculina.

En definitiva, hemos avanzado significativamente en la reducción de la pobreza y de la indigencia, cosa que se debe saludar y valorar. Pero no debemos olvidar que las inequidades dentro de la sociedad según sexo y edad siguen tan firmes como antes y los riesgos de reversión en caso de que nuestro país ingrese en un período de dificultad económica son notorios e importantes.

Finalmente, la crisis de la integración social no se ha revertido. Seguimos teniendo una sociedad fracturada socialmente que contrasta con el viejo modelo de nuestra sociedad hiperintegrada.

Sin duda que la revisión del diseño de las políticas sociales y su adecuación a un objetivo integrador, con definición de objetivos promocionales que sustituyan la fragmentación actual y el predominio de un enfoque asistencialista, es uno de los principales objetivos que nos hemos planteado para el próximo período de gobierno. De eso se trata la necesidad de transformar el crecimiento en desarrollo humano.