Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

La suerte del Coyote

La suerte del Coyote

26.11.2008

Lectura: 4'

2008-11-26T09:10:07-03:00
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La sequía que afecta a buena parte del territorio nacional refuerza la idea de que 2009 será un año muy difícil y va camino a convertirse en un tema electoral. Una bomba que puede estallarle en la cara del oficialismo, pero cuyas esquirlas afectarán a toda la sociedad.

A la ya complicada realidad de la economía y las finanzas internacionales, que redujeron a la mitad los precios de los productos de exportación de la agropecuaria uruguaya, se suman ahora las magras cosechas que registrará el 2009. De no mediar una lluvia imprevista, el año electoral tendrá como telón de fondo algo más que las candidaturas y los desempeños de unos y otros.

La economía mundial, que apalancaba el crecimiento uruguayo hasta llevarlo a niveles históricos, perderá su vigor, y esto en la mejor de las hipótesis. En Estados Unidos, los pronósticos son más que sombríos. Si todo anda más o menos bien, la primera economía mundial se volverá más cerrada, para concentrarse en el salvataje de su mercado laboral. Si no, la mayor economía del mundo nos arrastrará a una recesión “a la japonesa”, que puede prolongarse por más de una década.

Otro tanto ocurrirá con la Unión Europea (Alemania, Italia y España ya están en recesión), China y Japón. En la región, Brasil tendrá exceso de alimentos y productos industrializados como para inundar el MERCOSUR, mientras Argentina sigue empeñada en asombrar al mundo, haciendo lo que el mundo dice que no se debe hacer. Eso sin contar la enemistad creciente entre los gobiernos de Montevideo y Buenos Aires.

El retroceso en la producción lechera, cárnica y granelera como consecuencia de la sequía, sumado a la caída a la mitad de los precios de los principales rubros de exportación y la suba del dólar, alcanza para pintar un panorama desolador. Si bien sus efectos sobre la tributación podrán disimularse durante un tiempo, no ocurrirá lo mismo con el comercio y el mercado laboral. Tal como advertíamos desde este blog hace un mes y medio, el cuadro es para alarmarse. (En esa oportunidad, varios lectores respondieron indignados, ante lo que consideraban “puro alarmismo”, susceptible de “transmitir mayor desconfianza”, y atribuible a que su autor era “pesimista y paranoico” y escribía con “mala leche”).

Aunque resulte difícil estimar cuánto puede incidir en el ánimo de los uruguayos, es seguro que el nuevo escenario no va a beneficiar al Frente Amplio, independientemente de quién sea el candidato a la presidencia. El precandidato nacionalista Luis Alberto Lacalle lo entendió rápidamente y en lugar de acorralar al gobierno, se comprometió con el presidente Vázquez a no hacer campaña electoral con las dificultades derivadas de una crisis global. Sin embargo, es seguro que los partidos de oposición van a cargar contra el gobierno si falla en su responsabilidad de liderazgo y a medida que comience a sentirse los efectos combinados de la crisis mundial y la sequía.

El dilema del gobierno no es entre pagar o no pagar las consecuencias políticas de la crisis sino cuándo y a qué precio va a hacerlo. Por ahora, busca monitorear la situación y operar sobre ella sin causar alarma, de modo que su buena imagen se afecte lo menos posible. La estrategia es compresible pero encierra sus riesgos.

Michael D. Watkins y Max H. Bazerman, profesores de Administración en la Harvard Business School, identifican las etapas de la crisis en las que las organizaciones suelen cometer los errores que generan las peores consecuencias. Los académicos identifican tres etapas: el reconocimiento de la situación (con el riesgo de que los líderes permanezcan inmutables ante una amenaza o un problema emergente), la priorización de las acciones (cuando las potenciales amenazas son reconocidas pero no son adecuadamente estimadas) y la movilización de recursos y procedimientos, en la medida que se falle en responder efectivamente. Según Watkins y Bazerman, “un error en cualquiera de estos pasos” puede exponer a la organización a “sorpresas previsibles y potencialmente devastadoras”.

Para algunas cosas ya es tarde (el gobierno debió ser advertido antes por sus servicios especializados sobre una sequía que comenzó a configurarse hace nueve meses), pero todavía está a tiempo de liderar un tiempo que será difícil. Si el oficialismo no actúa con rapidez y decisión, le puede esperar la suerte del Coyote, el rival eterno del Correcaminos: que la bomba le estalle en la cara en el peor momento. Todavía está a tiempo.