Contenido creado por Julia Peraza
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La soledad de los solos

La soledad de los solos

Una de las personas a la que le presto atención cuando escribe es a Soledad Platero. ¿Porque estoy siempre o mayormente de acuerdo con sus opiniones? No, porque dice cosas que importan, ofrece ideas con enfoques diferentes e interesantes y porque provoca.

29.11.2016

Lectura: 7'

2016-11-29T00:00:00-03:00
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Es una opinadora y siempre tiene un toque importante de humanidad, de sentimientos, en una época política donde los sentimientos no abundan, están camuflados o escondidos detrás de los sillones del poder.

Su columna "No nos une el amor" es muy interesante y su reflexión parte de una columna de José Legaspi "Hasta acá llegó el amor". El enfoque original de Legaspi y el tema en general no es nuevo, recuerdo una famosa película italiana Nos habíamos amado tanto de Ettore Scola que, desde el título y sobre todo desde la explosión del amor o mejor dicho del desamor nos cuenta la historia de una generación de luchadores antifascistas y partisanos italianos que dejaron de amarse. Irremediablemente.

Esa realidad es recurrente en la historia y, lo es en particular en la historia de la izquierda, de los que nos enamoramos de un proyecto de sociedad posible y muy difícil de alcanzar, pero que redimía las mejores virtudes de los seres humanos y terminaba con la voracidad entre los hombres. Y las mujeres.

Cuando hay grandes explosiones, las esquirlas se distribuyen a velocidades y con temperaturas muy diversas y en general las intenciones de unificarlas nuevamente fracasan con todo éxito. Más sólida era la unidad y más expansiva es la dispersión. Por la física, por la política y por la sensibilidad.

Las especulaciones sobre el descontento de muchos frenteamplistas de toda una vida son muchas y de variado tono. Como yo estoy entre esos enojados y tengo la gran ventaja de tener dónde opinar todas las semanas, voy a aportar una opinión más. No más que eso. Voy a opinar, que conste, le guste o disguste a quien le disguste, incluyendo a los que me felicitaban reiteradamente por mi larga y tenaz defensa de mi gobierno de izquierda.

Sobre la bronca, sobre el desamor, sobre la desconfianza no es posible construir un proyecto político a menos que alguien se sienta Trump o sus émulos nacionales. En nuestro mundo cultural hacen falta ideas políticas, respuestas, es decir correr riesgos y asumir que serán siempre aproximaciones en permanente movimiento. Pero hace falta moverse y algo de amor.

Construir casamatas de bronca para desde allí bombardear las pasadas y fenecidas ilusiones puede ayudarnos a sobrevivir sin recurrir al sicólogo o al siquiatra pero poco más.

No alcanza ni sirve putear al poder, y a renglón seguido intentar hablar de política. Sin el poder no hay política, pero... si el poder se devora la política lo que queda es lamentable, despreciable. Y en muchas actitudes de las estructuras del FA hay posiciones y actitudes lamentables. No voy a hacer la lista, me estoy aburriendo.

Aunque siempre hay una perla para agregar, este fin de semana Javier Miranda en su voluntarioso discurso en el Congreso del FA dijo: "Frente a la no política, frente a las aventuras populistas, frente a los indignados, frente a la indignación cómoda de no tener un partido, hay que seguir haciendo política".

¿Y quién le dio el título a Miranda para definir "cómoda" nuestra soledad y nuestra búsqueda y a nuestra indignación? Se nota que la oligarquía se le subió rápido a la cabeza y peor aún le ocupó el alma. ¿Quién le dio las potestades para juzgarnos a todos, qué hizo él en su azarosa vida para ayudar a que el Frente Amplio ganara las tres elecciones anteriores y varias municipales? Por ejemplo.

En cualquier momento pasamos por la sede del FA para que nos certifique y podamos hacer política a su gusto.

Volvamos a la soledad, a algo serio. Es por esa dificultad de ponernos de acuerdo sobre muchas cosas, sobre las bases ideológicas mínimas, sobre elementos programáticos, sobre la economía no como prolija administración, sobre la sociedad, la cultura, sobre la educación y muchos otros temas es que andamos por la política tan solos. Estamos muy de acuerdo sobre lo que NO hay que hacer, para no dejar de ser de izquierda, al menos progresistas, pero con eso no alcanza.

Nos queda el refugio de taparnos la nariz y seguir cómodos o incómodos donde estamos o estuvimos, pero tenemos muchas, enormes tentaciones de transformarnos en simples francotiradores, solitarios y cada día más enojados. Sería la victoria de dos fuerzas aparentemente contradictorias.

Sería la victoria de la derecha, de los que esperan que amplios sectores de la sociedad renuncien a la política y a las causas colectivas, se corporativicen o se disuelvan y dejen el terreno lo más libre posible para los restauradores tradicionales o los nuevos empresarios de la política.

La historia reciente y lejana muestra un pequeño detalle, cuando los países son gobernados por militares autoritarios o por empresarios gestores, es cuando se producen los peores casos de corrupción. Ver a Berlusconi como el ejemplo supremo. Corrupción no solo con la plata, sino con las expresiones más básicas de la moral y de las ideas. Hacen falta buenos y honestos políticos y hace falta ideología y lucha ideológica para vencer a la gangrena que afecta a la izquierda en muchos países: la corrupción y/o la inmoralidad.

En un reciente artículo en Búsqueda la opción que nos dejan es ser idealistas u oportunistas. No acepto esa única alternativa pero los entiendo, ellos no incluyeron nunca en la política, como actores u observadores y analistas, la compañía, el amor, el compartir una parte importante de la vida y de la muerte.

En el otro extremo aparente, desaparecer sería la victoria del aparato del poder que quiere que lo dejen en paz, que no se hable de sus fracasos y de sus graves errores y horrores, quiere y promueve el silencio, con la suprema acusación de que lo contrario es ayudar a la derecha... o cometer el pecado de ser opinadores. Esa suprema condición es para pocos y si fuera posible para uno solo.

Para combatir la soledad - por ejemplo de una generación ninguneada como pocas, la generación 83- hay que construir ideas y no solo ni principalmente criticar la falta de ideas. Hay que darle contenidos a nuevas metas para los próximos 10 años y hay que tener la audacia de jugarse y equivocarse o acertarle con propuestas y proyectos. No hay que resignarse y hay que construir afectos.

Los afectos en un proyecto de izquierda no son un adorno, un decorado, son parte fundamental del proyecto de una sociedad diferente, que no se base solo en la avaricia, el lucro o el desinterés por las causas colectivas y generosas. Los afectos no son convenientes y cómodos para acomodarse. Los afectos no se cobran ni se venden.

Para combatir la soledad no alcanza con seguir emocionándose con Zitarrosa y masticar nuestras nostalgias, hay que tratar de construir compañerismos y sobre todo valores para sostener esos compañerismos. El poder pelado solo crea complicidades.

Confieso que muchas, muchas veces me viene una enorme gana de resignarme, de mascullar mis frustraciones en la soledad. Deben ser mis 54 años de militancia, deben ser mis recuerdos, mis muertos queridos e inolvidables, es posible que sea mi formación ideológica de antaño que algo ha dejado, pero también es posible que sea también mi rabia la que todavía me animan, a pesar de las muchas agresiones que tengo que soportar.

Lo que no acepto y no aceptaré nunca es que hacer política es taparse la nariz y elegir el menos malo y ser cómplice silencioso de tantas burradas, vacíos y sobre todo inmoralidades.