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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

La recuperación del Parlamento

Los resultados electorales del 25 de octubre repartirán las cartas entre los partidos y determinarán las diferentes cuotas de poder que los ciudadanos asignarán a través de su voto. Esos diferentes respaldos determinarán los papeles que cada uno de los partidos jugará en el próximo quinquenio.

03.08.2009 19:49

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2009-08-03T19:49:00-03:00
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Nuestro sistema electoral determina que estas definiciones se den cada cinco años, sin que exista ninguna escala intermedia. No existen renovaciones parciales, ni elecciones locales a mitad de período. Todo se juega a una “sola baraja” entre la instancia de octubre y la de noviembre. Los votos que la ciudadanía emita dentro de dos meses y medio habrán de fijar las posiciones de poder de los partidos y de sus candidatos por los próximos cinco años.

Es por ello que las elecciones nacionales en nuestro país tienen particular trascendencia. Luego del pronunciamiento popular de fines de este año, la gente tendrá que aceptar la distribución de poder y habrá otorgado mandatos diversos a cada partido que se extenderán hasta fines de 2014. No es pavada entonces lo que los ciudadanos tienen entre manos en estos días.

En 2004 la ciudadanía otorgó un mandato mayoritario a uno de los partidos. El Frente Amplio, que pugnaba largamente por acceder al gobierno, logró, de pronto, una llegada contundente puesto que estuvo acompañada de un triunfo en primera vuelta con la consiguiente mayoría absoluta en el Parlamento.

Durante cinco años, el Frente Amplio ha disfrutado de mayoría absoluta en ambas Cámaras. Esta circunstancia le ha permitido avanzar en sus proyectos y propuestas sin ningún tipo de obstáculo; esta situación le ha permitido también bloquear todo tipo de cuestionamiento que desde la oposición se hiciera llegar al accionar de cualquiera de los jerarcas de gobierno.

Todas las decisiones, durante todos estos años, fueron tomadas previamente en el seno del partido de gobierno, a veces como resultado de largas negociaciones internas, pero nunca como resultado de un entendimiento con los demás partidos políticos. Los consensos alcanzados dentro del Frente Amplio o las decisiones unilaterales del Poder Ejecutivo en muchos casos, se trasladaban al escenario parlamentario con “todo el pescado vendido”.

Durante estos años el Parlamento perdió en los hechos las funciones que la Constitución le asigna. El Parlamento dejó de cumplir con su función de contralor, puesto que si bien pudo mantener su potestad de convocar a los Ministros a brindar explicaciones, el resultado de estas convocatorias estuvo siempre predefinido con independencia de la claridad o acierto de las explicaciones brindadas. Los “yesos” de la mayoría parlamentaria en el gobierno se encargaron siempre de impedir que los cuestionamientos produjeran, al menos, algún tipo de efecto.

Tampoco el Parlamento pudo mantener su función de escenario de debates o polémicas con intercambio real de posiciones entre los diferentes actores. Nunca hubo la menor incertidumbre sobre el resultado final de toda discusión en el seno de los plenarios de ambas Cámaras, la disciplina del partido mayoritario, a veces a pesar de las disidencias, predominó sobre la razón o sobre el peso de los argumentos desarrollados.

Ni siquiera el Parlamento pudo, durante estos años, cumplir la función de búsqueda de acuerdos o consensos. Los acuerdos llegaban “cerrados” y “atados con moñita” al seno de las Comisiones Parlamentarias y allí terminaba toda posibilidad de entendimiento.

Por todo esto y muchas otras cosas, cuando los ciudadanos emitan su voluntad a través del voto, deberán tomar muy en cuenta que una democracia fuerte y consolidada requiere ineludiblemente de un Parlamento activo, dinámico, con capacidad de control y como espacio ineludible de debate plural.

Cinco años más de mayorías absolutas, sean del partido que sean, habrán de afectar severamente el funcionamiento real de nuestra democracia política.

El último domingo de octubre será el final de las mayorías absolutas y el comienzo de la recuperación del Parlamento como elemento central de nuestro funcionamiento democrático. Por eso las elecciones de octubre son, estrictamente, elecciones parlamentarias.