Contenido creado por Gerardo Carrasco
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La educación y los votos

La educación y los votos

El tema de la educación es sin duda el primer escalón de la larga escalera de la campaña electoral 2014 en el Uruguay. El tema viene de lejos, la oposición en todos sus colores y matices lo viene meneando desde hace años, pero quien lo colocó en el centro de la atención en estos días es Tabaré Vázquez.

04.03.2014

Lectura: 7'

2014-03-04T13:44:00-03:00
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Esta campaña se va pareciendo a un concurso de comentarios sobre lo que Vázquez dice. A veces se pone pesada y aburrida. Sería bueno que, además de grandes bolazos apareciera alguna idea, alguna propuesta seria, con sustento, con aportes, de esas que uno dice: ¿qué lástima que no se nos ocurrió a nosotros?

Nada de eso ha sucedido hasta ahora. Los muros y algunos discursos sudan banalidad. Unos crecen y no se lo creen ni ellos, otros patrullan y no ponen ni siquiera el rostro, los otros hacen Photoshop al revés y se agregan años y algún que otro jingle interesante. Y poco más.

Vázquez en dos de sus discursos habló de la educación. Nosotros no vamos a sumarnos al comentarismo, aportaremos nuestra visión y trataremos de dar respuesta a una pregunta surgida desde los analistas ¿el tema de la educación da votos?

Comencemos por una obviedad, las campañas electorales son para ganar votos y los que digan, declamen o pregonen que ellos en realidad aportan al debate de la manera más desinteresada del mundo, o mienten, o nos toman a todos por tontos. Otra obviedad, las campañas electorales tienden a cortar grueso, a debilitar los matices.

La educación es un debate obligado en esta campaña electoral por diversos y variados motivos. Primer motivo, porque la derecha que le teme como a la peste a discutir de los temas económicos y sociales, quiere utilizar la educación para pasar entero su mensaje programático e ideológico y por ende político. La derecha, el centro derecha y el centro.

La educación es un aspecto de la vida nacional que no ha logrado acompañar al ritmo necesario el resto de los procesos de cambios y las necesidades surgidas del avance del Proyecto Nacional. No se trata de las pruebas Pisa, ni solo de los indicadores de deserción y repetición en secundaria, se trata de algo más profundo y de fondo: todavía no hemos logrado que la educación pública sea el soporte fundamental del proceso de crecimiento productivo, cultural, democrático y ciudadano y una de las claves de la igualdad de oportunidades que están en la base de una mayor justicia social. Esto a la derecha le importa un bledo, entre otras cositas porque tiene una visión muy diferente a la nuestra sobre el Proyecto Nacional.

Ellos tienen la oportunidad y atacan con este concepto: nunca el Estado le dio tanta plata a la educación pública y los resultados son pésimos, porque lo que no funciona es la gestión. Ni que hablar que borran toda referencia al proceso que precipitó la educación en la peor situación en un siglo y medio de historia nacional, hasta la crisis del 2002.

La izquierda no debe, no puede esconderse detrás de las explicaciones sociológicas para justificar carencias importantes, para evitar mirarse a los ojos y al alma y emprender con firmeza un camino de transformaciones profundas, que en primer lugar se deben dar dentro de la propia izquierda sobre la educación. Hay visiones corporativas y aislacionistas de la educación que han fracasado estrepitosamente y que no ponen en peligro solo a la educación pública sino la sustentabilidad del Proyecto Nacional.

No hablamos de un anexo, de un agregado, de un complemento, hablamos del corazón de una nueva etapa del desarrollo del país. Por eso, como nuestro mensaje electoral debe contener como eje fundamental esa nueva etapa del desarrollo, de la justicia social, de la producción, de la cultura ciudadana y de la cultura general y la educación, como claves de la libertad, le prestamos tanta importancia. Y lo hacemos con tanta seriedad.

Hicimos muy bien en destinarle 4.7% del PBI a la educación, pasar los miserables salarios de 200 dólares mensuales de los maestros a los actuales 800 dólares, crear nuevas y diferentes escuelas de tiempo compartido, potenciar la UTU, darle recursos y retener docentes en la Universidad e invertir en infraestructuras. Sin eso nada sería posible. Eso fue y es clave.

Hicimos muy bien en lograr que el 12% del total de la población que estaba desocupada, es decir, los padres de muchos de esos niños que estaban por debajo de la línea de pobreza y de miseria hoy tengan un empleo y que hoy los desocupados sean solo el 6%. Sin eso nada sería posible. Y mejor todavía hacemos cuando no nos conformamos con el 6% de desocupación y queremos seguir mejorando en cantidad y en calidad del empleo.

Hicimos muy bien en darnos cuenta desde el inicio del gobierno del FA, que el peligro de que el Uruguay creciera en su PBI pero que simultáneamente siguiera creciendo en el número de sus pobres y de sus indigentes como sucedió en el 2004, era letal para el país y mucho más para un proyecto progresista y por eso destinamos todos los recursos posibles al Plan de Emergencia. Muy bien.

Hoy tenemos condiciones sociales, un nivel de inversión en la educación a todos los niveles y posibilidades dobles: de que el PBI siga creciendo en los próximos años (tema del que la derecha no quiere ni oír hablar) y podemos seguir aumentando el porcentaje del PBI destinado a la educación, a la cultura, a la innovación, a la investigación. Y tenemos todas las condiciones y las exigencias para obtener muchos mejores resultados.

Pero también debemos asumir que los mejores resultados no vendrán solo con el aumento de los recursos económicos, ni por las mejores condiciones sociales existentes. La educación reclama una atención especial. Es más, hoy hay límites a la mejora de las condiciones sociales y de justicia social que dependen en gran medida de las políticas y la estrategia educativa del país.

En cuanto a los caminos para mejorar substancialmente la educación, y en primer lugar la educación secundaria, no todos tenemos la misma visión. Debemos asumirlo de una buena vez. Ni siquiera en la izquierda. Es uno de los temas más polémicos en la sociedad uruguaya y en la izquierda uruguaya.

Hay que discutirlos, hay que crear ámbitos de acuerdos, de los acuerdos más amplios posibles, convocar a la mejor buena voluntad, pero llegado el momento son de entera responsabilidad de un gobierno dentro de las competencias y de los marcos legales y constitucionales. Nadie le quita esa responsabilidad.

Si se hubiera convocado a una mesa de diálogo y a doscientas comisiones para discutir la reforma fiscal y nos hubiéramos quedado en eso, hoy tendríamos doscientos camellos paralizados y mucho humo. Alguien se tiene que tomar la responsabilidad y avanzar.

Y avanzar quiere decir enfrentar, asumir las diferencias y definir rumbos que deben contemplar las complejidades pero no pueden frenarse por las fuerzas que desde diversos ámbitos no quieren que nada cambie. Y que las hay las hay. No nos hagamos los distraídos.

Si para el Plan Ceibal se hubiera convocado a los gremios, a los sectores más amplios, a un gran acuerdo nacional, todavía estaríamos discutiendo el color de la XO. ¿Alguien tiene dudas?

Lo que habla muy bien de la sociedad uruguaya es que no se mira solo la panza, sino también el alma y el cerebro propio y el de sus hijos y se preocupa, se interroga sobre la educación. Y la izquierda debe darle respuestas, propuestas, ideas y sobre todo la misma claridad y firmeza que hemos tenidos en otros temas fundamentales.

No sé cómo se reflejará eso en las encuestas y en las urnas, pero estoy seguro como impactará en un debate que debe apelar a las mejores capacidades académicas, profesionales, docentes y políticas. Si, políticas. Porque la educación y más aún la educación pública es hoy un tema político fundamental.