Contenido creado por Inés Nogueiras
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La culpa la tiene Vázquez

La culpa la tiene Vázquez

Golpear al presidente de la República desde los más diversos ángulos se ha transformado casi en un nuevo deporte nacional. Desde la derecha y la oposición es natural, pero no le echemos responsabilidades que no tiene. Si no golpeara no sería oposición. El problema son los nuevos tiradores.

17.11.2015

Lectura: 8'

2015-11-17T00:20:00-03:00
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El fuego "amigo" es el más intenso y graneado, en particular desde el propio Frente Amplio. Y no simplifiquemos las cosas; no se trata del MPP, con el cual en realidad hemos trabajado muy bien en un tema vital como la aprobación de una buena ley de presupuesto. Buena por progresista, por su impulso y mirada estratégica en lo productivo, en lo económico y en lo social. La situación es genérica y más amplia.

El Frente Amplio en su estructura, o mejor dicho en su estructura acéfala en un momento tan delicado, es el principal cuestionador de la política del Gobierno. No solo no la defiende, también la confronta. Han sido 8 meses y medio de complejas tensiones.

Por otro lado están los sectores sociales. De un lado el movimiento sindical, el PIT-CNT que no le ha dado un momento de tregua. Se proclama la independencia de clase, pero el tradeunionismo, es decir, el sindicalismo por encima de cualquier consideración política e ideológica, era algo desconocido en Uruguay, es más, los sindicatos asumieron siempre posiciones con un fuerte contenido político, que no es lo mismo que partidario, y fueron duramente acusados por la derecha. Otros tiempos.

A menos que los diversos sectores que dirigen el movimiento sindical, de una u otra manera, se hayan integrado al Gobierno en disputa. Creo que en realidad esa es la base sobre la que hay que discutir y hacerlo en serio y sin prejuicios. Analizando las consecuencias para todos, para el Gobierno, para la izquierda, para el bloque político y social de los cambios, para los propios sindicatos y sobre todo para la sociedad uruguaya, en particular para los trabajadores.

Y no hablo de generalidades, me refiero a un grupo de dirigentes sindicales que representan algunos de los principales cuadros políticos de la izquierda uruguaya.

Las organizaciones empresariales de la industria, del campo y del comercio también se han sumado, de manera diferente a los reclamos y cuestionamientos de la política del Gobierno. Nada nuevo.

Es natural y obvio que puede y debe haber visiones diferentes incluso tensiones entre los diversos sectores sociales y sus representaciones en la sociedad; el problema es analizar en un cuadro estratégico hasta dónde se pueden exacerbar esas tensiones y las consecuencias. Desde dónde proviene la mayor cantidad de proyectiles y de más grueso calibre. Son sin duda los sindicatos, comenzando por los de la enseñanza. Pero no solo ellos.

Es posible, y lo hemos expuesto anteriormente, que el Gobierno haya cometido errores en el manejo de ciertos conflictos, o de ciertos cambios, el problema es cómo se reacciona. Se puede y se debe discutir, opinar y disentir -yo lo hago-, el tema es cuándo se utilizan esas situaciones hasta el extremo de tratar de ahogar al Gobierno, de restarle apoyos, de distorsionar totalmente el discurso que siempre debe acompañar la política de un Gobierno.

Algunos explican estas prácticas por la compleja discusión de la ley de presupuesto y la negociación en los Consejos de Salarios. Es una visión parcial, la situación es mucho más compleja.

La izquierda uruguaya va llevando la difícil situación económica regional e internacional con resultados. Obviamente el enlentecimiento del crecimiento tiene impactos, productivos y sociales, pero el Gobierno en su conjunto trabaja para hacerlos los más breves y menos dolorosos posibles, con base en consideraciones políticas pero también humanas. Las estadísticas, cuando pasan por la vida de una sola familia, un solo ser humano, son siempre muy dolorosas.

Los que hoy están en el centro de la atención y la preocupación de la sociedad uruguaya -y es correcto y auspicioso que así sea-, incluso fuimos nosotros que contribuimos a colocar estos temas, son: la educación y la cultura en el sentido más amplio y profundo; nuevos niveles de políticas sociales con un impacto más profundo y estructural incluso en la cultura solidaria y progresista de toda la sociedad; la inseguridad y la violencia y el mantenimiento de altos niveles de empleo sin perder por el nivel de los ingresos de las familias uruguayas. Y más en general, aunque no se exprese en las encuestas, hasta ahora es una preocupación sobre cuáles son las nuevas ideas-fuerza que moverán nuestro país hacia el desarrollo, con más libertad, justicia social, democracia, derechos y deberes; y una mejor preservación de elementos vitales como el medio ambiente y en especial el agua.

El Gobierno trabaja, hace nuevos contactos y acuerdos, busca nuevos mercados y sobre todo mantener y elevar en un contexto totalmente diverso y menos favorable, altos niveles de inversiones productivas. Insisto, se ha dado la paradoja de que cuando Uruguay mejora sustancialmente su transparencia en el plano fiscal, de sus relaciones internacionales, y elimina todos los vestigios de la plaza financiera, las inversiones crecen de manera sostenida y exponencial.

Sin inversiones no hay crecimiento, ni empleo y menos empleo de calidad. Creo que esto lo hemos aprendido todos. El Gobierno se propuso un plan extremadamente ambicioso de inversiones públicas, privadas y público-privadas y están trabajando diferentes sectores del Gobierno. Y comienzan a verse los frutos.

En ese cuadro ya van dos mediciones de opinión pública que marcan una caída importante de apoyo al Gobierno. Si se consolida, no se comprometen las próximas elecciones -eso ya es obsesión negativa-; se comprometen los objetivos de crecimiento, de confianza, de inversiones y el clima social y cultural para seguir avanzando. Hay fuerzas y condicionantes que no son solo materiales, sino inmateriales, como el estado de ánimo y las expectativas sociales que influyen en todos los procesos económicos, sociales y culturales de un país. Los estamos poniendo en juego.

Cuando se presentan cuadros políticamente complejos, creo que en primer lugar hay que definir las prioridades, no se puede poner todo en una bolsa, revolver y sacar al azar, como en un sorteo. Hay que elegir, ese es el primer paso de la política.

El Gobierno tiene sus tareas, dentro de las cuales es importante acompañar todo el proceso de un discurso, de un relato serio, fundado y político, que no se construye sumando los diversos sectores. Creo que el año que viene asistiremos a un salto de calidad en este aspecto. El impacto de ese discurso de ese relato también depende de la actitud de los frenteamplistas, y del FA.

Y el principal problema que hoy tenemos es precisamente el Frente Amplio. Ya no alcanza con detenerse a analizar aspectos institucionales, reglamentarios, formales o planificar las próximas elecciones para la Presidencia del FA. Los problemas son más profundos. Los dejamos para una próxima nota.

Si el choque con el Gobierno en diversas circunstancias se mantiene, no nos quejemos de que la derecha brinque alborozada con titulares como este de El País: "Percepción de debilidad hace caer la aprobación de Vázquez".

No alcanza con analizar las diversas posiciones en disputa en el FA -siempre las hubo y las habrá- sino los mecanismos que se han instalado para resolver esas diferencias, las relaciones con el Gobierno, con el ejecutivo y la bancada parlamentaria, con los gobiernos municipales y más en general con la construcción de un relato frenteamplista básico y común, hoy totalmente ausente.

Si alguien considera que siguiendo el camino del "Gobierno en disputa", y reivindicado desde diversas posiciones políticas y sindicales, vamos por buen camino, adelante, las consecuencias serán devastadoras para la izquierda y por lo tanto para el país. Y sobre todo para los sectores populares.

Asumamos que nadie tiene la sellada, que hay que construirla nuevamente entre todos, que Tabaré Vázquez fue clave para ganar la Intendencia de Montevideo en un momento crítico del Frente Amplio, ganar el primer gobierno de izquierda de la historia nacional y asegurar con sus resultados nuestra continuidad con Mujica y nuevamente con Vázquez. Si algunos consideran que llegó la hora de picotear y raspar a fondo, están destruyendo sus propios fundamentos. Nadie es imprescindible -frase por demás manida- pero nada se consigue sin hombres y mujeres que ocupen sus lugares en los diversos niveles, asuman sus responsabilidades y sean exitosos.

Seamos nuevamente exitosos todos los frenteamplistas. El supuesto éxito de unos sobre otros es una derrota segura de todos.