Contenido creado por Julia Peraza
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La bobera en política se paga

La bobera en política se paga

En estos días se cruzan informaciones, declaraciones, acusaciones y, sobre todo, creo que a muchos nos invade la perplejidad. Algunas personas bien intencionadas se preguntan sobre el terrible efecto de la bobera en la política y en cierto sentido en otros órdenes de la vida.

20.06.2017

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2017-06-20T05:00:00-03:00
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En estos días se cruzan informaciones, declaraciones, acusaciones y, sobre todo, creo que a muchos nos invade la perplejidad. Algunas personas bien intencionadas se preguntan sobre el terrible efecto de la bobera en la política y en cierto sentido en otros órdenes de la vida.

Pero hay que partir de una diferencia muy clara: no es lo mismo la bobera política que las otras. En política siempre, absolutamente siempre -sino no es política- hay gente, grupos, adversarios que están agazapados esperando errores, mucho más la bobera, y la van a aprovechar sin falta. Incluso hay gente de tu mismo grupo o partido y a veces muy próximos que también te abandonarán ante actitudes y errores persistentes. 

La bobera no es una enfermedad, no corresponde a deficiencias físicas y tampoco mentales, es una muestra de incapacidad, de pobreza para analizar las propias conductas, las de los demás y sus consecuencias. No tener en cuenta la realidad y reiterarse en los errores, anunciados, explayados e impresentables.

Alguien puede creer que la bobera es rotativa, que a todos nos llega en algún momento o en ciertas circunstancias y nos expone ante la gente, y sobre todo ante nosotros mismos. No podría negarlo terminantemente, errores y hasta horrores casi todos hemos cometido en la vida.

Como siempre es útil recurrir a los más sabios. Se podría afirmar con el gran escritor alemán Goethe que "El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada" y es una verdad indiscutible, pero...la suma de errores de tiene que ser siempre bobera, es una determinada acumulación y reiteración de errores. También vale la frase se Confucio: "El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor". Y yo le agregaría, sin compararme obviamente con ningún grande, que el que insiste y persevera en los errores y en saltar sobre las trampas que le tienden sus adversarios, ese sí que es bobo.

El peligro, en esta época de bajo nivel general de la política, de la convocatoria a los externos, a los técnicos, a los gestores y empresarios o dirigentes corporativos para substituir a los políticos, es que la bobera se considere un atenuante. No lo es, la actividad política es, de todas las actividades humanas, la que perdona menos y convive peor con la bobera. Ni los jefes militares en batalla, aunque pueden pagar un precio mucho más alto en vidas y en posiciones, son tan castigados por la bobera.

Es por eso la famosa frase de Clemenceau de que "la guerra es una actividad demasiado importante para confiársela a los militares". No es por desprecio a los militares, es que los políticos asumen todas las cosas, o deberían hacerlo, desde una perspectiva más general, la de la política, y es desde esa perspectiva que la bobera es imperdonable, porque afecta a mucha más gente.

Se paga muy cara por parte de los afectados, por los errores y la perseverancia de los mismos errores, y en algún momento afectan al bobo. Y lo afectan gravemente. Pero la historia en política no termina allí, la bobera política impacta en todos aquellos que por diversos motivos se sienten en la obligación de perseverar en los errores, y defender al autor o a los autores, con técnicas que casi siempre son similares. Primero, antes que nada, buscar un culpable o varios de la campaña, de la extrema maldad de señalar los errores, y segundo confiar, desbordar de confianza manifiesta y arrastrar a todos en la bobera.

Es allí que el asunto asume carácter de desastre. En Italia había una caricatura que se llamaba Sturmtruppen, que en una de sus viñetas devastadoras afirmaba: "un bobo es un bobo, mil bobos son una fuerza histórica". Hay algunos que están empeñados en construir una fuerza histórica a costa de todo y de todos. Es más, quieren que seamos millones de bobos. Y lo peor de todo es que, en determinados sectores - por suerte minoritarios de la sociedad - la ferocidad de ciertas defensas, el apego a ciertos sillones, la incapacidad de reconocer errores, el sentido de la infalibilidad y la cobertura con una apariencia de ideología, los transforma en una verdadera fuerza histórica. Lo que es extremadamente peligroso e injusto es mezclarlos a todos. Allí hay gente totalmente bien intencionada.

La otra bobera es creer que simplemente disparando contra los bobos en forma constante y recurrente, hasta llegar a una suerte de fanatismo, nos libera de ser otra variante de bobos. La falta de ideas, la chatura en la política, los sobrevuelos sobre los temas, la gente que para no ensuciarse o mojarse los pies en la tierra, en el barro o en el agua, consideran que eso los vacuna contra la bobera.

La única vacuna conocida es mantener el sentido crítico siempre alerta y temerle al ridículo como al diablo. A nivel de las fuerzas históricas vale casi lo mismo, pero con un agregado: hay que crear climas políticos, culturales e ideales densos, de estudio, de análisis, de selección natural por méritos, por capacidades, por esfuerzo y nunca por un fugaz acierto, y menos por una constante bobera.

La bobera debería ser como la mentira, tener patas cortas, pero no es cierto, si se encuentra el caldo de cultivo adecuado y los rascadores del lomo tenaces, la bobera puede durar mucho tiempo y hacer mucho daño.

Y por último, la bobera no exime de otras culpas.