Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Justicia presidencial

Justicia presidencial

30.01.2008

Lectura: 4'

2008-01-30T09:18:00-03:00
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Hace un par de semanas, publiqué en este blog una columna sobre las razones por las cuales el presidente Vázquez no iba a ser candidato a una eventual reelección. Se titulaba “Perdiendo el tiempo”, en referencia a los ministros y otros altos dirigentes que insistían en el asunto en lugar de buscar un candidato para competir en las próximas elecciones. Algunos lectores frentistas me dijeron de todo, desde mandadero de los partidos tradicionales hasta insultos de un tenor irreproducible, pasando por la suspicacia socarrona que suele acompañar a las mentes avispadas. Un lector lo expresó de la manera más lacónica: “¡Posadas!”, escribió, supongo que a modo de insulto. Dos semanas después, el Presidente de la República reiteró su negativa a la reelección. Vázquez dio sus razones para rechazar la reelección y eran… ¡las mismas que yo había dicho! Vean si no.

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En mi columna, daba cuatro razones por las cuales los dirigentes reeleccionistas estaban perdiendo el tiempo: el peso de la palabra empeñada, las acechanzas de una campaña de reforma constitucional, la sensación de “deber cumplido” de Vázquez y la necesidad de que la dirigencia frenteamplista se haga cargo del futuro y se anime a procesar la sucesión. El presidente señaló también cuatro razones; o mejor dicho, una más tres.

Yo había escrito: “La situación no deja de ser curiosa porque el presidente rechazó la posibilidad de un segundo mandato cada vez que se refirió al tema…”.
Vázquez habló primero de su reiterada negativa a aceptar la reelección, y lo explicó así: "Lo dije el 6 de junio con mucha claridad y, la verdad, no puedo estar todos los días desmintiendo esto". El presidente dijo luego que tenía "tres razones más” para oponerse.

La primera

Yo decía que “la hipótesis del reeleccionismo agregaría a la agenda presidencial un proyecto de reforma constitucional cuya campaña seguramente será durísima” y que lo podía generar “división y encrespamiento en la sociedad”.
Vázquez dijo al respecto: "Yo no puedo, ni debo sumir al país en una discusión que lo partiría al medio y podría generar inestabilidades.”

La segunda

En mi columna, decía que el oficialismo debería “dejar de perder el tiempo para pensar en un candidato que capitalice el gran momento que vive el país y la buena imagen del gobierno de Vázquez sin ser despedazado en las fauces del internismo frentista”.
Vázquez expresó como segunda razón para no aspirar a la reelección que lo hacía "por el Frente Amplio”, una fuerza política que “debe demostrar que puede superar la instancia y que no necesita un Mesías que le solucione los problemas”.

…y la tercera


En mi columna, afirmaba que " Vázquez ya entró en la historia nacional como el primer presidente de izquierda y a menos que ocurra algún imprevisto, también tendrá un lugar destacado como el conductor del país en uno de sus momentos de mayor florecimiento”. ¿Para qué comprometer su “legado político”?
Vázquez lo dijo en estor términos: “En tercer lugar hay un ámbito familiar y personal que debo preservar. Hace 15 o 16 años que estoy en la actividad política, y estoy muy satisfecho con haberlo hecho. Pero todo en la vida llega al final... Yo creo que ha llegado el momento de darle paso a nuevas generaciones".

La columna está colgada en esta misma página y es frecuente que algunos lectores se expresen sobre temas publicados varias semanas atrás. Pero no en este caso. Nadie creyó oportuno escribir un “discúlpeme”, “tenía Usted razón”, o al menos un modesto “ahora que lo pienso…” Hubiera aceptado con resignación que se me recategorizara como “oficialista”, “vazquista”, “compañero” o incluso “alcahuete del poder”, a raíz de las confesiones del presidente. Pero nada.

Existe, qué duda cabe, un grupo de personas que utiliza un método de interpretación que podríamos calificar como "meta-lectura" o lectura "entre líneas", con el que cree posible descubrir filiaciones partidarias o mensajes políticos ocultos. El método es probadamente ineficaz (los resultados se parecen demasiado a los prejuicios del lector) pero no por ello deja de entusiasmar a ciertas almas esclarecidas. ¿Qué harían ante este acierto? ¿Reconocer el error? ¿Disculparse por las socarronerías? ¿Felicitarme? Nada. Ni una palabra.

Fue entonces que decidí publicar estas líneas autorreferenciales (una excepción que no se repetirá) no por vanidad sino por justicia. Después de todo, muchos pusieron en duda mi honestidad y mi independencia y ahora guardan silencio. Deberían aprender la lección.