Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Júbilo

Júbilo

20.03.2013

Lectura: 3'

2013-03-20T07:18:03-03:00
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El reconocimiento del papa Francisco al Liceo Jubilar debería alegrar y contagiar a toda la sociedad. La experiencia, llevada adelante por el Arzobispado de Montevideo, encierra algunas de las claves que el país busca resolver para sacar de la marginación a miles de jóvenes y ya ha inspirado a otros a recorrer el mismo camino. El problema es que el Jubilar interpela (por no decir que sepulta) algunos de los paradigmas en los que se apoya buena parte de las ideas que, sobre el asunto, circulan entre nosotros.

La primera tiene que ver con el rol que pueden cumplir los actores privados en la capacitación de los más pobres. De hecho, el país está lleno de colegios privados más o menos pequeños y modestos cuyos clientes son familias trabajadoras, que hacen un gran esfuerzo por sacar a sus hijos e hijas de Secundaria apenas pueden. Sin embargo, a impulso del Jubiliar se están abriendo otras experiencias educativas llevadas adelante por privados con sentido de la solidaridad y la responsabilidad social.

La segunda apunta a que la educación de los menos favorecidos puede ser (debe ser) una educación de calidad, que los ayude a superar la desventaja de su condición social y que les haga sentir que son dignos de algo màs que un contenedor o un salón en mal estado. Sentirse digno es el comienzo de la emancipación individual y social de la persona.

La tercera clave es que las familias pagan. No lo que pagarían en un colegio de la costa montevideana pero algo pagan y quienes no pueden hacerlo con dinero lo hacen con trabajo. De hecho, no hay educación gratuita ni nunca la hubo, pero cuando el pago se visibiliza y se siente, todas las partes buscan la eficiencia y combaten el despilfarro.

La cuarta clave del éxito del Jubliar se desprende de ese vínculo virtuoso y es la "evaluación de resultados". Los docentes tienen que lograr que los estudiantes aprendan. Eso es lo que explica su salario y su vínculo contractual con la institución.

Finalmente, hay un quinto asunto que quizás debe señalarse como el más importante: en el Liceo Jubilar los alumnos son personas con nombre y apellido. Quién falta o baja las notas no es un guarismo en boca de un burócrata sino alguien a quien los adscriptos y docentes conocen e identifican como personas. Además de tener un efecto dignificante, se logra que sientan al instituto como propio. Por eso, y porque las reglas de comportamiento son claras y exigentes, sus alumnos tiendan  cuidado y no al vandalismo, al aprendizaje y no a la deserción.


Las autoridades del Liceo Jubilar destacarían también la transmisión de los valores cristianos como un asunto central de su misión y aún de su éxito. Desde una perspectiva laica, el cristianismo es un universo ético común a todos, ya sea para identificarse como para confrontarlo, al igual que a otras creencias y escuelas filosóficas, con las interrogantes que nos plantea la vida cotidiana. Por eso, los valores que sostienen al Liceo Jubilar, no son un obstáculo para que se replique la experiencia sino, en todo caso, un estímulo.