Mateo Méndez abandonó su cargo al frente del Interj sin concretar su ambicioso proyecto. De haberlo logrado, los jóvenes infractores allí internados habrían tenido al menos una oportunidad de conocer algo que no fuera miseria, abandono y violencia. Méndez fue objeto de ácidas críticas por parte de sus ex jerarcas por la forma en la que renunció (el instituto quedó acéfalo al retirarse junto a sus colaboradores sin previo aviso) pero las admoniciones en su contra apenas pueden tapar lo sustancial.
El prestigioso sacerdote salesiano denunció que en el Interj no había falta de recursos sino burocracia, perversión y corrupción. La respuesta corporativa estuvo a la altura de las circunstancias. Para los jerarcas de los burócratas y para estos mismos, la culpa es de quien habla, no de quien hace o disimula. Podrá parecer una reacción abstrusa pero no debería llamar la atención. Ahí está el senador Eleuterio Fernández Huidobro para explicarnos cómo la burocracia se gobierna a si misma.
Méndez no formaba parte de la corporación de funcionarios ni tenía aspiraciones políticas o profesionales. Su llegada a la dirección del Interj fue catapultada por los resultados de su trabajo al frente de proyectos comunitarios con jóvenes marginados en Montevideo y Rivera. El año pasado conversé con él apenas fue designado. Su visión sobre la tarea que lo esperaba era, a la vez, candorosa y esperanzadora, dos condiciones que preanunciaban sinsabores para alguien que debería lidiar con la poderosa corporación estatal. ¿Pudo ser tan ingenuo como para pensar que era posible cambiar el Interj en seis meses? Tiene razón el ex presidente del INAU, Víctor Giorgi, en suponer que no, pero al lado de los problemas que enfrenta la institución y sus internos, la pregunta es irrelevante.
Quizás pensó que llegaba para sacudir el árbol por sus raíces, en una institución creada para que un grupo de jóvenes crecidos en la miseria, el abandono y la violencia tuvieran otra oportunidad. Quizás creyó que era suficiente contar con el respaldo de un gobierno con mayoría parlamentaria, crecimiento récord y tolerancia gremial. No pudo ser.
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