En medio de un clima de resignación y bronca, un grupo de padres que ya habían pagado el año lectivo por adelantado, decidió involucrarse. Era enero y seguramente la mayoría estaba pendiente de sus vacaciones anuales, pero terminaron dedicando largas horas a convocar y realizar asambleas, mirar números, proyectar flujos de caja y buscar fuentes de financiamiento para encontrar una solución a un problema.

Pudieron conformarse con la alternativa que la dirección del Varela había encontrado o simplemente, inscribir a sus hijos en otra institución. Eligieron comprometerse y ponerse a trabajar, hasta que lograron elaborar un proyecto posible, que permitiría mantener las fuentes de trabajo y de estudio. Más que eso, la iniciativa terminaría convirtiéndolos en los responsables de sacar adelante la institución con una conducción y gestión renovadas, a cargo de ellos mismos.

Lo que pasó es algo que no debería asombrar a nadie, ni siquiera a un pueblo como el uruguayo, acostumbrado a buscar culpables y mirar al Estado cada vez que las papas queman. Se llama "iniciativa privada", una fuerza colosal que existe desde que el mono bajó del árbol y que permitió a los humanos encontrar la forma de dejar atrás las hambrunas, las pestes y la mortandad.

La iniciativa es una habilidad, pero también una actitud: para que nazca y prospere, se necesitan tanto destrezas adquiridas como carácter, valores que suelen estar presentes en los particulares o privados (por contraposición con lo público o estatal) que se asocian para perseguir los más diversos fines. Clubes deportivos, sindicatos, organizaciones humanitarias, cooperativas, comisiones de fomento, fábricas, murgas y bandas de rock, comercios, medios de comunicación, centros culturales y cuanto tenga que ver con la actividad humana, existen y prosperan porque alguien toma la iniciativa y va en busca de otros que persiguen el mismo propósito. Así, los damnificados pasaron del reclamo, al que tenían pleno derecho, a la acción. "Ni dioses, ni reyes ni tribunos", como rezaba la vieja letra de La Internacional, cuando el himno de los trabajadores era un canto a la autonomía y no a la burocracia y el estatismo.

La iniciativa privada se desarrolla sin que se sepa a ciencia cierta cómo va a terminar. Muchas veces cosecha el fracaso y otras el éxito, por lo que suele gozar de mala prensa entre burócratas y prebendarios, que creen posible tener a la vez un trabajo seguro, rentable y poco exigente y que los hay de cualquier ideología y clase social.

Si no nos ciega el estatismo y la indolencia, este ejemplo podría convertirse en lección y ser la llama que encienda la futura prosperidad de la sociedad uruguaya y de cada uno de sus ciudadanos. Ojalá funcione y se aprenda