Contenido creado por Inés Nogueiras
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Gobernar o hacer acuerdos nacionales

Gobernar o hacer acuerdos nacionales

Recién terminaron las elecciones y había decidido tomarme un recreo de los temas más estrictamente políticos. No puedo, por la propia realidad y por mi carácter. Escuché atentamente los discursos de Tabaré Vázquez y de Luis Lacalle Pou la noche del domingo.

02.12.2014

Lectura: 7'

2014-12-02T06:13:00-03:00
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Además, varios periodistas realizaron entrevistas el lunes y opinaron muchos politólogos, que en algunos casos se parecen cada día más a augures itinerantes, cambian sin ningún pudor ni la mínima autocrítica. Y emerge un tema: el diálogo nacional que convocó Tabaré Vázquez en varios discursos en la campaña y reiteró en su intervención en el hotel Four Points.

Todos los demás temas que incluyó en sus discursos prácticamente no existen, no permiten las especulaciones.

Vázquez, en una definición precisa y clara a lo largo de la campaña que fue todavía mejor explicada en la noche del triunfo, expresa un espíritu de diálogo, de búsqueda de los mayores acuerdos posibles sobre diversos temas, pero nunca fue una convocatoria a un gobierno de integración multipartidaria ni mucho menos.

Son conceptos que deben quedar claros, porque hay algunos actores que ya tironean "inocentemente" hacia su propia concepción. Para decirlo breve y claro: negociar en la liga -y si es posible con derecho a veto- lo que perdieron en la cancha, es decir, en la disputa electoral entre dos fórmulas pero sobre todo entre dos proyectos de país. Y la gente se informó, discutió, valoró y votó.

Dentro del proyecto de país que triunfó en las elecciones y del talante del presidente electo existe la voluntad y la definición de la búsqueda de los mayores acuerdos políticos, sociales y culturales posibles. En la campaña, las definiciones en torno al diálogo social más amplio, a la confluencia posible con los sectores wilsonistas, batllistas y de ciudadanos independientes estuvieron muy presentes y tienen un contenido estratégico. La nueva etapa de cambios, de reformas y de avances que el país puede y debe encarar necesita el respaldo de un fuerte bloque social y político. Y hay que construirlo.

Vázquez fue muy claro también en su relación directa y sostenida con la gente, con la realización de los Consejos de Ministros en todos los departamentos y en los barrios de Montevideo. "No nos dejen solos", "no les pedimos que nos sigan, sino que nos acompañen", que formen parte del proceso, como actores, no como espectadores. Ese sería una de los cambios más profundos de todos los gobiernos progresistas en Uruguay. Eso tiene que ver no solo con el gobierno sino también con la fuerza política y con su relación con la sociedad civil y los ciudadanos.

Terminadas las elecciones viene la danza, el minué de los movimientos políticos, de los cargos, de los equilibrios. Son necesarios, pero yo estoy hablando de cosas más sólidas, más directamente relacionadas con la vida de la gente, con las políticas públicas, en puntos claves y del rumbo estratégico del país. Y eso impacta en sus tiempos y en sus resultados en la vida de la gente, de la gran mayoría de los uruguayos. No de todos; hay algunos que se las arreglan muy bien solos.

Eso impacta en el crecimiento de la producción, por lo tanto en el empleo y su calidad, en los indicadores sociales, en los consumos, en el acceso a los bienes y servicios fundamentales y su calidad y alcance, en la educación, la seguridad, la innovación, la cultura. En resumen: en la vida concreta de los uruguayos.

Tabaré dijo en el Four Points algo muy preciso: "Buscaremos grandes acuerdos", y de inmediato habló de respetar la voluntad de la mayoría. Y allí está la clave: tender la mano, ser flexibles, darle participación a la oposición en todos los organismos del Estado correspondientes (entes, bancos, etc.), hacer los máximos esfuerzos para construir políticas públicas con el mayor respaldo posible, pero también saber que tenemos diferencias de fondo, que llegado el momento los uruguayos votamos un programa y que el precio de esos acuerdos no puede ser la mediatización de aspectos fundamentales del programa progresista de cambios o su permanente postergación.

Si ellos hubieran ganado las elecciones, hubieran aplicado su agenda con acuerdo o sin acuerdo, y estaban en todo su derecho. Lo hicieron toda la vida.

No se puede postergar las decisiones hasta que se logren los acuerdos totales, cuando todos sabemos que hay áreas en las que tenemos diferencias importantes y posiblemente insalvables.

Ya levantan el cuco de los diálogos del gobierno con sectores de los diferentes partidos y no con sus autoridades. Nunca lo hemos hecho y no lo haremos, por definición y por experiencia en el gobierno, pero con la misma claridad creo que el gobierno seguirá manteniendo su profunda vocación de cooperación institucional, con el Congreso de Intendentes, con las diversas intendencias que han dependido en los últimos años del aporte fundamental del gobierno nacional, pero con la misma pasión democrática mantenemos nuestro compromiso con nuestro programa.

Esos cambios institucionales y plurales con las intendencias y de participación en los entes son p arte de los cambios que introdujo el FA, muy diferentes a la visión y la práctica de los partidos tradicionales. Solo Sanguinetti en su primer gobierno eligió cuatro representantes del FA en entes del Estado y nunca más, ni siquiera cuando teníamos el 40 % de los votos...

¿Lograremos acuerdos en todos los grandes temas? Ojalá, y estoy seguro que Vázquez hará los máximos esfuerzos, pero también los hará para avanzar a paso firme con las reformas y los cambios necesarios y los compromisos asumidos con la gente durante la campaña. Ese será un delicado, complejo y fundamental equilibrio.

Por otro lado, el discurso de Luis Lacalle Pou en el hotel NH Colombia tiene varias lecturas. Tuvo sus partes de diálogo imprescindibles, lógicas, inexorables en el Uruguay actual, pero también claras definiciones opositoras. En la noche final de las elecciones los triunfadores tenemos los oídos endulzados, pero hay que escuchar todo, y ese fue un discurso claramente opositor. Y no solo tiene todo el derecho, sino tiene la obligación ante sus electores, que lo votaron por eso y no para hacer una papilla irreconocible de sus posturas históricas, programáticas y sobre todo ideológicas.

Después vienen los entrevistadores varios que quieren exprimir al máximo el tema de los acuerdos nacionales, como si ese fuera el único terreno posible y necesario de la política nacional para definir un gobierno. Sobre todo si es un gobierno de izquierda... Y diversos politólogos que parten de la base que la equivocada es siempre o casi siempre la realidad y ellos están allí para corregirnos y para corregirla.

Una palabra para las encuestadoras (Factum, Equipos y Cifra): en la segunda vuelta fueron muy precisas en los resultados de sus estudios de intención de voto. Eso confirma dos cosas: que pueden hacerlo perfectamente y que (en proporciones diferentes entre ellas) en las nacionales del 26 de octubre se equivocaron en sus ponderaciones porque se equivocaron en su interpretación política y no registraron los cambios que se operaron a lo largo de la campaña. Y a nosotros nos deja la enorme enseñanza que las campañas hay que pelearlas hasta el último voto, hasta el último rincón del país. En la izquierda, que sabemos de perder en varias oportunidades, lo conocemos perfectamente.

Esta campaña fue un nuevo ejemplo. Después de junio, de las internas, con las encuestas que nos sepultaban en un 39 % de intención de votos, con periodistas y analistas que se sacaban chispas para darnos por perdidos y en decadencia, seguimos peleando e incluso intensificando la movilización, haciendo ajustes, aprendiendo de la experiencia acumulada y luchando en todo el país. Y demostramos nuevamente que reculando no se va a ningún lado.

Por eso, y a pesar de que algunos les irrite sus delicados oídos de derecha: "Hasta la victoria siempre".