Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Fugado

Fugado

07.12.2011

Lectura: 3'

2011-12-07T07:10:42-03:00
Compartir en

El pasaje de Rolando Arbesún por el Semeji dejó al menos tres enseñanzas que deberían tomarse en cuenta. La primera es comprobar que, una vez que las cosas cambiaron, lo que ayer nos parecía imposible, ni siquiera nos llama la atención. Antes de su llegada al Servicio del INAU que atiende a los menores privados de libertad, las fugas eran casi cotidianas y las soluciones imposibles. Sin embargo, alcanzó con que llegara alguien con sentido del deber y don de mando para que las fugas desaparecieran como por arte de magia. Hasta su desembarco en el Semeji, todo era excusas y justificaciones. Ahora, las fugas de menores infractores no son más un problema.

La segunda lección es que no hay hombres ni mujeres providenciales si los cambios en las organizaciones no involucran al resto de las jerarquías y mandos medios. Arbesún renunció a su cargo alegando no haber visto nunca "tanta canallada y mediocridad". Quizás exagere, pero todos sabemos de qué está hablando. Se equivoca aquel que piense que los organismos estatales están gobernados por sus directores políticos.

El actual ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, supo desnudar  hasta qué punto la burocracia es capaz de hacer naufragar cualquier intento de cambio si no se contempla sus permanentes reclamos de que nada cambie. Quién tenga dudas sobre esta afirmación, ahí tiene a los gremialistas de ADES, el Registro Civil, COFE y AFE, por citar sólo cuatro casos que tienen de rodillas al gobierno, aferrados al statu quo y disparando contra todo lo que se mueva.

En el caso de los hogares que alojan a menores infractores, los canallas y los mediocres (si no es que se trata de las mismas personas), promovían un estado de cosas que terminaba en un círculo vicioso de fugas, violencia y muerte, pero similares despropósitos se aprecian en todos los ámbitos en los que la burocracia gobierna. En todo caso, gracias a la gestión de Arbesún, nadie va a poder mentirnos sobre las presuntas causas estructurales, edilicias, presupuestales o metafísicas de las cosas que salen mal.

La tercera enseñanza deriva de las dos anteriores y debería encender una luz roja en los gobernantes: si se carece de la determinación necesaria como para enfrentar a las corporaciones burocráticas no habrá cambios, ni grandes ni pequeños. Suponer que esas enormes parcelas de poder fáctico, que ponen de rodillas al gobierno con más respaldo político en medio siglo, van a ser abandonadas como resultado de conversaciones y palmaditas en la espalda, es algo más que ingenuidad. En este delicado asunto, es el oficialismo el que debe dar señales claras, si es que eso resulta posible.

Muchas de las transformaciones que el país necesita están atadas a la reestructura interna del Frente Amplio, ya de por sí complicada, porque es justamente en su seno donde están las más agudas contradicciones. Las corporaciones estrangulan los cambios porque saben que ese nudo no puede ser desatado si no se afecta la unidad del Frente, de un modo que nadie sabe cómo va a resultar.