Contenido creado por Inés Nogueiras
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Fricción, chispas y realidades

Fricción, chispas y realidades

En estos días de lecturas intensas y variadas incluí un reportaje y una nota de Julio María Sanguinetti. Lo hago regularmente cuando publica sus columnas, sobre todo en el exterior. Es interesante leer ideas y opiniones con las cuales se puede polemizar. Es una necesidad creciente en la sociedad uruguaya. Las chispas en nuestros propios cerebros nos ayudan a pensar.

20.01.2015

Lectura: 8'

2015-01-20T06:28:00-03:00
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El debate político e ideológico en Uruguay ha tenido un resbalón importante desde hace varios años, muchos años. Y esto se expresa en la prensa, en el Parlamento y en todos los ámbitos. Esa es una peligrosa señal de empobrecimiento político pero también cultural. La política, cuando se repliega cada día más sobre el poder y pierde fuerza ideal, expresa una peligrosa pendiente cultural. Y en bajada.

Uno de los problemas más serios que enfrenta la izquierda uruguaya es el estado ideológico de la derecha nacional. No se puede crecer haciendo fintas con las sombras. Más allá de nuestras propias responsabilidades, de nuestro debilitamiento a nivel académico, de nuestra muy compleja relación con los sectores intelectuales.

Este tema del debate ideológico y cultural no es un lujo, una excentricidad, un divague para especialistas. Tiene directa relación con la capacidad de formularse nuevos problemas, de afrontar los grandes y complejos retos de nuestra época, de elaborar teoría y no solo pequeños capítulos de un relato inconexo. La polémica es fundamental para construir relatos; no se puede orar en el desierto de los sordos, ciegos y mudos.

La derecha y la centroderecha uruguaya han perdido ideólogos, analistas y actores que desde la política o desde la academia hagan aportes al debate y la confrontación de ideas. La propia campaña "Por la positiva" fue un atajo más en ese terreno baldío y sin tensiones.

La derecha sustituyó su relato completo de todo el proceso político, económico y social del país y sus relaciones internacionales y regionales, del papel del Estado, de los derechos civiles y humanos, del liberalismo como concepto muy amplio por la disputa menor y episódica con los gobiernos de izquierda, con el estilo de Tabaré Vázquez y José Mujica y sobre aspectos accesorios del rumbo económico y el pensamiento de Danilo Astori. Y nosotros nos hemos ido acostumbrando a eso, peligrosamente.

Sería una facilonguería depositar todas las responsabilidades en nuestros adversarios por nuestras propias debilidades en la elaboración política estratégica y nuestra construcción teórica, pero no hay dudas de que el roce y la fricción de las ideas ayudan.

Todavía no asumió el nuevo gobierno y puede ser un buen momento para plantearnos algunos nuevos y viejos problemas.

¿Qué cambios se produjeron en la estructura social, económica y política del bloque de los cambios en estos diez años de gobiernos de izquierda? Sanguinetti roza el tema al mencionar que hay sectores de la burguesía nacional que hoy son votantes del FA y que, a pesar de los malhumores, las capas medias siguen apoyando mayoritariamente a la izquierda.

Es una pregunta importante, porque su respuesta implica también un análisis del papel de los procesos que desde el gobierno impulsó la izquierda en la estructura económica y social del país y en su tejido cultural e ideológico. Condiciona y promueve nuevos temas para darle impulso al crecimiento sostenido de las fuerzas productivas.

El rumbo de la economía en Uruguay en comparación con otros procesos regionales y los resultados sociales obtenidos no son una consecuencia mecánica: es una visión estratégica del papel de las clases sociales y de sus relaciones, del papel del mercado y del Estado, de las experiencias autogestionarias. Las buenas y las malas.

La gran transformación del campo uruguayo desde el punto de vista productivo, pero también en su estructura de propiedad, en su relación con el sistema financiero, en el endeudamiento crónico y en su directa relación con el atraso tecnológico y social de la campaña son otro de los grandes temas "prácticos" y teóricos que estuvieron, por ejemplo, casi ausentes del debate electoral.

El Uruguay productivo del 2015 en adelante tiene muy poco que ver con la elaboración programática del Uruguay productivo del 2005. En solo 10 años no cambió únicamente el campo, sino otros componentes fundamentales como los servicios, la disponibilidad y las posibilidades de acceso a la energía, la riqueza minera -descubierta y por explorar-, los niveles de conectividad y uso de las nuevas tecnologías en la economía y en la educación. Son algunos de los factores que sin duda están impactando y tienen que impactar mucho más en el uso intensivo del conocimiento y de la innovación. Esa nueva realidad no produce efectos solamente en la producción, sino en la sociedad, en el uso del territorio, en nuestra relación con el medio ambiente. Debería ser un tema de profunda, seria y sistemática elaboración nacional desde el gobierno, la academia y la sociedad civil.

Hemos pasado del 19 % de desocupación al 6 - 7 %, el mayor progreso social obtenido por el país en estos años, el cambio más profundo de los gobiernos progresistas y todo un programa. Esto se dio en simultáneo con el periodo más prolongado de aumento de los salarios y de los ingresos familiares, con el mayor cambio de la desfavorable relación histórica entre los ingresos en el interior y Montevideo y con un amplio conjunto de nuevas leyes y derechos sociales para los trabajadores, incluyendo los peones rurales y las trabajadores domésticas. ¿Cómo ha impactado este rápido proceso en los sectores trabajadores, en la cultura del trabajo, en el movimiento sindical y su calidad y democracia?

Cualquier lectura lineal y simplista de que el papel en el movimiento sindical de las fuerzas políticas se expresa en el peso político y electoral ha sido nuevamente desmentido de forma tajante. Pero no se trata de estadísticas electorales, sino de analizar las tendencias profundas en el mundo del trabajo, en la calidad y el sentido de clase con todas sus connotaciones entre los asalariados en los diversos sectores.

Y he dejado para el final un tema muy polémico que la derecha redujo a la baja de la edad de imputabilidad y poco más y nosotros muchas veces a defender la actuación de nuestros dos gobiernos: la inseguridad, el crecimiento y los cambios que se han producido en el mundo del delito. Yo no tengo dudas que se ha producido un cambio peligroso y persistente en la gravedad de los delitos, en la consolidación de una porción de la sociedad que vive para y en el delito y que las relaciones sociales y culturales de causa y efecto son muy complejas para dejarlas solo en manos de las fuerzas de seguridad del Estado. La izquierda -y, más en general, la sociedad uruguaya- tiene que atreverse a preguntar mucho más hondo, no para explicar solamente sino para actuar, para responder con sentido democrático pero con gran firmeza a este nuevo flagelo.

La batalla por la seguridad es hoy una de las dos principales pruebas para la izquierda y para la sociedad uruguaya, para la calidad de su vida y para las formas de convivencia en el futuro. Cuando dos delincuentes quieren copar una casa en Pocitos y el dueño los saca a trompadas y vuelven al otro día a tenderle una celada para simplemente asesinarlo, hay un cambio de calidad profundamente negativo en la delincuencia, que se atreve a eso y a bastante más. Es por lo tanto un tema de gobierno, de gestión, pero es un urgente tema teórico, de análisis y de acciones. Las respuestas clásicas se han quedado viejas e insuficientes.
El debate con la derecha sobre este tema nos ha desviado de otro tipo de análisis y otros enfoques mucho más complejos y progresistas, y sobre todo más rigurosos con los resultados.

Estos y otros temas tienen que ver con la estructura institucional del país para las próximas décadas, con una mirada de medio y largo plazo que ponga a prueba un instrumento clave para la política la prospectiva, la estrategia.

Si reafirmamos que nuestra identidad está asociada, soldada a la justicia social y a la libertad de los seres humanos, a formas mucho más avanzadas de convivencia, con igualdad de oportunidades -no por imperio de la sensibilidad sino de la organización social- y nuevas relaciones sociales y culturales, las nuevas preguntas -algunas de las cuales hemos colaborado a crear- reclaman también miradas distintas, desde generaciones diversas y sensibilidades muy plurales. Y necesitan de debate, de fricción de ideas y menos discusión de cargos y puestos.

Menos poder y palacio y más cultura y humanidad.