Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Fidel Castro y el etanol: Razones locas

Fidel Castro y el etanol: Razones locas

11.04.2007

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2007-04-11T09:37:00-03:00
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En un artículo publicado la semana pasada en el diario Granma, el presidente cubano Fidel Castro acusó a su colega estadounidense de condenar a "muerte prematura" por hambre a tres mil millones de personas. Para el anciano dictador, la utilización de maíz y otros alimentos en la producción de etanol es un plan siniestro alentado por la Administración Bush.
El canciller brasileño Celso Amorím salió al cruce de estas declaraciones, señalando que Castro tiene ideas antiguas y defendiendo al etanol como "el gran camino" del combustible alternativo. Lo sorprendente en estas virulentas declaraciones es que varios representantes de la izquierda latinoamericana han acusado repetidamente a Estados Unidos por su falta de colaboración en la búsqueda de combustibles opcionales al petróleo. Entre ellos el propio Castro. Sin embargo, su temor por los efectos de la producción de etanol sobre los precios de los alimentos es compartido por productores y expertos de todo el mundo. Esta vez, Fidel está en lo cierto, pero con razones equivocadas. Veamos.
Estados Unidos es el primer productor de maíz del mundo, con 300 millones de toneladas anuales. Sólo en ese país, se espera que en el corto plazo la demanda de etanol lleve a un aumento en la  producción del 20 por ciento, y que en la próxima década, la tercera parte del maíz que crezca en sus campos esté destinada a la producción de combustible. Sí a esto se suma el creciente consumo del cereal en el mercado chino, estamos ante un panorama al menos preocupante.
En los últimos meses, el auge del etanol ha revolucionando la economía y la vida social en el corazón granelero de Estados Unidos, aunque de manera diversa. Un productor que siembre unas 1000 hectáreas en Iowa o algún otro estado del medio oeste americano, encontrará varias razones para festejar. A los tradicionales subsidios al maíz (el cultivo más subsidiado en Estados Unidos) se suma ahora el aumento de los precios y las oportunidades de inversión que da la producción de etanol: más de la mitad del financiamiento de las plantas viene de pequeños inversores locales. Además, el 100 por ciento de los empleos generados por la producción del biocombustible es ocupado por trabajadores del lugar.
Pero mientras los cultivadores de maíz disfrutan de esta bonanza, los criadores de ganado (que se alimentan principalmente de granos) están pagando las consecuencias. El boom del etanol hizo que se cuadruplicara su producción en los últimos seis años pero también  impulsó el incremento del precio de la ración en 40 por ciento, que  parece seguir en aumento. Los criadores ya hicieron saber su malestar: no sólo deben pagar mayores costos por sus insumos sino que, además, su dinero ayuda a subsidiar la producción de etanol. En este escenario, no sería de extrañar que Estados Unidos aumentara  las cuotas de importación de carne, lo que beneficiaría a los países que críen ganado a base de pastito tierno, como Uruguay.
Muchos analistas estadounidenses se preguntan qué sentido tiene seguir subsidiando un combustible que resulta más caro que la gasolina. Para colmo, la energía necesaria para producir etanol a partir del maíz es mayor que la ahorrada por su uso. La eficiencia es mayor con la caña de azúcar, lo que sumado a su desarrollo tecnológico en la materia, coloca a Brasil en una posición privilegiada en el negocio del etanol. También México, que sufre el aumento del grano en Estados Unidos (de dónde llega buena parte del maíz que consume) podría explotar sus ventajas comparativas en  la caña de azúcar. Para eso deberá estimular a un sector agricultor acostumbrado a idénticos privilegios que sus colegas estadounidenses. 
¿Morirán de hambre tres mil millones de personas a causa del etanol, como dice Castro? El sombrío pronóstico podrá causar conmoción de las almas sensibles del continente, pero está muy lejos de reflejar la realidad.
En el último medio siglo, la reducción de las hambrunas y la desnutrición en los países pobres ha sido extraordinaria. Mientras la percepción ciudadana se nutrió de las noticias sobre las ocasionales  hambrunas que sufren periódicamente algunos pueblos, en países como China e India (los dos más poblados de la Tierra) el aumento de la oferta alimenticia oscila entre el 40 y el 80 por ciento. En los países en vías de desarrollo, la desnutrición crónica cayó del 37 al 17 por ciento en menos de cuatro décadas, a pesar de que la población aumentó más del 80 por ciento. Por otra parte, también aumentó considerablemente la productividad en la agropecuaria y la industria alimenticia de los países desarrollados. La tecnología permite alimentar a la población del mundo en la actualidad y en el futuro, con cualquiera de la hipótesis de crecimiento que se manejan.

Si bien el aumento en el consumo y la demanda general de alimentos puede elevar los precios, en una economía abierta los problemas se traducen en oportunidades y éstas en nuevas soluciones. En los países en los que se combinan con mayor fluidez el conocimiento científico y la libertad económica, la disponibilidad y calidad de los alimentos aumenta y los precios bajan.

Castro tiene razón en señalar la dudosa viabilidad de la producción de etanol a partir del maíz y en su temor de que esta política afecte la economía de quienes se alimentan principalmente de esta gramínea. Pero de ahí a su catastrófico augurio hay una enorme distancia. Es la que separa una política económica basada en la experiencia y el sentido común de otra inspirada en ideas antiguas y funestas. En Cuba la comida no escasea por culpa del "bloqueo" estadounidense ni de las injustas leyes de mercado ni por la producción de etanol sino por las locas teorías económicas que el régimen de los hermanos Castro sigue aplicando con tozudez.