Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Navegaciones

Ferocidades en sociedad

Ferocidades en sociedad

15.05.2012

Lectura: 8'

2012-05-15T10:43:40-03:00
Compartir en

En estos últimos días se han producido varios hechos delictivos particularmente violentos. El penúltimo, el asesinato a sangre fría, sin mediar el menor gesto de resistencia de parte de un trabajador gastronómico en La Pasiva de 8 de octubre y Albo.

El video lo hemos visto decenas de veces. También vimos el disparo de un menor de 14 años contra un guardia de seguridad desarmado en un supermercado.

A ello hay que agregar el aumento notorio del número de asesinatos por "ajustes de cuenta" que es una tipificación clásica de un mundo del delito que genera sus propios mecanismos de ajuste y de venganza y que implica un escalón más abajo en el sub mundo de la delincuencia organizada, incluso micro organizada.

Podemos emprenderla contra los medios, por repetir hasta el cansancio las imágenes y agregarles - en muchos casos - todas las variables del morbo; es una buena coartada. También podemos hacer serias reflexiones sociológicas. Eso, es siempre necesario, pero para la inmensa mayoría de la población suenan lejanas, estériles, irreales. Escuché varias en estas horas.

Otros deciden convocar marchas y protestas. Ya han sucedido en algunos barrios o en las inmediaciones del Ministerio de Interior, ahora se apunta a la Plaza Independencia...

Partamos de los hechos. Es notorio - con manija o no de algunos medios - que la delincuencia se está poniendo cada día más feroz y despiadada. Las cifras son muy claras e indican que en lo que va del año, el asesinato ha sido el delito que más ha crecido.

Es un cambio de calidad que hay que percibir. Y las muertes han crecido incluso entre los policías, 4 en lo que va del año. También es un hecho que no hubo ningún aumento de muertes producidas por acciones policiales. No se verifica ninguna reacción irracional que lleve al gatillo fácil.

Al principio del año este aumento de los asesinatos podía ser considerado un "pico" circunstancial, pero en cuatro meses y medio las cifras muestran que es una tendencia. Obviamente los aparatos especializados del Estado, la policía, deben estar siguiendo esta nueva situación.

Yo voy a mirar el tema desde la política, porque cuando un fenómeno asume estas dimensiones y este impacto en la opinión pública, la política está obligada a opinar y a jugarse. Jugarse es hacer prospectiva, opinar sobre como avizoramos el futuro, hacia donde nos lleva esta tendencia. Nos lleva muy mal.

No hay indicadores racionales que indiquen que esta situación tenderá naturalmente y espontáneamente a disminuir y por lo tanto impactará en la "temperatura social", en las reacciones de la gente, en la atención de los medios y en el cuadro político. Lo más preocupante es que nos embrutecerá a todos un poco y el "pequeño enano fascista" que todos llevamos adentro se soltará bastante de su cadena racional.

Cuando se ve a la esposa y a los 5 hijos del trabajador de 34 años asesinado por un delincuente, a sangre fría, sin que opusiera la menor resistencia, simplemente como una rutina del delito normal y trágica, para poder saltar más cómodamente detrás del mostrador y manotear la caja, todos nos ponemos más feroces, más primitivos y en la superficie o en el fondo pedimos que paguen y que paguen lo más caro posible.

Yo no se si sólo me sucede a mi, pero lo confieso, siento odio, bronca, ganas de vengarme personalmente. Y no creo que sea al único que necesito una alta dosis de reflexión para volver a un mínimo de serenidad.

En los últimos asesinatos, también en el policía ultimado en el Cerro Norte, hay un cambio de calidad, lento, oscuro y terrible. Ya no se puede decir que es el resultado de gente que se arma para defenderse. Es simplemente que hay sectores de la delincuencia donde se han superado ciertas barreras que difícilmente tengan retorno. Aunque decir esto suene muy duro.

La policía a través de su vocero reconoció que la prevención tiene fallas. La verdad es que en general estos criminales son atrapados, en la mayoría de los casos. El problema es que yo creo que eso no es un factor disuasorio, los delincuentes lo tienen previsto, es una forma de ver la vida, la muerte, la libertad muy diferente a la nuestra. Por algunas dosis de droga y un par de championes de última generación, y por vivir al mango, se la juegan y juegan con nuestras vidas.

Lo que también hace falta es que se sature, literalmente la ciudad de policía. Hace falta notoriamente una mayor presencia policial. Así funciona en los países exitosos en la prevención y disuasión del delito. No hay mucho que inventar, lo único nuevo consiste en elementos técnicos que hoy existen: cámaras, programas de soporte especializado, comunicaciones. Hoy en Montevideo hay menos policía visible en muchas horas del día y sobre todo de la noche que en Asunción del Paraguay.

Quien ahora ponga el acento en que hay que impedir que los ciudadanos se armen, está buscando el reloj bajo un farol muy cómodo, cuando perdimos el brillante adminículo en otras oscuridades. No habrá causa y efecto: el problema ya se instaló y es el resultado de todo un ciclo. Y así como se requieren respuestas integrales de la sociedad, del Estado, de los cuerpos especializados, las causas son también integrales.

No es hoy la pobreza y la miseria la principal causa de esta nueva ferocidad del delito. Las explicaciones son más amplias y complejas. Es el fracaso del ciclo.

El ciclo de una base social donde el delito pescó durante muchos años y reclutó organizadamente o espontáneamente a miles de jóvenes y adolescentes, y también adultos, en algunos casos familias enteras. Las bocas de pasta base son "empresas" muchas veces familiares. La consolidación, sobre todo en el área metropolitana, de zonas geográfico-sociales donde esta sub cultura se implantó con mucha fuerza. La lentitud del Estado en analizar y responder a estas nuevas tendencias es parte del problema.

Un sistema carcelario que es hoy el eslabón más débil y problemático del ciclo. En particular a nivel de los menores, donde sus perforaciones y su estructura funcional y sus locales no están en absoluto a la altura de esta nueva situación. Tenemos un número de presos que nos ha llevado a ocupar el segundo lugar en América Latina: 280 presos por 100.000 habitantes, sólo nos supera Chile que tiene 315 y esto alimenta lo peor del circuito, aportando organización y sobre todo una base cultural e inmoral a los que pasan por las cárceles y vuelven a la circulación. La proporción de reincidentes es altísima y casi siempre por delitos mayores.

El delito va donde hay plata y hoy la plata está en la droga que condiciona todo el ciclo. La ferocidad está asociada la mayoría de las veces al consumo, pero sobre todo a la subcultura del desprecio por la vida típico del mundo de la droga. A cualquier nivel de su cadena y en general más feroz cuando más abajo se está. Los ajustes de cuenta no son sólo estadísticas, cobros, son sobre todo un mensaje. Si por no pagar mis dosis me van a matar, mato. Tengo o puedo matar. Es un cambio en los lenguajes delictivos.

Si no revisamos urgentemente todo el ciclo integral del Estado para el combate por la seguridad, desde las políticas sociales, la educación, la atención a las familias, la vivienda, las formas de socialización, el deporte, pero también la parte menos noble del ciclo: la legislación sobre los delitos, sobre la droga, sobre la delincuencia con menores, sobre la reincidencia y en particular el conjunto de la institucionalidad y del sistema carcelario. Vamos a seguir asistiendo al doble fenómeno del espectáculo de la criminalidad diaria y cada día más feroz y de las reacciones sociales cada día más vengativas y feroces. Y habremos perdido la peor batalla.

Eso si, una batalla que el mundo político va a combatir cada uno con sus discursos. Cuando el que asesina en un supermercado tiene 14 años ¿cuándo comenzará a recoger firmas para bajar la edad de imputabilidad otros dos años?

Ahora, si la izquierda se va a recitar de nuevo el catequismo de las causas sociales del delito y tratar de explicarnos que allí esta todo el problema, será muy noble, muy sensible, y hasta políticamente correcto en ciertos ambientes, pero la realidad nos va a pasar por arriba. Siempre nos queda el recurso de hacer terapias colectivas gigantescas y que cada día la inseguridad nos importe menos. Algunas prédicas me suenan a eso. Hasta que les toqué a ellos, y hoy las posibilidades se multiplican.