Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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Fantasmas de "izquierda"

Fantasmas de "izquierda"

04.12.2007

Lectura: 6'

2007-12-04T09:15:00-03:00
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La izquierda uruguaya discutió mucho tiempo e intensamente sobre la existencia de una o muchas izquierdas. Es un tema casi saldado. Todos asumimos que existen, conviven, compiten y discuten pero, sobre todo colaboran diversas visiones de la izquierda, lo que perfectamente puede llamarse diversas izquierdas. Incluso hemos asumido perfectamente la profundidad de las diferencias, no sólo en el plano político, sino ideológico y cultural. Y convivimos con ellas perfectamente, es más, las transformamos en una fortaleza. Es un rasgo de identidad de la izquierda uruguaya, no es sólo una alianza electoral. A esta altura no creo necesario demostrar esta última afirmación.

Hace algunos días apareció en escena otro ángulo de ataque sobre el mismo problema. ¿Puede existir una izquierda dentro de los partidos tradicionales? El tema lo planteó Juan Andrés Ramírez al lanzar su movimiento Idea Nacional. Es un tema que tiene valor político, pero que conviene analizarlo desde diversos ángulos más amplios.

Nadie tiene derecho a ser el dispensador “oficial” del título de izquierda. Es a libre elección. Así como nadie por elegir esa clasificación política tiene asegurada su condición de ser de izquierda. Lo bueno en este país es que nadie se pelea por ser de derecha - y que los hay los hay - el centro es un espacio muy disputado y poblado y ahora también el espacio de izquierda quiere ser disputado desde los partidos tradicionales.

Analicemos el tema primero desde la política, desde este momento y el futuro político. En las elecciones del 2009 será muy difícil ganar las elecciones si el espacio de izquierda, de sensibilidad social, de cambios en la distribución de la riqueza y sobre todo en la construcción de un proyecto nacional no aporta un importante caudal de votos.

Han crecido en el Uruguay los ciudadanos que se autodefinen de izquierda. Un núcleo duro de entre el 35% al 38% es un capital electoral y político muy apetecible. El Partido Nacional se lanzó a la batalla, desde dos ángulos diversos:

Primero, desde la política, apelando a sus antecedentes y en particular a la figura y la trayectoria de Wilson Ferreira Aldunate, sin duda un hombre de avanzada y de profundas convicciones democráticas; pero sobre todo tratando de posicionarse como el ala de centro izquierda del propio partido. Por el discurso, por los temas, por la convocatoria a debatir con la izquierda en el plano ideológico e intelectual. No eligieron mal, Juan Andrés Ramírez, es la mejor figura que pueden presentar para esta tarea.

Segundo, no resistieron la tentación y decidieron agregarle el ingrediente fantasmagórico, el mensaje central de Ramírez es que la izquierda en el próximo periodo de gobierno va a ser mucho más radical, más de “izquierda”, va a atentar contra los valores tradicionales del país y para frenarla allí está él con una versión aguada y ligth de la izquierda nacional. Carambola, palos y fantasmas.

Ah y todo naturalmente promovido por el desvelo que le provocan sus 8 nietos. Ya comienzo ganándole, tengo 9 nietos y espero el 10 para el mes de abril. Diez a ocho. Y yo no estoy en absoluto preocupado, al contrario creo que el país se merece y necesita otros 5 años más de gobierno de cambios, de izquierda y que lo peor que le puede pasar al Uruguay es la restauración blanqui-colorada. Porque de eso se trata.

Ramírez a lo sumo puede aspirar a ser un rastrillito con el mango a la izquierda para juntar votos para que vuelva una alianza de hierro que ya gobernó el país y que su objetivo y su programa es la restauración. Cada una de las actitudes de la oposición, o mejor dicho la inmensa mayoría de ellas durante estos casi tres años y su trayectoria así lo demuestran. Las fuerzas de la restauración y la conservación quieren volver para poner las cosas en su sitio, con la ayuda de la autoproclamada nueva “centro izquierda”.

Si ellos vuelven dentro de dos años a gobernar  yo tengo un profundo temor por la suerte de mis diez pobres nietitos. Me temo que una lista interminable de políticas que se aplicaron con variaciones de matices rosados vuelvan a dirigir el país, en la economía, en la sociedad, en las relaciones laborales, en la salud, en la educación, en la mayoría de las cosas. No digo que en algunos aspectos no pueden hacer cosas buenas, incluso mejores que las nuestras, no soy necio y retrogrado, me refiero a lo fundamental a lo que define el rumbo de un país. Y allí tiemblo.

Naturalmente que fuera de este “pequeño” detalle político, debemos estar plenamente dispuestos a discutir con Ramírez y con todos los que aporten ideas, polémicas, proyectos a un imprescindible enriquecimiento de la vida política nacional, que hoy vuela en ciertos temas tan, tan bajo. Discutamos de Marx, de Hegel, de Keynes, del liberalismo, de historia nacional y sobre todo de visiones prospectivas, de cómo imaginamos el país del futuro. No sólo por nuestros nietitos, sino también por nuestros hijos y por nosotros que por ahora seguimos empecinadamente aquí. Plantados.

También es interesante el debate con el doctor en economía Ernesto Talvi, que en una reciente intervención se declaró partidario de la socialdemocracia y hasta del socialismo a la chilena o a la española, aunque fue el principal asesor del equipo económico del gobierno y Economista Jefe y Director del Departamento de Política Económica del Banco Central del Uruguay (1990-1995) durante el gobierno blanco, que de socialdemócrata tuvo más bien poco o nada.

Lo que nadie puede pedirnos a los uruguayos es que para discutir de estos exquisitos temas ideológicos y culturales, nos chupemos olímpicamente el dedo de la política.. Eso se lo dejamos a nuestros nietitos - por ahora - aunque en esta época ni ellos creen mucho en fantasmas.

   (*) Periodista, coordinador de Bitácora.

PD. Una anotación que me obliga. No comparto en absoluto las posiciones ni las acciones de Plenaria Memoria y Justicia, pero me parece un exceso condenar a Norma Leites o a cualquier persona a 12 meses de prisión por unas pintadas en un muro, aunque se hagan en una sede del Poder Judicial. Si la ley obliga, cambiemos la ley, pero es una barbaridad. En otras épocas hubiéramos protestado con todo el fervor.