Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Espejo

Espejo

20.02.2013

Lectura: 3'

2013-02-20T08:27:35-03:00
Compartir en

Los anuncios realizados por el Consejo Directivo Central de la UTEC ante el Congreso de Intendentes y la prensa no pueden ser más auspiciosos. Innovación metodológica, búsqueda de la calidad, evaluaciones externas, atención de la realidad de los estudiantes y del mercado laboral, descentralización, educación a distancia, énfasis en la informática y el inglés y fomento del emprendedurismo, son algunos de los aspectos más llamativos y esperanzadores.


Así, el consejero Pablo Chilibroste, dijo que la institución apuntará a la búsqueda de la excelencia y del liderazgo regional, su colega María Grompone habló de la creación de cursos a distancia y el también consejero Rodolfo Silveira, destacó que una universidad como la UTEC tiene que fomentar el "emprendedurismo entre los jóvenes" porque "no todo el mundo tiene que ser empleado". Aunque muchas de las ideas ya se apliquen en algunos institutos privados, debe reconocerse que es infrecuente escuchar autoridades de la educación pública con un discurso tan audaz y contemporáneo.


Quizás lo más destacable sea el reconocimiento de que un centro educativo debe aceptar (e incluso promover) que su desempeño sea sometido a una evaluación externa. Hace un par de años, publiqué en esta misma columna un comparativo sobre los sistemas vigentes en el Mercosur: en todos los países se evalúa externamente a las universidades públicas, a excepción del país de la UDELAR.
Cuando el presidente Mujica afirma que con la UTEC "nos jugamos el Uruguay del futuro", nos dice de la misa la mitad: de poco servirá la mejor universidad tecnológica si el resto del sistema educativo no aplica similares criterios de gestión.


Si estos tres docentes pueden, como afirman, obtener algo "diferente, más eficaz y mejor" de lo que tenemos, ¿cómo evitar que sus virtudes se repliquen? En tal caso, ¿por qué el presidente de la República, que fue quien los designó, no dispone que tales ideas se extiendan al resto de la Educación Pública? Y más aún, ¿qué se debería hacer para evitar que los beneficiarios del actual estado de cosas (ya sea por su espíritu burocrático o porque la decadencia resulta funcional a ciertos proyectos ideológicos) comiencen a torpedear o encapsular las innovaciones?


Los anuncios de los consejeros de la UTEC abren muchos interrogantes. ¿Será posible conseguir que la UDELAR, cuya gestión es autónoma pero que se financia con dineros públicos, rinda cuentas de su eficiencia mediante la implementación de un sistema de evaluación externa que hasta ahora ha rechazado? Si los criterios que aplicarán los consejeros de la UTEC demuestran ser más eficaces y sus centros educativos obtienen mejores resultados, ¿no será del caso que se modifique la ley bajo cuyo imperio funciona la UDELAR, de modo que la sociedad que la financia pueda obtener similares beneficios?


En otros países de la región se ha intentado algo similar: como no se podía vencer las inercias y los bloqueos de los grupos de poder que operan en el sistema educativo, se optó por crear nuevas universidades y centros educativos con diseños institucionales y metodologías acordes con los tiempos que corren.

De concretarse estos planes, la UTEC cumplirá una función acaso más importante que aquella para la que fue creada: se convertirá en un espejo en el cual deberá mirarse el resto del sistema público de enseñanza.