Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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En pleno Salto

En pleno Salto

04.06.2013

Lectura: 6'

2013-06-04T07:44:00-03:00
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Crónica de un viaje


El fin de semana pasada viajé a Salto. Hace muchos años que no iba. Tuve la oportunidad de cuadricular la ciudad en auto, de norte a sur, de este a oeste y naturalmente recorrer toda su costanera, desde Arenitas Blancas hasta el club de Polo.

Hablé con bastante gente, que siempre es lo más importante. Parientes, amigos, choferes, comerciantes, mozos, trabajadores, empresarios. Lo mío es un pantallazo, anécdotas sin pretensión de un relato. Dos días son muy poco.

Se nota en muchos detalles una ciudad próspera, con obras, con emprendimientos y también contradicciones. Un hotel reciclado, el “Salto Hotel & Casino” realmente de primera, con posibilidades de competir con los mejores hoteles del país. En todo sentido. En el mismo edificio reciclado donde había casi una ruina. Una ruina noble, pero muy deteriorada. Ahora está impecable y funciona impecable.

Automotoras de todas las marcas imaginables y de todos los modelos. Impresiona la cantidad y variedad. Casas de electrodomésticos, jugueterías, ropa y calzados, muchas casas de calzados en el centro (la mítica calle Uruguay) y en el shopping. Se ve que los salteños y las salteñas tienen muchos pies...y los calzan.

La costanera de Salto es lo más lindo de la ciudad, más de 9 kilómetros de largo, una vegetación variada, parques y plazas de juegos y muy lindas casas. En algunas zonas la pobreza también llego a la costa del río. Impresiona lo cerca que está Concordia, del otro lado de un río de no más de un kilómetro de ancho. Debe ser una mala pasada de la memoria, de cuando yo iba a Salto por razones políticas y tenía pocas posibilidades de recorrer esa zona fundamental de la ciudad que es su larga y hermosa costanera.

Es la ciudad de los semáforos. Para esa dimensión, se han instalado una impresionante cantidad de semáforos, durante varias administraciones departamentales. Parece que los salteños son de pisar el clavo y tienen abundan accidentes.

La ciudad está limpia, en el conjunto de la zona urbana, plazas, parques y calles luce muy limpia, discretamente iluminada, pero aceptable. No se ven grande obras, a no ser la regional de la Universidad de la República, que es una obra importante y que tiene sus años. El transporte que es municipal – por los pocos ómnibus que pude ver – parece bastante envejecido. Los jubilados tienen boleto especial. Y  los taxis, comparados con los de Montevideo, son del primer mundo.

Algo debe haber hecho el actual intendente Germán Coutinho porque pude comprobar que tiene un alto nivel de apoyo ciudadano. Ahora, si es por el estado de la ciudad, no hay nada que llame la atención, como sucede en otras intendencias. Averiguar el nombre de una calle es un acertijo, no hay un cartel ni por casualidad, las señales de tránsito y la pintura de las calles es bastante carente. Pero reitero, algo debe haber hecho, escuchará muy bien a sus vecinos, porque lo tienen en alta estima.

Un detalle pintoresco, no vayan a entrar a la callecita que circunvala, en pleno corazón de una manzana del centro entre calle Uruguay y calle Artigas, el Mercado, porque las dos calles de entrada van solo en una mano y para salir hay que violar la más elemental norma de tránsito y recorrer una metros a contramano o dejar el auto anclado de por vida en esas cuatro cuadritas empedradas...

Salto fue una ciudad con grandes pretensiones, urbanísticas y culturales. Tiene dos hermosos teatros recuperados, y tiene algunos edificios públicos realmente impresionantes. El teatro Larrañaga y El Ateneo, tiene además dos diarios, El Pueblo y Cambio, que junto con el Telégrafo de Paysandú, son proporcionalmente los mayores diarios del país.

En calle Artigas hay un edificio donde funciona el Correo, la DGI y la Corte Electoral. Es más imponente que los de las sedes centrales de Montevideo y está en pésimas condiciones. Y me puse a reflexionar entre la diferencia de mentalidades y de generaciones, los que construyeron esos edificios y su mensaje de grandeza, de audacia, de apuesta al crecimiento y el esplendor de una ciudad y, los que los utilizamos actualmente y le ponemos cuatro chapas para evitar que el revoque que se desprende se le caiga en la cabeza a los usuarios y, dejamos que se siga deteriorando, no lo pintamos, no lo mantenemos como corresponde.

Lo mismo puedo decir de algunos edificios municipales, situados en puntos estupendos de la ciudad y con un mantenimiento mínimo imprescindible. ¿Habremos cambiado tanto los uruguayos? ¿Todavía no nos sacamos el pesimismo de la decadencia?

No estuve en las termas, que son el punto fuerte de Salto, y que crece en forma constante. Ya se está iniciando la construcción de un nuevo hotel cinco estrellas en las termas más próximas a la ciudad, las de Daymán, ni las del hotel Horacio Quiroga y las de Arapey. Se han desarrollado en forma explosiva, en el mejor sentido de la palabra.

Dos apuntes finales. Viajamos en ómnibus desde la terminal Tres Cruces y tuvimos la malísima idea de dejar estacionado el auto en el parking del Shopping y que se supone que están en terrenos que eran públicos y deberían prestar un servicio a la terminal de ómnibus. Lo hacen, siempre y cuando uno se quede poco tiempo, si deja el auto por dos días le cobran la módica suma de 2.400 pesos, 40 pesos por hora, no importa cuantas horas sean. Es decir es un estacionamiento para multimillonarios. El segundo nivel donde dejamos el auto, a las 11 de la noche estaba vacío, tan vacío que había que subir un piso para pagar el estacionamiento en la otra planta. Además no hay un solo cartel indicador de que al dejar el auto estacionado uno se somete a tal despojo. $ 960 pesos por día, más caro que alquilar un auto...

El servicio del ómnibus directo, cumple con las promesas: llega exactamente en seis horas, incluso algunos minutos antes. Casi todo el trayecto aceptable, en una parte de la ruta 3, se puede padecer el mal de San Vito, por las vibraciones del coche sobre el pavimento....

El viaje en ómnibus lo hicimos de día y regresamos de noche. Cruzamos uno de los ejes productivos del país y se nota el cambio, el nivel de la producción, de la tecnificación en el campo. Solo un ciego o con mucha mala leche se puede ignorar el salto productivo, económico y social que vive el interior del país, campaña y ciudades.