El homicidio de dos adolescentes en las afueras de la cancha de Aguada causó una ola de dolor e indignación, aunque casi todos señalan a otros como los responsables. Desde la oposición se apuntó al Ministerio del Interior, como si la Policía pudiera cuidar durante un tiempo impreciso cada esquina de Montevideo potencialmente peligrosa. Ya no se trataría solamente de evitar que los violentos impongan sus códigos en los escenarios deportivos sino de anticiparse a cada movimiento de los parciales, lo que no resulta operativo ni parece razonable. ¿Cómo lidiar con un puñado de jóvenes dispuesto a matar de la manera más cruel y cobarde? El fenómeno amerita un abordaje que excede en mucho, aunque no lo sustituye, el policial o administrativo y debería involucrar a toda la sociedad. Esas bandas que se forman en torno a ciertos clubes de fútbol y de básquetbol no se organizan espontáneamente ni se financian con dinero de los participantes. Cargar las tintas a los autores materiales de los crímenes es cortar el hilo por lo más delgado. Así suele ocurrir y así vamos. Quien está dispuesto a matar por sus diferencias de cualquier tipo con otras personas, tarde o temprano terminará matando o alentando a otro a que lo haga. Hijos de la miseria, la exclusión social, el maltrato familiar, el desamor o la simple indolencia, los miembros de estas bandas suelen trabajar al servicio de personas adultas, con dinero y poder suficiente como para financiarlos y organizarlos. Para que un hincha de 25 de Agosto apuñale hasta la muerte a un adolescente porque dijo ser "de Aguada y Nacional", debe mediar un entorno de justificación criminal, pero también una organización que lo acepte y aliente en esos "valores", además de alquilar el camión, ofrecerle entradas gratis y, según su jerarquía en el grupo, proveerlo de dinero, drogas ilegales u otros favores. No se sabe si este es el caso de los homicidas de 25 de Agosto y eso es, precisamente, lo que investigan la Policía, la Justicia y las autoridades del básquetbol. El presidente de la Federación Uruguaya de Básquetbol, Ney Castillo, está dispuesto a repetir la ejemplarizante decisión que llevó a la desafiliación de Goes si fuera del caso. Como no hay antecedentes de dirigentes o adjuntos procesados por participar en hechos de violencia, quizás sea sólo leyenda que algunos de ellos organicen y financien estas bandas para patotear rivales, disciplinar jugadores y hacer su negocio bajo la fachada salvífica del deporte. Mientras las autoridades lo averiguan, no deberíamos fingir que el problema no nos involucra. Esta trama de justificación criminal comprende a cientos de personas que no integran esas bandas ni jamás matarían a nadie, pero que encuentran divertido corear el recuerdo de tales salvajadas, y aún a periodistas con tendencia a dramatizar las consecuencias de las justas deportivas ("partido de vida o muerte", "se juegan la vida", "lo mató de contragolpe", etc.) olvidando que ciertos sectores de la población ni dominan el sutil arte de la metáfora.
En capilla
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13.05.2009
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