Contenido creado por Julia Peraza
Navegaciones

El placer del silencio

El placer del silencio

Cada uno pasa sus vacaciones como puede o como quiere. Se supone que el objetivo principal es descansar, prepararse para un año de trabajo, compromisos, tensiones, y que para ello la diversión, las diversas formas del placer ocupan una parte importante de nuestros planes. El domingo regresé a Montevideo. Si tuviera que elegir qué es lo que inmediatamente más extrañé de mis tres semanas de vacaciones, lo puedo decir sin ninguna duda, fue el silencio.

24.01.2017

Lectura: 4'

2017-01-24T09:30:00-03:00
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La vida cotidiana, la compleja y muchas veces tensa relación con la ciudad, te somete inexorablemente a una avalancha de sonidos impuestos o voluntarios. El tráfico, por encima de todo, la radio, la televisión, el teléfono, las conversaciones y muchas otras cosas. Entre esos sonidos hay naturalmente no solo ruidos, sino también músicas y voces diversas. Músicas y voces que construyeron lo mejor de nuestras vidas.

Pero las vacaciones te permiten una libertad de elección inigualable. Es una elección personal, intransferible.

Creo que uno de los cambios más profundos e irreversibles que hemos sufrido con el tiempo, y que para algunos es un goce, es el aumento, la presencia creciente del sonido en nuestras vidas. Las nuevas tecnologías, los celulares en todas sus variantes, la inundación automovilística, fueron colando en nuestra cotidianidad, en nuestros paseos y caminatas, en nuestras casas y lugares de trabajo, una presencia cada día mayor del sonido como un protagonista central, inexorable.

Caminar al costado del mar y compartir con miles de personas ese ejercicio no sólo físico, es cruzarse siempre con una colección infinita de aparatos celulares en funcionamiento en sus diversas opciones, con los auriculares como complemento obligado. Incluso con varias personas que hablan solas, o lo aparentan, pues utilizan una de las posibilidades de sus fonos.

Yo no puedo decir que me desconecto totalmente del celular, pero un recreito me lo tomo, a pesar de lo que dice y me recrimina Selva con frecuencia.

El silencio no es solo la ausencia de sonidos; es mucho más. Es escuchar otras cosas, las que uno elige y selecciona de su propia colección.

Hay gente que piensa, escribe y vive acompañado de sonidos, de melodías. yo con los años he comenzado a valorar cada día más el silencio. No tiene por qué ser absoluto o total, basta que cada uno asuma en condiciones mínimas la necesidad de escucharse a sí  mismo, el ruido de sus propios engranajes mentales y emocionales. Tienen sus propios sonidos.

Durante todo el verano los uruguayos conocemos los datos sobre la cantidad de turistas que nos visitan, es algo importante para el trabajo de muchos miles de compatriotas, para la economía del país. La gente viene por los más diversos motivos, no voy a pretender interpretarlos, pero hay una condición que tiene el Uruguay que es impagable: los grandes espacios libres, vacíos o casi vacíos.

Los países pueden tener riquezas artísticas, arquitectónicas, naturales, incluso humanas, de afectividad y respeto, pero hay algo que es muy difícil de encontrar: los espacios vacíos y silenciosos.

El Uruguay los tiene en abundancia. A pocos quilómetros de su capital se pueden encontrar esos espacios verdes marinos, suavemente ondulados, boscosos o cultivados. A pocos quilómetros de las playas desbordantes de Maldonado o de Rocha hay grandes extensiones de mar, arena y océano casi solitarias. Y eso es impagable, no se puede construir. Se puede destruir.

En esos espacios no hay silencios sobrecogedores y absolutos, hay olas cantarinas o rugientes, hay vientos silbadores, hay miles de sutiles músicas naturales, que además nos dan la opción de apreciarlas y de construir nuestra propia sinfonía.

Los uruguayos nos quejamos de la pequeñez de nuestro mercado, de lo reducido de nuestra población y muchas veces no sabemos apreciar el enorme valor, en un mundo cada día más atestado y ruidoso, de esos espacios para compartir imágenes y silencios.

Cada uno puede encontrarse a si mismo incluso en el fragor de una batalla de sonidos, no es a eso que me refiero, sino a la sensación inigualable de gozar de un silencio propio, elegido y construido por nosotros mismos.

Creo que el mundo sería mucho mejor, más pletórico de sonidos positivos y musicales, si fuera más silencioso. Y esa es una construcción también personal.