Hasta aquí todo bien. Google. Se ha hecho un insumo obligatorio y cotidiano en mi vida. Y digo en mi vida porque no solo lo utilizó para mi labor periodística, sino también para consultar sobre temas médicos (¡cuidado!), recetas de cocina, viajes, temas militares etc. etc. etc.
No exagero al afirmar que Google se ha transformado en una herramienta muy importante para muchas, muchas personas en todo el mundo. Es un invento genial, que se combina con Wikipedia, a la que accedo generalmente a través de Google. El tema es que, como con todas las herramientas, su uso puede causar daños "colaterales" graves y muy peligrosos. Un martillo puede ser muy importante, pero si rebota, o es demasiado grande y tosco, puede producir aplastamientos y heridas graves. Eso sucede con Google.
Vayamos a los hechos: a lo largo de todos estos días desde que busqué el hotel Oktyabrskaya en Google, es decir 18 días, en la inmensa mayoría de las páginas web a las que accedí en forma directa, sin pasar por Google, me aparece, incluso hoy, anuncios publicitarios ofreciéndome este hotel en Nizhniy Novgorod de todas las maneras posibles, con foto, solo con texto. Cualquiera puede hacer su propia prueba, similar o seguramente le ha sucedido.
Es claro cómo funciona el mecanismo: se entra en Google y uno queda registrado en sus gustos, sus inclinaciones, sus búsquedas, y eso se transforma en una mercancía, en el sistema para ofrecerte hasta el hartazgo servicios y productos. Los amantes a ultranza del mercado dirán que es la forma de financiar el funcionamiento de Google y de otros grandes operadores y redes en Internet...
Pero, ese sistema está basado a nivel privado en la misma filosofía extremadamente peligrosa de vigilancia de la gente, de los gobiernos, de las empresas, de las instituciones por parte de Google, controlando su tráfico de forma similar a la que utiliza la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) junto con otras agencias aliadas (Canadá, Nueva Zelanda, Gran Bretaña y Australia) que utilizan y operan el sistema Echelon para espiar e inmiscuirse en nuestras vidas, en las vidas de otros países.
Es muy grave. Y lo más grave es que nos hemos acostumbrado, que nos parece totalmente normal, que sacrificamos por ignorancia, por indolencia o por resignación una parte importante de nuestra intimidad, por lo tanto de nuestra libertad y la seguridad de nuestros países y gobiernos en lo que debería ser la red de redes, la forma más democratizadora de la globalización, de la información, es decir de una parte importante de la cultura.
La mercantilización de nuestros gustos no puede llegar a ese nivel de intromisión, de uso y abuso de la información que reciben estas monstruosas empresas de Internet. Antes monstruosas se refería a su tamaño, ahora ese término comienza a tener otra connotación.
Los invito a hacer la prueba y a preguntarse no solo sobre el episodio, sino sobre su proyección hacia el futuro. ¿Nos quedará algún jirón de intimidad? ¿Internet será un terreno de libertad y de comunicación horizontal o un terreno de caza comercial? ¿Internet y las nuevas tecnologías de la información, como en su momento lo fueron los avances en la investigación química y orgánica, serán otro terreno de guerra o de paz?
Hay mucha gente preocupada y trabajando duro en esos temas. Estemos atentos.
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