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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

El crecimiento no es suficiente

A pesar del crecimiento económico continuo e importante de nuestro país durante casi un quinquenio completo, el gobierno no ha encontrado la forma de propiciar las condiciones para transformar significativamente la realidad de nuestra sociedad.

21.07.2008 09:55

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2008-07-21T09:55:00-03:00
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En efecto, los indicadores macroeconómicos son seguramente los mejores en muchas décadas de nuestra historia moderna, las tasas de crecimiento del PBI no tienen parangón, la desocupación ha llegado a los niveles más bajos en muchos años, los niveles de exportaciones son muy elevados, los precios internacionales de nuestros productos “están por las nubes” y se ha podido renegociar la deuda pública en forma muy favorable.

Sin embargo, nuestra sociedad expresa en forma inmutable un conjunto de gravísimos problemas que, lejos de reducirse en estos años recientes, se han ido agravando paulatinamente.

La pobreza se ubica en el entorno del 25% y el ritmo de su reducción es sensiblemente lento y gradual, a pesar de las cifras del crecimiento económico y de la reducción de la desocupación. Los indicadores de integración social son muy negativos. Los asentamientos irregulares no paran de crecer a un ritmo vertiginoso sin que se hayan impulsado políticas capaces de revertir la tendencia. Los carritos de recolectores se multiplican en forma alarmante en toda la capital y zona metropolitana, generando graves riesgos de tránsito y estimulados por los millares de pequeños depósitos que el sistema de contenedores ha generado, lo que permite extender el horario y los recorridos.

La sensación de inseguridad ha llegado al nivel record de toda nuestra historia. De acuerdo a una encuesta muy reciente, tres cuartas partes de nuestra población tiene una fuerte percepción de inseguridad y sólo un ínfimo cinco por ciento se declara satisfecho con la situación. Difícilmente se pueda decir que estos registros están reflejando una mera percepción subjetiva.

Las señales de prosperidad que el gobierno destaca y subraya no han impedido que alrededor de veinte mil uruguayos por año se sigan yendo a buscar su destino en otras tierras. La emigración se ha convertido en un fenómeno endémico que no se reduce porque las expectativas que el país genera no son suficientes.

Como si fuera poco, tenemos la tasa más alta de suicidios en la región y una de las más altas del mundo. Reflejando un comportamiento que significa una forma dramática y horrible de “irse” también de la sociedad.

Nuestros indicadores educativos no han cesado de empeorar en estos años y un estudio reciente indica que Uruguay ocupa el penúltimo lugar en toda América Latina, en el porcentaje de adolescentes de 15 a 17 años que viven en hogares pobres y no estudian ni trabajan. Por debajo de países como Guatemala, Panamá, El Salvador, Ecuador y sólo por encima de Honduras.

Es evidente que las políticas públicas que este gobierno ha impulsado en estos años en los diversos planos del acontecer social, han sido notoriamente ineficaces y estériles. Por otra parte, algunos estudios ya nos golpean indicando que en estos años de gobierno de izquierda se ha producido un avance en la concentración del ingreso. Esta sí que es una brutal paradoja.

La transformación urgente de las condiciones de nuestro sistema educativo, el impulso inmediato a planes de verdadero contenido integrador y no reducidos a la dádiva de un subsidio, y una transformación de nuestra estructura de seguridad pública son tres aspectos que se deben registrar en el debe de esta gestión de gobierno.