Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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El alambre celeste

El alambre celeste

26.07.2011

Lectura: 4'

2011-07-26T09:54:59-03:00
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La selección nacional de fútbol que acaba de ganar la Copa América, en una demostración excelente de buen juego, de coraje deportivo y de inteligencia, tiene una carencia fundamental: no está atada con alambre.

No es una improvisación, un conjunto de buenos jugadores con buenas intenciones, mucho pueblo detrás pidiendo a grito algo, una copa, un campeonato y todo unido con un oxidado rollo de alambre. Es exactamente lo contrario.

El fútbol sirve para divertirse, para apasionarse, para enojarse, para sufrir hasta las lágrimas y para proyectar críticamente muchas enseñanzas.

Un país con tres millones cuatrocientos mil habitantes salió 4to en un mundial de fútbol, vicecampeón del mundo en la división sub-17 y campeón de América, en un continente que tiene más de 500 millones de habitantes y si se cuentan los Estados Unidos, supera los 800 millones. No hay explicaciones totalmente racionales.

Es un tema de tradiciones, de escuelas futbolísticas que se forjan a lo largo de un siglo, de tradiciones y de densidad de jugadores y técnicos. Pero en este caso, en este proyecto que abarca todas las selecciones, hay algo más.

Hay un proyecto y una forma de trabajar y de organizar el funcionamiento del equipo, que tiene muchas facetas: algunas deportivas, otras psicológicas y espirituales. Basta ver las declaraciones del maestro Oscar Tabárez y de los jugadores. Y sobre todo basta verlos en la cancha. ¿Cuánto hace que no veíamos una selección uruguaya con tanta superioridad sobre el rival y corriendo y jugando los 90 minutos, jugando muy bien?

Eso es organización, es espíritu colectivo, es aprovechamiento balanceado e integral de las virtudes individuales y colectivas. Es "garra", pero con "garra" se puede ganar un partido, pero nunca un campeonato con 7 partidos. Se ganó porque Uruguay era notoriamente la mejor selección de la copa. Lo dicen todos.

Y armar un equipo con esas características, con esa claridad de objetivos, con ese juego colectivo flexible, que se fue adaptando a las diversas circunstancias, incluso dentro de un mismo partido - recordemos el segundo tiempo contra Argentina - es lo más ajeno y lejano al uso del alambre. Es excelencia.

Es una lección para todos. Por cada una de las partes. Por ejemplo, la justa combinación entre el equipo y las individualidades. No es una manada pareja y gris, son individualidades que resaltan dentro del equipo. Sin Suárez, Forlán, Muslera, Lugano, Arévalo Ríos y todos los demás, no hubiéramos ganado. Pero ellos fueron grandes en el conjunto, porque puso en relieve sus mejores condiciones.

Para jugar ese fútbol hay que tener una preparación física impecable, alejada de todo alambre. Los jugadores uruguayos corrían los 90 minutos, incansables. Esa es una justa combinación de corazón y músculo. Ambos.

Uruguay le tiene un amor ejemplar a su camiseta. La gente sigue a su equipo como en ningún otra parte del mundo. El recibimiento, los festejos, la emigración masiva para ir a ver los partidos es admirable. Apoyar a la celeste es una obligación patriótica nacional. Y así la sentimos. También por eso sufrimos tanto en otras oportunidades.

Esta selección es además un ejemplo de que no hay que mezclar los negocios con el fútbol y atarlos con alambre. Aunque reluzca de millones. Es lógico que son profesionales, que quieren tener su carrera, que se la merecen, pero también quedó demostrado que el que manda no puede ser el negocio, la "empresa". Tiene que ser el fútbol

Aunque el mundo del fútbol, comenzando por la FIFA y la CONMEBOL, es parte de un gran circo económico, nuestra selección debe tener su identidad, su independencia del negocio. No hay procesos estériles, asexuados y estancos, obviamente los temas se tocan, el problema es cuando el que manda es el negocio, por encima del fútbol. Ya sabemos como funcionó, ató la selección a sus intereses con el peor alambre y nos llevó a un fracaso detrás del otro.

Hay una lección para todos los uruguayos: ¡Podemos!. Podemos trabajar, desvivirnos, construir la excelencia, una buena organización y podemos exigirnos grandes metas. No es un problema de tamaño, sino de horizontes.

Las cosas atadas con alambre terminan oxidándose.