Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Navegaciones

El País, entre el apocalipsis y el oficialismo

El País, entre el apocalipsis y el oficialismo

30.04.2012

Lectura: 6'

2012-04-30T14:55:00-03:00
Compartir en

 

Este domingo leí El País. Lo confieso. Lo hago regularmente. Es una obligación política y profesional. Ese día es por lejos el diario con mayor tiraje y venta del Uruguay. No sirve leerlo en Internet, hay que verlo, palparlo, hojear sus encartes. Es una experiencia.

Primera plana de este domingo: “Cuarto mes que cierra con un muerto por día en las calles”. “Armas. Requisas se multiplican por cinco en últimos dos años: 20 por día”. “Presos y guardias: cómo es la convivencia en el infierno penitenciario” “Tildan de provocador y caradura a Dovena”. “Codicen solo nombra gente del FA y sin credenciales”, “Peñarol ganó y está en carrera”, “Uruguay cada vez más aislado en el MERCOSUR”, “Argentinos temerosos por futuro de sus fondos”. Y algunos más…

Si cualquier visitante o un uruguayo desprevenido leyera esa primera plana o se adentrara en algunas de las páginas de información y de opinión de El País, saldría disparado hacia cualquier destino, con sus inversiones, su residencia, su familia y su mascota. Despavorido.

Repasemos las páginas de opinión: “Lo que destapó la crisis carcelaria”, “El peligro está aquí”, “Tiempos de inseguridad social”, “El Mercado de las Pulgas”, “Autoridad en crisis”. Hay una sola excepción, Carlos Maggi - nadie podrá tildarlo de oficialista- reflexiona, hace pensar, en este caso nada menos que con la formación del Instituto de evaluación educativa bajo el título “Evaluación, santo remedio”.

Ah, me olvidaba… una enorme página: “ASSE teme colapso de los hospitales en invierno”.

No es una excepción, es todos los domingos. El País aprovecha que es su día estelar para disparar todas sus baterías políticas de grueso calibre contra el gobierno y todo lo que tenga algo que ver con él. Dispara con alza cero. Es el apocalipsis semanal.

Pero negocios, son negocios, así que además distribuye junto a su edición diversos encartes, esos folletos comerciales cada día más gordos y coloridos. En esta oportunidad en proximidad del día de la Madre, son cuatro. Una es una revista de casi 100 páginas con ofertas, en su inmensa mayoría de electrodomésticos y ropa de “Géant”, el segundo es uno bastante tradicional, de Tienda Inglesa, el tercero es de Multi Ahorro Hogar y el cuarto de Nelson Sobrero. Impresionan, es el canto al “nuevo uruguayo” consumidor.

En el cuerpo del diario hay avisos para todos los gustos, destinos, colores, tamaños y posibilidades. Qué empresas tan desprevenidas y derrochonas, gastarse toda esa plata en un país en ruinas y a la deriva.

Si se mira más atentamente otras secciones y páginas del diario aparece la terrible sombra del oficialismo, del oficialismo que no pueden ocultar. Las noticias del campo, de los salarios, de la producción, no las pueden olvidar, están allí, testarudas. Claro, son simples casualidades que según el diario nada tienen que ver con la política de este gobierno.

En el Uruguay de El País los salarios, el consumo, la capacidad de compra, la producción de carne, de lana, de cereales, el crecimiento de las inversiones son todas casualidades, regalos del clima o de los mercados internacionales. Es su oficialismo obligado y pecaminoso, si pudieran hasta eso ocultarían.

Ahora, si sus hermanos o sus primos estuvieran en el gobierno y tuvieran la mitad, un cuarto de los resultados que tiene este gobierno en materia de políticas económicas y sociales, los encartes serían directamente para cantar sus alabanzas. Lástima que nunca consiguieron nada parecido. Porque con la izquierda se vive mejor. En serio.

Ellos mejoran sus equipos, sus plantas industriales, su impresión y en algunos días de la semana hasta mejoran y pluralizan su información, pero los domingos les salen las garras, los domingos son todos de luna llena y aúllan.

Son los mismos que afirman que las clases sociales no existen, las ideologías son un invento de los nostálgicos de la “Guerra fría” y que hay que modernizarse, actualizarse. Sobre todo si se trata de la izquierda.

Leyendo El País del domingo uno comprueba que hay una clase uruguaya que nunca muere, que permanece fiel a su bandera y sus consignas, son los hidalgos del poder tradicional. Ellos sienten que algunos entrometidos ocupan un lugar en la sociedad y en el Estado que es de ellos por designio divino o terrenal. No importa por qué, pero es de ellos y hay que recuperarlo.

¿Cómo pueden permitir que la izquierda, esos rotosos irredentos que se proponen nada menos que democratizar la riqueza, la renta, las oportunidades, el Estado, estén sentados en esos lugares sagrados que les pertenecen?

No soportan que su relación con el poder no sea con el parentesco de siempre, ocupándolo, defendiéndolo y sobre todo ejerciéndolo para asegurarse la eternidad y ese lugar que creen haber conquistado en la historia.

Sus páginas de economía o del campo o sus encartes oferentes son un pequeño recreo en la gran cruzada para reconquistar el poder.

Durante décadas enarbolaron el estandarte de su supuesta paternidad sobre la democracia y cuando les vino bien la arrastraron por el lodo. Luego su bandera fue el “mercado” y sus leyes obligadas y obligatorias que solo ellos sabían manejar y domeñar y un día, se les encabritó el mercado, los bancos ajenos y bandidos se le vaciaron y se les cayó otra estantería. No les importa.

La economía y sobre todo la política se les puso en contra y todas las tragedias que vaticinaron si llegaba la izquierda al poder no solo no se cumplieron, sino que funcionó todo exactamente al revés y la realidad los golpeó en el rostro de sus pretensiones de volver a pronunciar los mismos apellidos de siempre al frente de los puestos que ocuparon durante 170 años. Y en eso están.

La izquierda tiene mayoría parlamentaria propia y a pesar de ello o precisamente por ello, los convoca al diálogo a acordar políticas nacionales sin exclusiones. Lo que ellos nunca hicieron.

Si alguien quiere bucear hasta el fondo en esas aguas de ferocidad de la derecha, de tenacidad en la batalla por reconquistar el poder, en lugar de leer los suplementos de aviso, le bastara con hojear el diario El País. Eso sí, los domingos.

Allí encontrará pocos matices, pocas diferencias y si encuentra alguna mínima atención por algo de izquierda, sospeche mi amigo, sospeche.