Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Ejemplo

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09.01.2013

Lectura: 3'

2013-01-09T09:42:10-03:00
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De pronto, José Mujica aparece en el New York Times y en la televisión coreana por ser "el presidente más pobre del mundo". Su estilo de vida austero sorprende a los cronistas extranjeros, por contraste con el boato que rodea a la mayor parte de los mandatarios. Este reconocimiento internacional deja embelesados a sus seguidores y llena de resentimiento a sus detractores. No falta incluso quien pretenda que ese hombre rechoncho, desprendido de cuestiones materiales salvo las del paladar, sea tomado como un ejemplo por los uruguayos.

¿Estamos ante la reencarnación del Mahatma Gandhi o ante un hábil político que esconde, detrás de su austeridad, una vida dedicada en cuerpo y alma a conquistar el poder? Más allá de las apostillas de sus enemigos y panegiristas, quizás asomen otros asuntos interesantes.

Por lo pronto, no hay manera de comparar el testimonio de vida del presidente uruguayo con el de Gandhi, por mucho que ande en un Fusca y se cocine su propio guiso. El líder indio carecía de todo bien material, salvo unas sandalias, un par de lentes, un libro de oraciones, un tazón y unos cubiertos con los que comer su magras ingestas. Mucho más importante que eso, pudiendo acumular todo el poder político y religioso que quisiera, Gandhi no aceptó cargo alguno. Sabía que su desprendimiento era el camino de su libertad y que si él hacía lo que le dictara su conciencia, podía ayudar a su pueblo a lograr su propia libertad.

El desprendimiento tiene sentido cuando afecta algo que se valora. A diferencia de la mayor parte de sus colegas, incluyendo varios líderes de izquierda, Mujica puede vivir con muy poco porque no encuentra valor en el confort que dan algunos bienes materiales. Por eso ocupa parte de su valioso tiempo en las tareas domésticas más pedestres, como cocinar la comida de su perra Manuela. Pero si es así, ¿qué valor tiene su renunciamiento?

 Gandhi ayunaba para presionar a sus compatriotas a que lucharan unidos por la libertad pero no dejaba de sentir hambre. Su renunciamiento tenía un enorme valor espiritual porque daba algo que le resultaba necesario. No hemos visto a Mujica hacer algo semejante.

La vida del presidente uruguayo no tuvo como norte la acumulación de riquezas sino la lucha por el poder. Desde su militancia en el viejo herrerismo, pasando por su etapa de guerrillero en democracia y de rehén de los militares, hasta la consagratoria experiencia del MPP y el Espacio 609, Mujica no ha hecho más que acumular prestigio y poder. Tan exitoso fue en su empresa que alcanzó lo máximo a lo que puede aspirar un dirigente político.

Nadie tiene derecho a reprocharle que haya acumulado lo que tanto valora ni que haga con su cargo presidencial lo que sus ideales y sus principios le marcan. Pero en un país que convirtió en dogma aquello de que "el lujo es vulgaridad", que cantaban Los Redondos, ¿dónde está el desprendimiento? El presidente uruguayo acumuló lo que siempre consideró valioso.