Contenido creado por Inés Nogueiras
Navegaciones

Durazno y Convención

Durazno y Convención

La semana pasada, una tarde de esta extraña primavera, paré en la esquina de Durazno y Convención. Nada especial, eran las tres y media de la tarde, tenía un hambre de lobo y a una cuadra había un lugar para comer. Antes de bajarme de la camioneta me quedé mirando el panorama. Para mí es una esquina llena de recuerdos.

18.11.2014

Lectura: 5'

2014-11-18T06:00:00-03:00
Compartir en

Es una esquina con música, Jaime Roos le hizo una hermosa canción. Mis recuerdos y mis nostalgias van por otro lado. Las construcciones no han cambiado mucho, al fondo sigue el mismo río encabritado y color de león de siempre, y el mismo localcito donde funcionaba la productora de televisión CTC, ahora cerrada.
CTC fue la base con la que comenzamos a innovar en la comunicación de la izquierda uruguaya. Allí, en un sótano minúsculo, filmamos todas las piezas de televisión de la "Paradoja". Era una productora de Juanjo Gutiérrez, de su esposa Cristina Bayarres y de mi querido amigo Jorge Bayarres.

A los Bayarres el cine le venía de familia, de Carlos -su padre-, que junto a otros técnicos y realizadores de los años 50 como Francisco Tastás Moreno, Ferruccio Musitelli, Eugenio Hintz, Ildefonso Beceiro, Alberto Mántaras, Juan José Gascue, Roberto Gardiol, Horacio Acosta y Lara, Ulive, y hasta Enrique Amorim le dieron un fuerte impulso al cine nacional.

Sin la gente de CTC, que estaba atrás de las cámaras, de las luces, de los cartones de la decoración, no hubiéramos producido las decenas de piezas publicitarias en esos años, incluyendo la campaña por el voto verde. Eran apasionados de su profesión y militantes. Jorge Bayarres fue compañero de militancia cuando éramos estudiantes de secundaria; él iba al Liceo Rodó y yo al Liceo 10 de Malvín. Nos conocimos durante más de 30 años. Se murió en un accidente de auto. Era uno de mis mejores amigos.

Y me asaltaron los recuerdos. Cuando íbamos apurados a filmar una pieza, a contestar un ataque en la campaña electoral de 1989, antes en la lucha contra la impunidad o contra las privatizaciones en 1992. Qué diferente era todo, qué diferente era mi pasión. No voy a hablar por nadie más.

Con Jorge, además de compartir los años de adolescencia y militancia en la UJC, lo hicimos cuando era el piloto del Cessna 172 con el que cruzaba el Río de la Plata transportando gente y cosas desde y hacia la Argentina. Fue detenido, torturado y estuvo muchos años preso. A él y a su padre, Carlos Bayarres, les debo la vida y posiblemente la de mi familia.

Ellos sabían -por un accidente- la dirección de mi apartamento en Buenos Aires. Y el traidor Álvaro "el Pato" Coirolo conocía perfectamente quién era el contacto en Buenos Aires. Los torturaron para conocer mi paradero. Nunca dijeron nada. Y en esa esquina de Montevideo, en un tiempo tan diferente, con varios autos embanderados con el FA, con ese río, que para cruzarlo en ese avioncito y aterrizar en algunos de los potreros o las rutas donde se cargaba y descargaba había que ser un gran piloto, pero sobre todo tener un enorme coraje y convicciones muy firmes, muy profundas, de esas que hoy parecen tan distantes.

¿Estaríamos hoy dispuestos a jugarnos la vida, la libertad, el horror de las peores torturas? Puede ser una pregunta retórica o anacrónica, pero me asaltó esa tarde en esa esquina de Montevideo. En ese tiempo teníamos menos de 30 años. ¿El cambio es porque envejecimos? No, porque el padre de Jorge en aquella época tenía más de 60 años y se jugó la vida, igual que miles de personas de todas las generaciones.
Nadie quiere volver a esas experiencias que hoy parecen la prehistoria y de otro país, pero qué malo sería olvidarnos, qué injusto. No solo por los que no están, sino por nosotros mismos, porque sería renunciar a nuestra identidad.

Estamos cerca de renovar por tercera vez la conducción del gobierno nacional. En aquel año de 1989 conquistar la Intendencia de Montevideo nos parecía un sueño, casi un imposible. El país gris estaba afuera y también quería colarse adentro de todos nosotros. Y nos animamos.

Éramos más jóvenes, más audaces y más ambiciosos, y sobre todo más soñadores: realmente creíamos que en un solo acto deslumbrante cambiaríamos el mundo. Solo así pueden entenderse nuestras pasiones, nuestros riesgos, nuestras tenacidades.

Políticamente estamos mucho mejor, tenemos más votos, más poder, más visibilidad, más experiencia, más cargos, más pasado, pero en mi caso tengo menos ilusiones. No hablo en nombre de nadie, es posible que sean mis debilidades, solo mis debilidades y flaquezas.

La política la asumo como opciones y no me arrepiento en absoluto de mis elecciones, de los caminos que he recorrido, pero si me quedara solo en eso, sentado en una tarde de primavera ventosa y montevideana, y me volviera tan cínico que mirando la puertita y las rejas del viejo de CTC no me asaltaran esos recuerdos, esas aventuras, esas pasiones, me estaría entregando. Y mientras pueda, al menos con la memoria de mis queridos, de mis entrañables compañeros, del pelado Jorge y del viejo Bayarres y muchos otros, quiero seguir resistiendo. "La vida, como siempre, dura; la noche, como siempre, oscura", como canta Jaime Roos.