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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Dos izquierdas hoy como ayer

En esta campaña de cara a las elecciones internas se ha planteado de parte de uno de los candidatos del Frente Amplio que la elección de junio será una opción entre dos izquierdas. Se ha sostenido que existen dos formas diferentes de encarar la realidad política y de ejercer el gobierno.

04.05.2009 09:40

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2009-05-04T09:40:00-03:00
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Se señalan diferencias notorias con respecto a la solución de los problemas principales del país y se indican posturas de carácter cultural e ideológico distintas.

Esta historia es muy vieja. En la segunda mitad de los años ochenta, ya retornado el país a la democracia, se dio un fuerte y profundo debate entre los actores políticos que en aquel entonces representaban las dos formulaciones de izquierda.

De un lado la izquierda renovada y renovadora, de fuerte acento socialdemócrata, representada en el liderazgo de Hugo Batalla y apoyada en las elaboraciones más sólidas y fundamentadas que sostenían figuras de la talla de Juan Pablo Terra y Hebert Gatto.

Del otro lado, el resto del Frente Amplio sostenido por los planteos más ortodoxos de un Partido Comunista que no quería observar la caída inminente de la Unión Soviética y acompañado de un séquito de sectores y grupos que no admitían la necesidad inexorable de la renovación del diagnóstico y de las propuestas políticas. Jaime Pérez, Reinaldo Gargano, Alba Roballo, José Germán Araújo eran las figuras que reivindicaban una izquierda única y negaban el pluralismo y la diversidad interna.

La disputa terminó en ruptura y dio origen, por primera vez, a un cauce electoral propio que reivindicó la representación de la socialdemocracia y de una izquierda renovada, actualizada y capaz de entender los cambios que el mundo en aquel entonces experimentaba.

Dos décadas han pasado desde aquel momento decisivo y la percepción de que siguen existiendo dos izquierdas en el país está tan firme como antes. Es más, si miramos a la región no hay que ser muy inteligentes para reconocer las enormes distancias que separan las posiciones de los gobiernos de izquierda como los de Chile o Brasil, de las experiencias populistas de débil talante democrático que representan los casos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina.

¿Por qué aquella disputa entre las dos izquierdas terminó como terminó? Es una historia muy larga que excede las posibilidades de este artículo.

Lo cierto es que el Frente Amplio durante estas dos décadas sorteó estas diferencias; aunque una y otra vez, desde la oposición, la izquierda dura y tradicional mantuvo su fuerte predominio político sobre los renovadores. Una y otra vez, desde aquel lejano 1989 hasta la fecha, los tradicionales y dogmáticos de la izquierda, enancados en sus aparatos militantes y sus certezas rígidas, se impusieron dentro del aparato del Frente Amplio.

Con inteligencia, los sectores de la izquierda clásica toleraron liderazgos ajenos a sus convicciones con el afán de usarlos para crecer en forma paralela. Así ocurrió con el Gral. Líber Seregni y luego con el Dr. Tabaré Vázquez.

En este último caso con el agregado de que su liderazgo resultó suficientemente ambiguo y exitoso. Vázquez ejerció la oposición con el apoyo de los ortodoxos y gobernó con criterios propios de una izquierda más renovada.

Pero ahora los que reivindican la izquierda ortodoxa y tradicional han decidido no tener más intermediaciones y la disputa electoral de junio pone al descubierto, ahora sin más ambigüedades, que en el Frente Amplio mandan los representantes de la vieja izquierda.

Muy probablemente los renovadores terminarán aceptando esta situación y pondrán sus ideas a disposición de los triunfadores. Estos, por su parte, como en el pasado, usarán de su apoyo para extender su respaldo electoral y obtener la victoria. La diferencia con respecto a lo que ha ocurrido en el pasado, es que esta vez el triunfo y el predominio será definitivamente de quienes representan a la vieja izquierda en nuestro país.

Mientras tanto, otros seguiremos reivindicando, como desde hace veinte años, la existencia de una opción socialdemócrata que solo puede surgir y desarrollarse en un espacio independiente.