Contenido creado por Inés Nogueiras
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Dos días y medio en Buenos Aires

Dos días y medio en Buenos Aires

Estuve dos días y medio en Buenos Aires. Caminé como un poseído, fui con mucha curiosidad y hablé con bastante gente, aunque asumo las limitaciones de mi corta excursión.

24.02.2015

Lectura: 6'

2015-02-24T06:53:00-03:00
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Tengo una ventaja: viví en ella, la conozco a fondo, voy periódicamente y puedo comparar.
Comencemos por lo grueso, lo que salta a la vista y no se necesita hablar con nadie: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), la capital federal, ha mejorado mucho; no en todos lados por igual, pero en una amplia zona del centro de algunos barrios el impacto es visible. Está mucho más limpia, mejor iluminada, con algunas intervenciones urbanas realmente importantes y visibles.

La avenida "más ancha del mundo", la 9 de Julio, con sus cuatro carriles centrales para la circulación exclusiva de ómnibus, es realmente una buena solución, que mejoró los tiempos de circulación del transporte colectivo y de los autos. Lo reconocen incluso los adversarios de Mauricio Macri. La clave de ese corredor es una sola: los ómnibus de las diversas líneas tienen espacio para circular cómodamente y para superarse cuando quieran y lo necesiten a diferencia de nuestro corredor Garzón, que tiene esa insalvable dificultad por la cual los vehículos de transporte colectivo van por un obligatorio carril único en cada sentido. Y algunos ómnibus incluso ocupan la zona de circulación de los autos. No es ni chicha ni limonada.

El corredor de Juan B. Justo, una avenida de circunvalación desde la cancha de Vélez hasta Palermo, disminuyó el tiempo de recorrido a la mitad, y hay varias intervenciones de ese tipo.

El centro está totalmente renovado, con varias calles peatonales y ciclovías, otras que redujeron y ordenaron el tránsito y el estacionamiento de autos, con una excelente iluminación, con veredas prolijas y un sistema de alcantarillas moderno y eficiente. Se hicieron trabajos muy a fondo, se pueden apreciar en algunos tramos que todavía no están terminados.

Una observación: los argentinos tienen problemas de energía; en algunos años fueron terribles, pero lo cierto es que la ciudad en su casco central y en amplias zonas está mucho mejor iluminada que Montevideo. Y tiene calles arboladas como las nuestras. En las nuevas instalaciones utilizan masivamente led con óptimo resultado y con un buen impacto estético y ahorro en el consumo.

Los parques que pude ver están realmente impresionantes: Plaza San Martín, el Parque Las Heras, el Jardín Japonés, la Plaza Vicente López, la Plaza Libertad, la Plaza Alemania están impecables y con la exuberancia de una vegetación que corresponde al clima y la humedad de la capital argentina y a la edad de sus árboles, algunos centenarios.

La iniciativa privada parece que acompañó las obras públicas porque han mejorado y reparado muchas fachadas de edificios en una ciudad con una belleza arquitectónica impresionante y variada. Asumo que caminamos por zonas privilegiadas. La restauración de "la catedral" -el edificio gótico inconcluso de la Facultad de Ingeniería de la sede La Heras- quedó impecable. Proyecto del ingeniero Arturo Prins, un uruguayo nacionalizado argentino en 1900.

Lo que está verdaderamente decaída, muy mal, es la costanera, verdaderos baldíos abandonados. Una ciudad que le da nuevamente la espalda al río. Pero en su conjunto encontré a Buenos Aires mucho mejor. No hay, por otro lado, un clima de decadencia, de abandono, de crisis como he visto en muchas otras ocasiones. Es cierto que no hay algunos "arbolitos" sino que son un bosque que pulula por todos lados, pero confirma mi opinión de que los argentinos -y en particular los porteños- son los seres humanos que logran adaptarse a cualquier política económica de la manera más veloz y eficiente.

"Arbolitos" se denominan a aquellas personas que ofrecen cambio "azul", es decir, cambio ilegal, negro, paralelo, y que utilizan todos los miles de turistas que llenan la ciudad, y los argentinos también. Todos los intentos realizados por las más diversas fuerzas combinadas de la policía, de la impositiva, de la gendarmería, con perros y gran cantidad de efectivos, han fracasado exitosamente.

Hay policías visibles en muchos puntos de la ciudad. Policía Federal y de la Ciudad Autónoma, en vehículos, a pie y en posiciones fijas. Pero se notan. La inseguridad es por lejos el tema más comentado y que más preocupa.

Hablamos con bastante gente en el tiempo que tuve entre las duras caminatas que me impuso Selva. En la CABA, el apoyo al Gobierno nacional es muy bajo. Es casi imposible encontrar entre los taxistas, mozos, familiares y amigos gente que apoye al Gobierno; mejor dicho, hablan fuerte y alto en contra. Pero no hablan mayoritariamente a favor de nadie. Macri tiene su reconocimiento por lo que hizo en la ciudad, está mejor que anteriores oportunidades, pero tampoco se nota un aluvión. Hay desencanto con Massa, como una ilusión que se desvanece, y todo parece indicar que el choque electoral al final del camino este año será entre Daniel Scioli, el oficialista díscolo y malquerido por los kirchneristas y cristinistas de pura cepa, y Mauricio Macri, que está acumulando acuerdos. Las otras opciones se están diluyendo, algunas muy a mi pesar.

Cuando no se juega para estar en Primera División, la política es despiadada, te baja de categoría inevitable y rápidamente, y luego, para subir la escalera, es mucho más empinada y feroz.

Ahora un poco de divague: qué ciudad hermosa, deslumbrante puede ser Buenos Aires. Caminando por la avenida Corrientes a las once de la noche se encuentran decena de librerías y disquerías repletas de compradores y curiosos, y bares, restaurantes, confiterías de todo tipo y nivel llenas de gente. Los porteños aman salir y divertirse, es notorio.

También vimos bastante gente viviendo en la calle. Son los contrastes.

Si uno se toma el trabajo de mirar los edificios, las residencias, los palacetes, los petit hoteles, los viejos locales comerciales, los teatros, los grandes hoteles, las plazas y el trazado general de esa gran ciudad, que se diferencia totalmente de las grandes ciudades que hay en nuestro continente, comprenderá la razón de la fama bien merecida. Es una ciudad espléndida y caótica, pero sobre todo espléndida, que expone sus momentos de prosperidad a toda prueba, incluso de los malos gobiernos.

No voy a caer en comparaciones odiosas, pero lo cierto es que me reencontré con esa Buenos Aires que pobló la imaginación de tangueros, poetas, artistas, escritores, urbanistas y simples y comunes habitantes de esa gran metrópoli cosmopolita y culta.

Qué lástima que la fractura entre la política y la sociedad y su cultura sea en tantos momentos una fosa tan profunda y oscura. Comprobé una vez más que ser peronista en la Argentina actual no implica el apoyo a ningún candidato. Es sí una exclusión de algunos partidos, pero es sobre todo casi una identidad nacional.