Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Diplomacia de petisos

Diplomacia de petisos

11.11.2007

Lectura: 8'

2007-11-11T11:35:00-03:00
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Lo que pasó el jueves en Santiago es de extraordinaria gravedad. Por lo que generó y por lo que seguramente generará.

Según se supo, Vázquez encomendó a Gonzalo Fernández que le ordenara al ministro Arana firmar la autorización ambiental para Botnia luego de que Kirchner se abrazara con los ambientalistas que viajaron a la cumbre. Tenemos entonces un presidente que toma decisiones trascendentes no como parte de un plan propio y anticipado sino como reacción a lo que hace la contraparte.

No  puede argumentarse seriamente que fue por la demagogia y los habituales desplantes de Néstor Kirchner que se precipitó la decisión de Vázquez de autorizar a Botnia. La autorización pudo firmarse tres días después, en otro contexto y con repercusiones menos dramáticas, en lugar de hacerse durante la cumbre y en presencia del mediador. Al igual que la semana pasada, cuando Vázquez ordenó desde California que se postergara la autorización ambiental para cuyo anuncio se había convocado a la prensa, debemos preguntarnos  qué beneficios suponían sus responsables que tal decisión iba a lograr, que no fuera el disgusto en España y la indignación en Argentina.

Si lo que se pretendía era desdramatizar el comienzo de la producción de Botnia, como se había anunciado, se logró exactamente lo contrario: la decisión fue adoptada en presencia de los mediadores y la contraparte y durante una cumbre continental. Si se pretendía aprovechar el relevo presidencial en Argentina y las oportunas declaraciones de Cristina Fernández sobre el tema, lo que se logró fue una reacción catalítica: Néstor Kirchner, la presidenta electa y los asambleista de Gualeguaychú integran hoy un frente común de sorpresa e indignación. Eso sin contar que el puente sigue cortado.

Si lo que buscaba Vázquez con la referencia al bloqueo de Cuba era la comprensión internacional ante el corte de los puentes, le erró por partida doble: Cuba no está bloqueada sino que sufre un embargo comercial por parte de Estados Unidos (será injusto o contraproducente, pero no es un bloqueo, como lo demuestra el flujo turístico y comercial de la isla con casi todo el mundo) y Uruguay no está bloqueado ni embargado por Argentina (aunque su gobierno tolere el ilegal corte de puentes) como lo demuestran las cifras del comercio y el turismo entre ambos países. Finalmente, si lo que buscaba era enviar una señal de que Uruguay es un país soberano e independiente (como le reclamó el directorio del Partido Nacional) lo que mostró al continente es que somos un país con complejo de petizo, como oportunamente señaló un editorialista brasileño.

Justo es decir  que algunos de los errores centrales en la estrategia de Vázquez  fueron alentados por la oposición. Así, el expresidente Sanguinetti celebró oportunamente que no se negociara con los puentes cortados y el directorio del Partido Nacional le pidió la semana pasada que reafirmara la soberanía del país autorizando el funcionamiento de Botnia, aunque era evidente que debía postergarse hasta después de la cumbre.  A ambos les hizo caso. La diplomacia de los petizos trasciende los partidos, con resultados que están a la vista.

Está claro a esta altura del conflicto que Vázquez se equivocó en negarse a negociar con los puentes cortados. Las razones son múltiples y las hemos reseñado en más de un oportunidad: 1) Cuando uno condiciona su accionar a lo que haga la contraparte, pierde la iniciativa y deja en manos contrarias el rumbo del conflicto. 2) En la visión del gobierno argentino, es tan ilegal cortar puentes como instalar una planta sin la autorización expresa de la contraparte, de modo que mal puede alegarse que no se negocia mientras no se levanten los cortes. 3) Las partes negocian incluso cuando tiene reproches más graves que la violación a los tratados internacionales. Si el gobierno de Israel y la Autoridad Nacional Palestina lo hacen después de cuarenta años de muertes recíprocas, ¿cómo puede negarse a hacerlo el presidente Vázquez por tener un puente ilegalmente cortado?  4) Negociar no es legitimar nada más que el proceso de negociación. 5) quien más pierde con el corte de los puentes es Uruguay.

A la falta de negociación debe sumarse una conducción del conflicto que se centró, tras la decisión argentina de llevar el diferendo al tribunal de La Haya, en sus aspectos jurídicos. Relegado el canciller Gargano y el ministro Arana a segundo y tercer plano, el comando estuvo a cargo del secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández, un destacado jurista y catedrático en derecho penal, que desconoce o no valora suficientemente el arte de la diplomacia, la negociación y la resolución de conflictos. En los hechos, la lógica del abogado ganapleitos conspiró contra la negociación porque entorpeció la comunicación, generó desconfianza, empobreció las opciones de solución y no logró compromisos sinceros, compartidos y de satisfacción mutua.

Es cierto que no se puede saber qué habría pasado si el gobierno uruguayo hubiera negociado, o al menos aceptado con espíritu negociador la mediación española, pero seguramente estaríamos en una situación mucho más cercana a un entendimiento que a este clima de tensión inusitada. Lo ocurrido el jueves pasado en Santiago no es más que la última prueba de que la estrategia fue equivocada. Si en lugar de cambiar seguimos transitando por el mismo camino, vamos a obtener idénticos resultados, no importa quién esté en la presidencia argentina, qué hagan los piqueteros ni cuál sea el fallo en La Haya.
 
El futuro inmediato pinta sombrío. En el mejor de los casos, todo será más difícil y llevará más tiempo. De seguir las cosas como están, sería un milagro que Vázquez asista a la asunción presidencial de Cristina Fernández, cuya aparición en escena era considerada hasta hace un par de días, como un elemento clave en la resolución del conflicto. 

En realidad, Argentina seguirá siendo el mismo país con Cristina Fernández de presidenta en lugar de su marido. Podrá esperarse cambios derivados de las diferencias de personalidad y de énfasis, pero sus instituciones, sus valores, sus comportamientos y sus procesos internos seguirán siendo los mismos. Lo mismo ocurrirá con el resto de los actores involucrados.

Si bien la presidenta electa fue muy precisa cuando señaló que “si no hay contaminación la lucha no tendrá razón”, es  ingenuo suponer que estamos ante un conflicto técnico. Tampoco puede pensarse que el fallo del Tribunal Internacional de Justicia nos va a regalar una solución. El error deriva de suponer que un conflicto de esta magnitud es un asunto de técnica jurídica o ambiental. ¿Qué debería hacerse, entonces, para alentar la esperanza de una pronta y satisfactoria resolución?


Todo conflicto de estas características tiene una matriz psicosocial, emocional y aún existencial, que se convierte en el principal obstáculo a remover para encontrar una solución si no se atiende adecuadamente. Mientras los activistas de Gualeguaychú no entiendan que ya ganaron mucho y que pueden ganar todavía más si monitorean con las autoridades uruguayas y argentinas la evolución ambiental de la región, no habrá paz.
 
Es un error pensar que la evolución del humor en Gualeguaychú es un problema del gobierno argentino, puesto que el malestar en la ciudad entrerriana es con el gobierno uruguayo. En este terreno, deberá mejorarse las habilidades de comunicación o al menos desarrollar alguna que favorezca el diálogo entre las partes en el marco de una estrategia negociadora, hoy inexistente. No hay que olvidar que estamos ante una acción constante, sostenida en el tiempo y con agudizaciones cíclicas, que podrán acelerarse en algún período como consecuencia de hechos intencionales o fortuitos. Si algo imprevisto ocurre con la seguridad o las condiciones de producción de la planta, seguramente se registren acciones puntualmente intensas.
 
La novedad que podría cambiar el rumbo del conflicto y apuntar hacia su desaparición puede estar en la decisión de transformar los parámetros claves en los que se han expresado las partes: demostrar disposición a negociar con agenda abierta, ratificar la facilitación del rey Juan Carlos y convertirla en una mediación formal de un proceso de negociación, y formar un comité de crisis multidisciplinario, en el que tengan mayor relevancia los diplomáticos de la Cancillería, tanto en el asesoramiento como en la ejecución de las acciones. También se debería realizar acciones y gestos que apunten a un decrecimiento exponencial del conflicto, trabajando sobre los intereses compartidos, promoviendo acercamientos colaborativos basados en una comunicación empática (reconocer la razón del otro desde su perspectiva del conflicto) y construir una base social articulada que promueva la lógica del entendimiento, así como un equipo profesional de mediadores y negociadores que trabajen en este sentido.

Mientras esto no ocurra, seguiremos cosechando resultados similares a los del jueves pasado, si no peores, fruto de una diplomacia reactiva y con complejo de petiso.