Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Demasiado

Demasiado

21.03.2012

Lectura: 3'

2012-03-21T08:26:09-03:00
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La muerte de una cantidad aún no determinada de pacientes hospitalarios a manos de dos enfermeros homicidas ha significado un duro golpe para los uruguayos. No sólo por el dolor de los familiares de los casos en los que se comprobó la muerte intencional sino de decenas, tal vez cientos, que pueden sospechar con derecho que sus seres queridos fue también víctima de la insania o la desidia del personal de la salud.

La sensación podrá ser desmedida e injusta con miles de trabajadores probos, pero es la consecuencia que genera en el público este tipo de crímenes. Seguramente las instituciones involucradas recibirán una andanada de demandas, mientras la sociedad uruguaya vuelve a la normalidad. Alguno de estos días nos encontraremos poniendo el brazo a la jeringa o recibiendo medicación por vía intravenosa sin recordar que fueron circunstancias similares las que pretextaron la muerte, innecesaria y criminal, de pacientes comunes y corrientes.

¿Cómo es posible que el sistema de controles de las instituciones de asistencia médica no registre ninguna señal de alerta? No lo sabemos. De hecho, el énfasis de las últimas administraciones estuvo puesto en la arquitectura financiera y la ingeniería social del sistema, más que en los pacientes de carne y hueso. Ahora, que nos amontonamos todos en las mismas salas de espera (y eso después de haber esperado meses para que no atendiera el especialista) podríamos utilizar esas horas eternas en reflexionar sobre algunas patologías psicosociales de los uruguayos.

¿Cómo es posible que esto nos pase a nosotros, los pacíficos y educados uruguayos? ¿No era que estas cosas nunca iban a ocurrir en Uruguay? ¿Quién no ha escuchado y aún repetido este falso mantra?

Cuando toda América Latina sucumbía a los golpes militares, los uruguayos nos ufanábamos de que eso jamás podría pasarnos. Cuando todos registraban el colapso de nuestro sistema educativo, los uruguayos repetíamos aún que el nuestro era un país culto y educado. Cuando el mundo miraba con desprecio nuestra decadencia futbolística, nosotros explicábamos la derrota por la pequeñez relativa país y el complot de los poderosos. Los uruguayos escondemos nuestro provincianismo bajo una pátina de falsa modestia.

Y así, como creímos un día que nuestros guerrilleros eran filántropos, nuestros militares demócratas y nuestros políticos, en términos generales, honestos y responsables, hoy conservamos una mirada naif sobre algunas profesiones. Vaya uno a saber por qué, buena parte de los uruguayos sigue creyendo que las personas que trabajan en la atención de salud y en la educación lo hace por vocación y carece ambición material, arrogancia u otras perversiones propias de los humanos.

Hasta que un día alguien denuncia que un par de enfermeros están matando a los pacientes con el modus operandi de los asesinos seriales. No uno, como hemos visto operar en otros países, sino dos, al mismo tiempo y en el mismo sanatorio. Demasiado fuerte para una comunidad que apenas si se está acostumbrando a crecer, triunfar y prosperar. Demasiado.