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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Debatir o no debatir. Esa es la cuestión

Al finalizar el ateneo organizado por ANDEBU el Dr. Bordaberry desafió al Dr. Lacalle Pou a debatir mano a mano y demostrarle al Dr. Vázquez que ellos sí estaban dispuestos a hacerlo.

13.10.2014 08:43

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2014-10-13T08:43:00-03:00
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Pocas horas después el candidato nacionalista descartó esta invitación negándose a debatir. Lógicamente dirigentes y militantes colorados y frenteamplistas señalaron que con esta respuesta negativa el candidato blanco perdía toda legitimidad para reclamarle un debate al candidato del Frente Amplio.

Lo ocurrido demuestra que en este país desde hace veinte años ningún candidato quiere debatir con otro que esté detrás de él en la intención de voto. El que va primero no debate con ninguno, el que va segundo solo quiere debatir con el que va primero pero se niega a debatir con los demás y el que va tercero solo quiere debatir con los que van primeros o segundos.

Hace cinco años yo invité al Dr. Bordaberry a un debate mano a mano para demostrar a los dos que iban primeros que había otra forma de encarar este tema. Esta invitación enojó mucho al candidato colorado que intentó eludir la convocatoria, sin embargo finalmente accedió a debatir pero incluyó como condición que no fuera mano a mano y que también debatiera el candidato de Unidad Popular.

De modo que la lógica de evitar el debate, salvo con aquel que va más arriba en las encuestas, está instalada en todos los candidatos presidenciales de este país. La lógica es simple, no tomar decisiones en las que hay más cosas para ganar que para perder. Cuando un candidato va más arriba que otro aceptar un debate con el otro implica asumir riesgos sin mayores contrapartidas.

Pero esto no ocurre en otras partes del mundo. En Chile, Brasil, Estados Unidos, España o Francia, por nombrar algunos casos, a ningún candidato se le ocurre negarse a debatir, aunque vaya primero y tenga toda la ventaja sobre sus adversarios.

¿Por qué existe esta diferencia de comportamiento? Porque en esos países la decisión de rehuir el debate por parte de un candidato implica un castigo electoral mayor. Es peor el riesgo de no aceptar debatir que el de participar del debate. Los ciudadanos castigan al que no debate.

Este es el punto fundamental. En este país, hasta ahora los ciudadanos no castigan a aquellos candidatos que no debaten y, por lo tanto, la decisión de no participar de un debate no tiene costo electoral.

Dentro de dos semanas la gente votará. Sería bueno que marcara con firmeza a aquellos candidatos que no han querido defender sus ideas y convicciones frente a sus adversarios. Sería una buena cosa para que volvamos a tener campañas electorales más exigentes y en las que los candidatos tengamos que dar cuenta de nuestras posturas ante nuestros adversarios.

La gente tiene la palabra

Nosotros, por nuestra parte, reafirmamos que la ausencia del candidato del Frente Amplio al ateneo de la semana pasada es la confirmación más firme de la necesidad que existe de que la ciudadanía mande una señal de freno a la omnipotencia. Es necesario que el pronunciamiento popular del próximo 26 de octubre de por terminada la época de la mayoría parlamentaria de un solo partido.

En caso contrario se potenciará la sensación de poder ilimitado y los riesgos de abuso y desborde de poder se potenciarán definitivamente. El límite al poder es el voto al Partido Independiente para que marque la cancha y reivindique el poder del Parlamento.