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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Crecimiento sin empleo productivo

El país crece desde hace más de tres años en forma permanente y contínua. El equipo económico hace énfasis en esta circunstancia y destaca que la economía muestra los mejores números desde hace largos años, en esta referencia fundamenta su postura positiva y optimista sobre la situación actual del país y su futuro.

09.07.2007 11:03

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2007-07-09T11:03:00-03:00
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Sin embargo, el país crece pero la desocupación que venía reduciéndose en forma sistemática y auspiciosa, desde hace más de un semestre se ha estancado tozudamente en el entorno del 10%, es más su último guarismo señaló un crecimiento de más de un punto porcentual. Esta circunstancia nos está indicando en forma evidente y preocupante que el proceso de crecimiento no es capaz de generar, paralelamente, fuentes de trabajo en proporción a tales incrementos de nuestra economía.

Por otra parte, a pesar del crecimiento económico, las cifras de la emigración nos "golpean duramente" anunciando que durante el año 2006 se fueron alrededor de 17.000 personas; pero en lo que va del 2007 se han ido más de 24.000 por lo que ciertamente las cifras a fines de este año indicarán un muy significativo aumento de la emigración.

Si juntamos ambos datos, vamos a concluir que las cifras de desocupación se benefician largamente del impacto emigratorio. Es decir que si las cuarenta mil personas que abandonaron el país se hubieran quedado, entonces muy probablemente el número de desocupados habría aumentado significativamente, despegándose del actual 10%.

Tenemos un gravísimo problema de generación de fuentes de trabajo. No hay que olvidarse que en el anterior período de crecimiento económico (la política económica de Astori cada día se parece más a la del segundo gobierno de Sanguinetti) en la segunda mitad de los años noventa, la desocupación también se había constituido en el talón de Aquiles del crecimiento.

Igual que hace una década, el equipo económico nos contaba las "maravillas" de la situación que estábamos viviendo, pero la gente en su vida cotidiana no percibía ni llegaba a reconocer los supuestos efectos favorables de dichas circunstancias.

La emigración se produce no porque el país ande mejor o peor que antes, la emigración se produce porque hay otros países y destinos que le ofrecen a la gente mejores y más atractivas oportunidades de mejoras y de desarrollo personal en todas las dimensiones.

Uruguay no compite contra sí mismo, estamos mejor que en el 2002, pero en España o en Estados Unidos o en muchas otras partes del mundo, un uruguayo con ganas de "salir adelante" y con cierta formación, tiene mucho más posibilidades de éxito que en nuestro país hoy. Por eso sencillamente, la gente se sigue yendo.

Porque, además, junto con el crecimiento Uruguay sigue exhibiendo un mercado de trabajo anémico; incapaz de ofrecer perspectivas ciertas de desarrollo personal y profesional a buena parte de sus jóvenes.

Este es un gravísimo y viejo problema que lleva a que para los jóvenes actuales, igual que para los jóvenes de hace cincuenta años, la principal perspectiva laboral consiste en la posibilidad de acceder a un empleo público. Esta Administración, que ha expandido el gasto público en línea con el crecimiento (otra similitud con la segunda mitad de los noventa), ha reabierto las "compuertas" del ingreso a la función pública y cada convocatoria se ha convertido en un indicador atroz de la patética debilidad de nuestro mercado de empleo. Decenas de miles de jóvenes se abalanzan para inscribirse, en persona o por Internet, para los concursos que este gobierno progresista impulsa en los bancos y en los entes públicos.

Por cada puesto ofrecido se presentan miles de aspirantes a ocuparlos. Puestos de trabajo que están muy lejos de reflejar el país productivo prometido; puestos de trabajo que para ser financiados requerirán de mayores cifras presupuestales que se obtendrán del ya conocido aumento de la presión tributaria.

Justamente, mientras la bancada oficialista se preocupa sobre cómo pagarle más a los funcionarios públicos y el gobierno se dedica a convocar a la gente a ingresar a la Administración Pública, por otro lado se descarga el "masazo" tributario sobre los bolsillos de asalariados y jubilados.

Obviamente, este impacto que surge de la aplicación de la reforma tributaria no tendrá otro efecto que retraer el mercado interno y producir un nuevo freno en su actividad, en la medida que los perjudicados por esta reforma son los que más consumen y gastan.

Entonces, mientras el gobierno festeja las cifras del crecimiento económico, muy parecido a la época en que un gobierno medía su éxito por la venta de los autos 0 km, los jóvenes uruguayos no encuentran trabajos adecuados y se siguen yendo o se disputan desesperadamente un lugar de trabajo en el Estado.

Mientras tanto, el país productivo se va convirtiendo cada vez más en una "quimera" que sólo tiene su expresión cabal en el fabuloso esfuerzo que realiza el sector agropecuario, ante la desconfianza de un gobierno que busca morder fuerte al que más crece.

Lo único que nos queda, como siempre, es esperar que la coyuntura internacional favorable por la que atravesamos, que en nada depende de nosotros, se mantenga indefinidamente.