Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Centralismo

Centralismo

01.09.2010

Lectura: 3'

2010-09-01T09:01:15-03:00
Compartir en

Es difícil entender qué se propone el presidente Mujica con la creación de los "delegados presidenciales" o "coordinadores departamentales".

En su audición de M24, Mujica dijo que el objetivo era que alguien se ocupe de articular los diferentes servicios que presta el Estado, evitando que se superpongan sus prestaciones y se dilapiden los recursos, y se mostró contrariado porque los líderes blancos y colorados rechazaron la iniciativa sin dialogar con él. ¿Quién puede oponerse a una idea tan sensata y candorosa? La pregunta admite varias respuestas.

La primera es que la reacción viene de lo que se dijo, no de lo que se calló. Antes de sus aclaraciones, la senadora Topolansky (líder del sector mayoritario del oficialismo y esposa de Mujica) había confesado que el objetivo del "delegado" era convertirse en "los ojos y oídos del presidente" en cada rincón del país. Como si esto fuera poco, el presidente dice de mañana que el cargo de coordinador presidencial puede se ocupado por representantes de la oposición, pero presenta de noche un proyecto de presupuesto que los coloca como "cargos de particular confianza". Como se ve, tenemos al menos dos ideas por lo menos contradictorias.

La segunda respuesta es que, aún tomando los dos objetivos en su mejor versión (esto es, que los delegados se convertirán en "los ojos y los oídos del presidente" no para constituirse en un contrapoder de los intendentes sino para coordinar las funciones del Estado y mejor utilizar sus recursos) hay algo que no cierra.

¿La mente de los jerarcas estatales es tan pérfida y su gestión tan ineficiente que, lo que se hubiera resuelto con una orden del primer mandatario requiere semejante innovación institucional y presupuestal? ¿No debería mandarlos para su casa y buscar administradores más eficientes y obedientes?

La tercera respuesta viene de la mano de la segunda. Aún tomando la propuesta en su mejor versión, era evidente que los intendentes, en su mayoría blancos y colorados, comprenderían en seguida la dimensión de la amenaza. Es que, de prosperar la iniciativa, los delegados dialogarán con los ciudadanos y sus organizaciones, recibirán reclamos e instrumentarán soluciones en las áreas en las que el Estado brinda sus servicios… ¡incluyendo los de la propia intendencia!

La cuarta respuesta no tiene que ver sólo con cuestiones partidarias sino constitucionales, y peor aún, con la sensibilidad de los habitantes del Interior: queda por saber cómo piensa Mujica que defenderán sus dirigentes locales una propuesta que, lejos de descentralizar y dar autonomía a la gestión local, hace pasar la coordinación por Montevideo y, más precisamente, por su despacho.

Es difícil imaginarse qué provecho piensa sacar Mujica a semejante innovación, sobre todo después de saber que blancos y colorados han encontrado un factor de aglutinación y movilización, tras seis meses a la sombra de las iniciativas presidenciales. A menos que se trate de una moneda de cambio para negociar el proyecto de ley presupuestal, o que los dirigentes opositores tengan razón y su entorno esté creando un contrapoder a los intendentes y a los propios jerarcas estatales, para que el presidente maneje a su antojo.