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Eduardo Gudynas

Escribe Eduardo Gudynas

Carpinchos, mulitas y perdices: a esconderse

Semana de Turismo es una celebración para muchos, pero para nuestra fauna nativa es un tiempo de persecución y muerte. La caza de animales ya no tiene nada de deportivo.

10.04.2017 10:42

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2017-04-10T10:42:00-03:00
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Es tradicional que en la llamada Semana de Turismo muchas personas busquen, persigan, embosquen, y terminen matando a centenares de animales. Entre los más buscados están varios mamíferos como los carpinchos, las mulitas, tatúes o zorros; entre las aves se persiguen a las perdices, seriemas, gallinetas, patos, cotorras, palomas, etc.

Es cierto que la caza de fauna silvestre en Uruguay está regulada. Solamente especies como jabalíes, cotorras u ofidios son de libre caza, mientras que para otras se necesita un permiso, y para la mayoría eso está prohibido. En efecto, los permisos se requieren para varias especies de paloma (como las palomas de monte o torcaza), perdices, patos (como el pato picazo o el carablanca), el ciervo axis o la liebre. Estos permisos son otorgados por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.

Pero más allá de ese formalismo, estos son días de horror para la fauna nativa. Aunque muchas especies son perseguidas todo el año, como por ejemplo el carpincho, es en la Semana de Turismo que la presión sobre ellas se multiplica. Se vuelve casi imposible controlar a los centenares de personas que las hostigan y las persiguen en cada monte, en cada cañada, a lo largo de cada quebrada. Escapan de un cazador para quedar enfrentadas a otro. No tienen escapatoria. Mucha de ese gente no sabe distinguir entre las diferentes especies, por ejemplo entre mulita, tatú o peludo, o confunde aves emblemáticas como la seriema con una gallineta de monte. Apenas ven un bicho grande, disparan.

Esta caza no tiene nada de deportivo, ya que existe un abismo entre las corridas y aleteos de una perdiz con el fusil de alta tecnología y mira telescópica del cazador. Esos que se dicen “cazadores deportivos” no cazan con sus manos desnudas, no corren detrás de sus presas, y todo queda acotado al modelo de escopeta que compraron. Es un problema de dinero y no de destreza física.

La práctica de la caza sobre las especies nativas representa un impacto ecológico más sobre el “Uruguay Natural”, y se suma a muchos otros que deben soportar las especies silvestres cada día del año. Es también una herencia atávica de prácticas que los humanos deberían desterrar en pleno siglo XXI. Allí no está en juego ni la comida para un hambriento ni el deporte, sino una simple crueldad enfocada en sacarse una foto con la presa o colgar sus restos embalsamados en una pared.

La caza tiene al menos tres vertientes. Hay quienes se dedican repetidamente a la cacería, unos por ejemplo enfrentando a los jabalíes como método para lidiar con esa plaga, y otros pongamos por caso matando carpinchos, pero para vender su carne. Son situaciones muy distintas, porque el carpincho es una especie nativa acorralada en el país.

También hay una práctica tradicional y en muchos casos informal que se ve en lo fines de semana pero más especialmente en Semana de Turismo. Son centenas de cazadores que acampan por cada rincón del país. Difícilmente se los puede controlar a todos, y son ellos los que disparan a cuanto bicho ven.

Finalmente, hay emprendimientos comerciales que venden tours de caza, atrayendo a muchos extranjeros con muy sofisticadas armas.

En todos estos frentes es necesario entender a la caza como un problema, y acotarla allí donde afecte a nuestra fauna silvestre. Este es uno de los factores que incide en la pérdida de especies destacables, como los carpinchos o las diferentes variedades de patos, y por ello afecta a nuestro ya golpeado patrimonio natural. Pero la cacería es mucho más que eso: es simplemente crueldad innecesaria.