Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Camino

Camino

27.07.2011

Lectura: 3'

2011-07-27T07:54:10-03:00
Compartir en

El proceso en el que se encuentra la selección uruguaya de fútbol debería ser analizado en profundidad por los líderes del país. La obtención de la Copa América a un año del cuarto puesto en el mundial de Sudáfrica ofrece un mundo de aprendizajes, al menos para quienes quieran ver más allá de la anécdota y la algarabía.

Allí donde está nuestro tesoro está nuestro corazón, decía Jesús, refiriéndose tanto a nuestros valores y empeños como a nuestras representaciones del mundo. A los uruguayos nos gusta vernos como un pueblo sencillo y humilde, pero la contracara de la humildad no siempre se manifiesta como soberbia. A veces lo hace como falsa modestia, victimización o penalización de los que tienen desempeños extraordinarios. Quien se siente la cenicienta del mundo y la víctima eterna de los poderosos termina reforzando el círculo vicioso, actuando en consecuencia y alejándose de toda posibilidad de éxito y de grandeza.

El cambio que hace posible lo que antes parecía milagroso, se da primero en la cabeza (en el corazón) y solo después alcanza la organización y los pies de los jugadores. La selección de Tabárez quebró el viejo paradigma de golpear, destruir y dejar el resto librado al temperamento y la buena suerte como único tesoro disponible. El nuevo paradigma se basa en que el desarrollo de las fortalezas más genuinas (temperamento, disposición al sacrificio y al trabajo en equipo, acumulación de saberes e individualidades de rendimiento superlativo) minimiza considerablemente nuestras debilidades relativas.

El cambio se expresa en el abandono de ciertos vicios de la intersubjetividad nacional, que nos llevaba a no vincular adecuadamente causas y consecuencias. Así, las expresiones de pensamiento supersticioso (ganamos más con la camiseta roja que con la blanca, tal canción nos trae mala suerte, hay que poner jugadores con hambre, los jueces siempre nos queman, jugamos mejor con diez que con once, etc.) dejó paso a una lectura más sensata de por qué pasan las cosas.

Otro de los cambios sustantivos logrados por el proceso que lidera Tabárez es establecer la diferencia entre fines y medios. Ganar un Mundial puede ser el objetivo final de cualquier futbolista o país con ambiciones, pero también puede ser tomado como un medio para ser mejores. No para ser buenos ni mucho menos "los mejores", porque esas son consideraciones relativas y de corta duración.

Ser mejores cada vez, superar las propias fallas y limitaciones, es un proceso permanente. Pensar que si no salimos primeros no ganamos nada es la mejor manera de asegurarnos un futuro de fracasos. Terminar primeros o cuartos son contingencias del momento que dependen de muchos factores. Cuando Tabárez afirma que "el éxito no es un destino sino un camino" está introduciendo en sus jugadores y en la sociedad uruguaya un cambio de paradigma de consecuencias insospechadas.

Además de celebrar con euforia los triunfos de "la celeste", los líderes políticos, empresariales, culturales y comunitarios harían bien en analizar en profundidad este exitoso proceso.