Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Palomas

CYBERTARIO

El festejo de los entrerrianos ante el anuncio de ENCE de abandonar Fray Bentos es comprensible.

Por Gerardo Sotelo

27.09.2006

Lectura: 3'

2006-09-27T00:00:00-03:00
Compartir en
Se movilizaron, presionaron y sienten, legítimamente, que se salieron con la suya. Si bien los cambios en el paquete accionario de la empresa española y su difícil situación financiera influyeron en la decisión, no debe descartarse el peso del lobby argentino ante el gobierno de Rodríguez Zapatero y los organismos multilaterales de crédito.

¿Qué hizo Uruguay mientras Argentina lanzaba a sus representantes por el mundo para impedir la instalación de las plantas de celulosa? ¿Hubo una estrategia específica para semejante emergencia? Y si la hubo, ¿quién la lideró? ¿Quién debería responder estas preguntas, referidas a un asunto clave del desarrollo del Uruguay productivo? ¿La cancillería? ¿Gonzalo Fernández? ¿El Presidente Vázquez? ¿El equipo económico del gobierno? Si resulta difícil determinar cuál fue la estrategia, mucho más difícil resulta saber quién la llevó adelante. En el mejor de los casos, se trata de una directiva bastante modesta, hermética y reactiva.

Con su decisión de competir con Argentina y Brasil en el negocio de la celulosa, Uruguay se colocó en una encrucijada: jugar de igual a igual con las potencias regionales y pagar el precio de semejante desafío, o aceptar su condición de socio menor y dedicarse al turismo y los commodities. Según la decisión serán las habilidades productivas y diplomáticas que deberá desarrollar.

Si vamos a ser las palomas de la región, un país amigable y bucólico incapaz de molestar a nadie, deberíamos resignarnos a aceptar las migajas del festín y renunciar a competir con Argentina y Brasil en aquellas áreas que los gigantes del Mercosur estimen sensibles para sus intereses. Si por el contrario, vamos a seguir por el camino de la capitalización y la industrialización en gran escala, deberíamos aceptar las reglas del juego y ofrecer, además de seguridad jurídica, una política exterior consistente, proactiva y sostenida en el tiempo.

El conflicto por las plantas de celulosa debería animarnos a ver más allá de lo anecdótico y definir de una vez por todas en qué cancha vamos a jugar. Una cosa es encogerse de hombros ante las asimetrías políticas y económicas y jugar de víctima, como preferimos hacer en este conflicto, y otra es pretender alojar capitales europeos en directa competencia con nuestros poderosos vecinos. Una cosa es asumir que somos un país de apenas tres millones trescientos mil habitantes, carente de todo poder de decisión e influencia, y otra muy diferente pretender imponerle al Mercosur un tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Si queremos insertarnos en la economía mundial con vecinos fuertes y majaderos, debemos dejar de ser palomas. Como buena parte de nuestro elenco gobernante dice inspirarse en el modelo chileno, sería de esperar que imitáramos al menos su desempeño diplomático, que explica sus formidables vínculos con los grandes mercados del mundo. Por eso hoy Chile puede comerciar en la región con un grado de independencia que ya quisiéramos tener nosotros. No se trata de transformarse en halcones, para lo que Uruguay no tiene poder ni vocación, pero ¿estaremos condenados por el destino a ser unas palomas?