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Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Guardianes del dogma

CYBERTARIO

"Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas", decía Ortega y Gasset. La recomendación del pensador español cobra especial relevancia en vísperas del Día de la Libertad de Pensamiento, que se celebra cada 20 de setiembre, y tras la polémica desatada por las declaraciones del Papa Benedicto XVI sobre el profeta Mahoma.

Gerardo Sotelo

20.09.2006

Lectura: 3'

2006-09-20T00:00:00-03:00
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El discurso pronunciado por Joseph Ratzinger en la universidad alemana de Ratisbona incluyó un comentario del emperador bizantino Manuel II, quien creía que al fundador del islam sólo podían atribuirse cosas `malas e inhumanas como su orden de difundir, usando la espada, la fe que predicaba`. El Papa se disculpó y alegó que la frase fue sacada de contexto, pero eso no calmó la tormenta. Los musulmanes lo sienten como una afrenta, aunque difieren sobre cuál sería el procedimiento adecuado para limpiarla.

Mientras el jefe de la Unión Mundial de Ulemas Islámicos, Yusef al Qaradaui, llamó a los seguidores de Mahoma a "expresar su ira" de forma no violenta, el Consejo de la Shura de los Muyahidines, una organización sunita iraquí que incluye a Al Qaeda, aseguró que la Guerra Santa no se detendrá hasta cortar el cuello de los infieles, en un tiempo en el que reinará Alá y "lo único aceptable será la conversión o la espada". Para ir ganando tiempo, algunos musulmanes decidieron matar a una religiosa italiana en Somalia y en cuestión de horas, una expresión poco oportuna y extraída de la noche de los tiempos dio paso al anatema, la justificación de la ira, el homicidio y la amenaza de exterminio.

La historia de la lucha por la libertad de pensamiento reproduce el mismo itinerario: como el homicidio está penado por todos los textos sagrados, la justificación de la muerte suele rastrearse en el intento primario de aniquilar las ideas. En el Siglo XVII, los ingleses Milton y Locke desnudaron la matriz de esta intemperancia al defender el imperio de la razón por sobre el dogma, abogando por la libertad de expresión y el advenimiento de lo que hoy conocemos como un Estado laico. Según Locke, el gobernante "nada tiene que decir en lo que respecta al bien de las almas de los hombres o sus preocupaciones referentes a la otra vida", una concepción del orden social que se extendería por todo Occidente en los siglos posteriores pero que hoy escandaliza a los regímenes teocráticos musulmanes.

La prédica de Locke puede rastrearse de este lado del Atlántico un siglo después, en el pensamiento de Thomas Jefferson. Su magnífico Estatuto para la Libertad Religiosa todavía es fuente de inspiración de la justicia estadounidense, toda vez que lo requiera algún caso basado en la Primera Enmienda.

En Europa, los revolucionarios franceses ya habían conocido las ideas de Voltaire. Aunque pronto llegaría la intolerancia y el terror, su luz iluminaría a quienes seguían luchando por la libertad de pensamiento.

Amos Oz, escritor y pacifista israelí, proclamó una vez que la libertad religiosa supone la de "ironizar sobre las religiones, incluyendo la religión musulmana". Para Oz, aceptar que los fanáticos impongan al resto de la sociedad sus criterios de santidad "es la lógica de la dictadura y el triunfo del totalitarismo."

Acaso en estas horas difíciles y como sutil ironía de la historia, el Papa Ratzinger acepte que "la verdad de las ideas se alimenta de su cuestionabilidad", como decía Ortega y Gasset, esto es, de la duda que inspira a quien piensa en libertad, y no de la expresión que prefieren los guardianes del dogma.