Desde el oficialismo se constata que las cifras muestran el descenso de algunos delitos pero la sensación de inseguridad no afloja. ¿Qué otros componentes y disparadores están jugando? Una vez más, las sospechas señalan a los medios de comunicación (particularmente a los informativos de televisión), como los responsables de la mentada "sensación térmica". Los más suspicaces se refieren incluso a un plan destinado a desestabilizar al gobierno, urdido en sórdidos recovecos y alentados por mentes siniestras y vengativas. Un análisis menos calenturiento de la realidad permitiría comprender mejor qué está pasando.

El coordinador de un noticiero de horario central me comentaba recientemente que la información policial sigue ocupando las mismas cuatro noticias de siempre. Probablemente otro tanto ocurra con los demás. La reducción del 4.6 por ciento en los delitos denunciados durante el primer semestre de este año podrá ser motivo de algarabía gubernamental, pero resulta muy escasa para la percepción ciudadana y, en términos cuantitativos, es bastante difícil de reflejar en los noticieros. Por mucho que baje la cantidad de delitos, siempre serán más de los que un informativo de televisión puede cubrir.

En un seminario sobre violencia, inseguridad y miedos en el Uruguay realizado días atrás, el coordinador del programa de seguridad pública de Fesur, Rafael Sanseviero, reconocía que "estamos instalados en un campo dominado por la emocionalidad". De ser así, la sensación térmica tiene que ver tanto con la evolución estadística de los delitos como con otras variables difícilmente cuantificables.

La desconfianza hacia la Policía, la transmisión "boca a boca" de una rapiña o un copamiento en el barrio, la experiencia de ser víctima de un arrebato, la cobertura mediática de los hechos violentos, el estilo personal del ministro Díaz, la actitud de la oposición, las incertidumbres propias de la sociedad contemporánea y hasta las circunstancias vitales de cada individuo, pueden combinarse y potenciarse dramáticamente. ¿Cuánto influye cada cosa en la conformación de la "sensación térmica"? ¿Quién puede determinarlo?

En definitiva, ¿qué importancia tiene? Si la población siente inseguridad y miedo, el gobierno tiene la responsabilidad de trabajar para abatirlo, ya sea un problema policial, sociológico, psicológico o metafísico. Los sectores progresistas temen el contagio del "efecto Blumberg" y la inclusión en el debate nacional de una agenda represiva para solucionar el problema. Más allá de cuestiones ideológicas, estadísticas o emocionales, es deber del Estado perseguir el delito y garantizar la seguridad pública, y son los gobernantes quienes deben demostrar que, aún con escasez de recursos, se hacen cargo de esa demanda. La gente reclama al menos un poco de empatía. ¿Será pedir mucho?