Contenido creado por María Noel Dominguez
Cybertario

Jogo Bonito

CYBERTARIO

El inédito despliegue de efectivos militares brasileños de la semana pasada causó sorpresa en el vecindario.

Por Gerardo Sotelo

09.08.2006

Lectura: 5'

2006-08-09T00:00:00-03:00
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El país del fútbol, las garotas, las playas y el carnaval mostraba esta vez un rostro menos sensual. ¿Fue una maniobra de rutina, una cálida recepción ante la visita de un general influyente, un operativo disuasorio para los traficantes de armas o una demostración de fuerza en el patio trasero? Si se lo ve en la perspectiva de su inserción continental e internacional, el movimiento de tropas y pertrechos adquiere otros significados.

Brasil es el país más grande e influyente del continente, aun en estos tiempos en los que Chávez, con su verborragia, su desmesura y sus petrodólares, parece ganarle el centro de la escena política sudamericana. Por tratarse de una potencia industrial, comercial, geográfica y demográfica, Brasil aspira a ocupar un sillón en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, objetivo que comparte, faltaba más, con la Venezuela chavista.

Desairado como quedó cuando Evo Morales rodeó de tanques las plantas de Petrobrás en Bolivia (tras nacionalizar los hidrocarburos con el asesoramiento de Chávez), el gobierno brasileño debió comenzar a perfilar una estrategia más efectiva para neutralizar al carismático paracaidista. Es que la influencia de Chávez en el continente no tiene parangón. No sólo asesora a Morales, compra bonos de la deuda argentina y capitaliza un banco fundido en Uruguay; también pontifica sobre todos los procesos electorales de la región y no trepida en intercambiar insultos y amenazas con los mandatarios o candidatos que no se avienen a sus filípicas. Mientras tanto, el presidente Lula da Silva, que parecía tocado por el destino para liderar el giro a la izquierda en América del Sur, se muestra resignado a tener que mirar el baile desde el balcón.

Brasil también está quedando rezagado en el orden militar, tanto frente a Venezuela como a Chile y en medio de una carrera armamentista que causa pavor en medios políticos continentales. Es que la hipótesis de un conflicto bélico no es descartada por nadie. En el ambiente diplomático de la región, la frontera entre Colombia y Venezuela es vista como un polvorín en el que no se sabe cuándo se puede encender una chispa ni cómo va a terminar, y cuya evolución debería tener a Brasil en un rol más protagónico.

Entre tanto, Uribe y Alan García están enemistados con Chávez, Kirchner está distanciado de Bachelet y Vázquez, mientras Paraguay reclama que los gigantes del Mercosur compensen las asimetrías económicas o dejen a los socios menores la libertad de celebrar tratados de libre comercio con potencias extrarregionales. Este delicado asunto trajo al canciller Celso Amorim por Montevideo, con el claro propósito de hacer sentir el malestar que causa en Brasilia un eventual TLC entre Uruguay y Estados Unidos. Además de su tono impertinente, la oferta de Itamaraty lució demasiado magra y evanescente, al menos para un país con intenciones hegemónicas y si se la compara con la generosidad de Chávez o con la ilusión de acceder al fulgurante mercado estadounidense.

El conflicto entre Uruguay y Argentina por las plantas de celulosa también mostró a Brasilia en un accionar dubitativo y tardío. El presidente Lula, que intentó primero una mediación, quedó arrinconado por Kirchner y terminó respaldando, tácitamente, la posición argentina. De paso, le dio una mano a su propio imperio celulósico y papelero, que no ve con buenos ojos cómo el pequeño e inofensivo Uruguay comienza a sacar ventajas al contar con la superioridad tecnológica y organizativa de los finlandeses.

Brasil tampoco parece tenerla tan fácil en el contexto mundial. Por un lado, su presencia en el G 20 lo coloca ante la necesidad de intentar el rescate de la Ronda de Doha, que languidece tras la falta de acuerdo en Ginebra sobre la apertura de los mercados agrícolas e industriales. Por otro, el gigante sudamericano presenta algunas dificultades para integrar el grupo de países emergentes más pujantes, tanto por problemas internos como regionales. Un analista extranjero observaba recientemente que mientras "los países que prosperan corren en su integración a la economía globalizada, Brasil apenas camina".

¿Podrá Brasil despegar su imagen de potencia emergente de este escenario bochornoso y marginal que es América del Sur? Por lo pronto, si quiere seguir aspirando a integrar el Consejo de Seguridad, deberá demostrar que es capaz de controlar su patio trasero, donde campea el tráfico de armas, drogas, dinero para los extremistas islámicos, marcas adulteradas y contrabando de todo tipo.

Una movilización de tropas y blindados como la de la semana pasada pone a Brasil en un rol de liderazgo en el combate al delito internacional, un rubro que goza de buena prensa en las capitales más influyentes del mundo. De paso, recuerda a sus vecinos que su poderío va más allá del fútbol, las garotas y el carnaval. Una jugada a varias bandas, o lo que es más preciso tratándose de Brasil, de puro jogo bonito.