Contenido creado por María Noel Dominguez
Cybertario

Cordero atado

CYBERTARIO

La discusión sobre un eventual tratado de libre comercio con Estados Unidos está tomando un rumbo peculiar. Al igual que en el resto del continente, en Uruguay se alzan voces de alerta sobre los presuntos males que acarrearía sellar semejante acuerdo con la economía más grande del mundo. Muchos ven al tratado como una avanzada del imperialismo sobre los países pobres y pequeños y asustan a las criaturas sensibles con el cuento del lobo y el cordero.

Por Gerardo Sotelo

29.03.2006

Lectura: 4'

2006-03-29T00:00:00-03:00
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Nótese que acá estamos ante un lobo particularmente anoréxico y un conjunto de corderos bastante impertinentes. Para la economía de Estados Unidos, un tratado de libre comercio con Uruguay puede arrojar un número muy parecido a cero. Lo mismo podría decirse de Ecuador (sacudido por grupos de indígenas nacionalistas, que no producen nada que pueda interesar a un consumidor estadounidense pero que igual se oponen) o de Perú, donde Ollanta Humala trepa en las encuestas con los dólares que Chávez sustrae a su pueblo (más pobre hoy que cuando él llegó al poder, según datos oficiales) y un discurso nacionalista del siglo pasado. Hace poco escuchaba una conferencia en el Congreso de Nuevo México (Estados Unidos) en la que un disertante hablaba sobre las exportaciones de su Estado. Cuando le pregunté cuál era el destino de esas exportaciones me contestó: "los Estados Unidos, por supuesto". Dicho de otro modo, a nadie en aquel país le importa un rábano lo que ecuatorianos y uruguayos hagamos con nuestra producción.

Para el ciudadano americano medio, el resto del mundo se llama México y Canadá. Las elites agregan en la escuálida lista a China, India, Japón, la Unión Europea, Rusia y un par de escalones más abajo, Brasil. El resto del mundo, comercialmente hablando, los tiene sin cuidado. De modo que si alguien está interesado en vender sus vituallas en el mercado más rico, dinámico y seguro del mundo, debería tomar la iniciativa con humildad, profesionalismo y determinación.

Contrariamente a lo que piensan ciertos sectores de ideología jurásica, el problema de los países pobres no es la explotación capitalista sino, precisamente, la falta de interés que los países capitalistas demuestran en explotarnos. Los 25 millones de africanos que mueren cada año por falta de agua potable, tienen ese triste destino no porque las multinacionales actúen con rapacidad sino porque no actúan en absoluto. ¿Usted invertiría su dinero en un banco en el que un gerente entra con una patota a la reunión de directorio, mata al presidente, se queda con lo que hay en los cofres fort y pasa a degüello a los cajeros que no le son adictos? Las grandes corporaciones tampoco. Por el contrario, huyen de los países en los que las instituciones democráticas fallan en asegurarles a sus habitantes e inversores las garantías básicas de un estado de derecho. Así lo reconoció la semana pasada el mismísimo Banco Mundial, después de dilapidar fortunas incalculables financiando corrupción y barbarie en nombre del desarrollo. Un poco tarde.

Por cierto que ese no es el caso de Uruguay, y menos ahora que Danilo Astori fue declarado el mejor ministro de Economía del mundo, un galardón difícil de empardar para cualquier ciudadano nacido en suelo oriental. Sin embargo algo nos pasa a los uruguayos que nos sentimos corderos en un mundo donde los lobos demuestran poco interés en devorarnos.

En lugar de acercarnos al mercado más rico del mundo con madurez y confianza, como hizo Chile, priorizamos el comercio con unos vecinos pobres de solemnidad, cuando no francamente impresentables. Actuamos como un cordero atado por decisión propia con la soga de sus complejos, prejuicios y arcaísmos.