Contenido creado por María Noel Dominguez
Cybertario

País turístico; bromas pesadas

CYBERTARIO

Los hoteleros de Piriápolis dicen que la recaudación de esta temporada turística ha caído por el bloqueo de los puentes. Quizás tengan razón pero podrían considerar también otras causas. Entre ellas los malos servicios que se brindan algunos de sus operadores.

06.02.2006

Lectura: 4'

2006-02-06T00:00:00-03:00
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Los uruguayos tenemos un país fantástico para el turismo de verano. Uno de los sitios privilegiados es Piriápolis y su entorno, aunque algunos de sus comerciantes no parezcan demasiado interesados en el asunto. Quizás apuesten a que se instale allí un polo tecnológico o una industria aeroespacial, pero mientras tanto, podrían profesionalizar su oferta y facilitar mejores servicios al turista.

Lograr que un zapatero le repare a uno el calzado no es una tarea sencilla. El hombre trabaja de 9 a 12 y de 14 a 18, justo cuando a los impertinentes turistas se les antoja ir a la playa. Quizás Usted se encapriche en remendar los náuticos y sea capaz de sacrificar un rato de playa para concurrir a su establecimiento a las doce menos cuarto. En ese caso, puede encontrarse con que el buen zapatero ya no está en su trabajo. O nunca estuvo. O vaya a saber qué pasó. ¿Estará de verdad el zapatero interesado en su dinero o vivirá de otra cosa?

Hay situaciones aún más sorprendentes. En un pequeño supermercado de la ciudad, se brinda un servicio gratuito de mal humor que hace las delicias de los concurrentes. Alcanza con que Usted, ya en la caja, intente volver por algo que olvidó comprar para que el cajero lo mire con cara de fastidio. Nuevamente aparece la misma reflexión: ¿le importará al comerciante quedarse con su dinero? ¿Estará molesto por lo intenso del trabajo? ¿Preferirá los días apacibles y magros de agosto?

Pero no para allí la cosa. Trate Usted de gastar su dinero los primeros días de enero y verá lo que le pasa. Primero pasará por la odisea de rescatarlo de los cajeros automáticos, colapsados o en vías de colapso. Moraleja: si lo que quiere es gastar allí, se lo harán difícil.

Comprar en un supermercado un día lluvioso de enero es una aventura de final incierto. Luego de recorrer las góndolas en busca de los insumos que necesita, Usted se encontrará atrapado en un embudo de carritos, a la espera de poder pagar en algún momento. Así, mientras intenta mantener la calma serpenteando entre los lácteos, las pelotas de fútbol y los lentes de sol, cinco esforzadas cajeras harán lo que puedan por cobrarle, es decir, por quedarse con su dinero. Lo curioso es que el local cuenta con veinte cajas, presumiblemente para ser habilitadas algún día lluvioso de enero.

Nuevamente la moraleja: gastar dinero en Piriápolis se vuelve una tarea tortuosa aún en establecimientos de gran porte.

Por no hablar de la calidad del servicio. Una conocida empresa de telefonía celular instalada en un buen local cuenta con dos jóvenes empleados que intentan atender el cyber café, vender nuevas líneas, ofrecer servicios de roaming, cobrarle a los usuarios de los locutorios y resolver los problemas de los clientes torpes. Todo al mismo tiempo y con un sistema demasiado moroso y confuso. Uno se siente perdido cuando lo que quiere, una vez más, es dejar allí parte de su dinero a cambio de un servicio.

Es cierto que estos problemas surgen durante los días de mayor afluencia de público pero de eso se trata el turismo: dar buenos servicios a los visitantes cuando ellos deciden estar allí. Luego de marzo, cuando llegue el tiempo de las quejas de las fuerzas vivas a las autoridades, Piriápolis lucirá desierta y apenas si se podrá conseguir una pizzería abierta un sábado de noche.

Eso sí, es un lugar fantástico para desarrollar el turismo de verano si no cortaran los puentes. Y si todos se tomaran en serio el asunto.

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