Contenido creado por Martín Otheguy
Cybertario

La Cumbre y el iceberg

CYBERTARIO. POR GERARDO SOTELO

Miedo al terrorismo, muros contra los pobres, reclamos irracionales y diálogo de sordos: el clima en el que transcurrirá la Cumbre Iberoamericana no podía reflejar mejor las acechanzas del continente.
(Por Gerardo Sotelo)

01.11.2006

Lectura: 3'

2006-11-01T00:00:00-03:00
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El dispositivo de seguridad montado para proteger a los jefes de Estado obligó a realizar un inusual registro de vecindad en la Ciudad Vieja con el que se busca minimizar y controlar la circulación de personas. Luego de los atentados en Nueva York, Madrid y Londres, el temor a un ataque terrorista se instaló en la agenda mundial como un imperativo de máxima jerarquía. Su paso arrollador no pudo ser contenido ni siquiera por la bicentenaria tradición de derechos que caracterizaba a los Estados Unidos. Ahora, cualquiera sospechoso que se encuentre en aquel país puede despedirse de sus garantías y rezar para que las autoridades de seguridad americanas lo traten de manera expeditiva y considerada. Ante este panorama inquietante, las molestias pasajeras de un puñado de montevideanos son paparruchadas ante las acechanzas de la nueva legislación antiterrorista dispuesta por la administración Bush.

Pero eso no es todo. La patria de Jefferson y Luther King asiste perpleja a la construcción de un muro de mil doscientos kilómetros con el que se pretende contener la llegada de mexicanos, un flujo migratorio incesante fomentado por la ineptitud y la corrupción de sus connacionales y que alimenta de mano de obra barata el bienestar de California y Texas. Es de esperar que los líderes iberoamericanos no soslayen un pronunciamiento condenatorio. Aunque sólo tenga valor testimonial, deberían hacer oír su voz y proclamar, parafraseando la expresión de John Kennedy frente al muro de Berlín, que ante esta afrenta a la libertad "nosotros también somos mexicanos".

Entretanto, el gobierno uruguayo procurará erosionar el muro jurídico con que sus colegas españoles procuran dar por caducado un tratado de amistad del siglo XIX y que facilita a los uruguayos su radicación en España, como antes facilitó el afincamiento de nuestros bisabuelos en tierras orientales. Las autoridades españolas invocan la ley de extranjería (votada durante el gobierno de Aznar) y los acuerdos firmados en el marco de la Unión Europea, un doble muro ante cuya solidez se sienten impotentes, o al menos así lo pretextan.

Pero la Cumbre verá también crecer el "muro de Gualeguaychú", un esperpento que revela la dimensión regional de la sinrazón. Será construido por ciudadanos argentinos en la ruta que franquea el acceso al Puente Internacional San Martín y su duración es incierta. En este caso el pretexto es la hipotética contaminación a la que se verían expuestos de construirse la planta de celulosa de Botnia, en la uruguaya ciudad de Fray Bentos. Aunque los informes señalan de manera inequívoca la inocuidad ambiental del emprendimiento, nada hace mella en su escalada irracional.

Los grupos "miedoambientalistas", anticapitalistas y globalifóbicos uruguayos se refriegan las manos, mientras preparan manifestaciones ante las vallas de seguridad de la Cumbre, pero justo es decir que el conflicto escaló por el desdén, la incomprensión o la demagogia de las autoridades rioplatenses. En esa medida, el muro de Gualeguaychú podría ser visto como un símbolo de hermandad, paradójico y trágico. Los discursos que se escucharán en la Cumbre se apoyan en un repertorio de asuntos no resueltos. Como la del iceberg, su verdadera dimensión apenas se vislumbra pero tiene de rehenes a los pueblos latinoamericanos, especialmente a sus habitantes más pobres.