Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Valores y "dublés"

CYBERTARIO: LA COLUMNA DE SOTELO

La semana pasada estuve en Salto, acompañando a mi esposa, quien recibió un reconocimiento a su trayectoria por parte del diario Cambio de esa ciudad.

28.03.2005

Lectura: 4'

2005-03-28T00:00:00-03:00
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En la celebración se galardonó a tres mujeres salteñas por su labor profesional y su compromiso comunitario. Una técnica radióloga (pionera en la utilización de la mamografía), una trabajadora social (que acompaña el desarrollo de las mujeres rurales) y una directora de coros de dilatada labor, recibieron el cariño y la admiración de sus conciudadanos. Visto a la distancia, la celebración no deja de ser aleccionadora.

El subsecretario del Interior, Juan Faroppa, dijo hace quince días ( intentando aportar un poco de luz al crimen de un joven en el Interbailable y a los desmanes posteriores) que en la sociedad montevideana se había roto el tejido social, esa invisible red de contención que la caracterizaba, y que iba a tomar tiempo reconstruirlo.

La perspectiva de Faroppa ayuda a ver la seguridad ciudadana como un asunto que excede el ámbito policial y que guarda relación con el universo de valores y de vínculos interpersonales con que nos manejamos los uruguayos. Las causas económicas y sociales de la marginación y la violencia están a la vista y no es fácil revertirlas.¿Qué hacer mientras esperamos que algo cambie?

Podríamos ir más lejos y preguntarnos si no habrá algo por hacer aunque la economía no cambie de la mañana a la noche y aún si no cambia en absoluto mañana ni pasado.

Aunque muchas personas suscriban concepciones políticas o religiosas utópicas que proponen la construcción de órdenes ideales, los conflictos son inevitables. En las sociedades democráticas conviven intereses contrapuestos, perspectivas antagónicas de la vida y la organización social, aquellos que se beneficiaron de las coyunturas y quienes resultaron dramáticamente empobrecidos. Sin perjuicio de atender la emergencia social en sus aspectos más urgentes, una mirada social más amplia no debería soslayar otros aspectos de la vida, vinculados a las relaciones interpersonales e intergrupales.

Sembrar los buenos ejemplos, homenajear a quienes se comprometen con la suerte del prójimo, promover los actos de compromiso y solidaridad, no son acciones voluntaristas.

Sin desconocer el impacto de las causas estructurales de la violencia, hay mucho por hacer en la difusión de valores y habilidades comunitarias, tareas que no requieren presupuestos millonarios ni infraestructura sofisticada.

El déficit en el manejo de técnicas y valores adecuados para la resolución de conflictos no es sólo un problema de los sectores marginados, ni siquiera de los delincuentes, sino de toda la sociedad. Por eso su instrumentación debería alcanzar a todos. Ya que no todos los ciudadanos podemos trabajar para revertir las causas de la pobreza y la exclusión social, ayudemos a mitigar algunos de sus efectos.

Después de todo, no se trata de algo nuevo. El Departamento de Asuntos Democráticos y Políticos de la OEA, por ejemplo, cuenta con decenas de programas especiales en todo América Latina que buscan capacitar diversos actores sociales en la resolución pacífica de los conflictos. Los programas involucran tanto a organismos estatales o gubernamentales y de la sociedad civil , como centros docentes, sindicatos, partidos políticos, centros comunales y medios de comunicación.

Todo aprendizaje sobre la resolución pacífica de conflictos basada en valores constituye una escuela de ciudadanía. Permite conocer mejor los intereses de los demás pero también los propios, argumentar con base en la legitimidad de las demandas, alcanzar acuerdos que garanticen una relación de largo plazo entre los involucrados, desarrollar un lenguaje compartido para la resolución de conflictos y definir un camino hacia ese objetivo. Su aplicación en escenarios potencialmente conflictivos (ya sean barriales, escolares, sindicales, familiares, políticos o del tipo que fueren) sólo puede tener efectos positivos sobre el entramado social.

Claro que para eso, nuestra clase dirigente tiene que abandonar algunos de sus más ancestrales apetitos. Si promoviera valores y prácticas que privilegien el razonamiento antes que el disciplinamiento, la cooperación antes que la confrontación y la dignidad de los individuos antes que el parternalismo, debería al menos practicar con el ejemplo. El premio otorgado a estas mujeres salteñas ayuda a promover una percepción del éxito social ajena a la fama, el dinero y el "glamour" y basada en valores y prácticas de compromiso comunitario.

Para colmo, muestra el camino a recorrer por quienes sienten una auténtica vocación de cambio: vivir según la máxima artiguista de que nada podemos esperar sino de nosotros mismos .

Felices Pascuas y... suertempila.

Gerardo Sotelo