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no hay deberes del señor". 
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Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Ni dioses, ni reyes ni tribunos

CYBERTARIO: LA COLUMNA DE GERARDO SOTELO

"La ley nos burla y el Estado
oprime y sangra al productor,
nos da derechos irrisorios,
no hay deberes del señor". 

02.05.2005

Lectura: 7'

2005-05-02T00:00:00-03:00
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Por Gerardo Sotelo, especial para El Portal.

La versión original de ''la Internacional'' incluía otras estrofas como estas. El poema de Eugéne Pottier era demasiado radical y polémico, aún para los promotores de la revolución proletaria, así que fue retocado. El procedimiento se volvió moneda corriente: todo lo que no cierra con la teoría debe ser silenciado, incluyendo amplias zonas de la realidad. Escuchando el discurso del día de los trabajadores, pudo apreciarse que los constructores de utopías siguen sin reparar en los detalles. Ni siquiera en aquellos que consagran la virtud de sus razones y el triunfo de sus ideas.

La historia del último siglo y medio arroja algunas interrogantes poderosas: ¿Cómo pudo avanzarse tanto en material social en un tiempo tan corto? ¿Cómo pudo fracasar tan estrepitosamente la construcción histórica de la utopía proletaria? ¿Cómo pudo cumplirse la profecía internacionalista de Marx de una manera tan paradójica? ¿Cómo puede quedar tanto por hacer? Superado el modelo de la Guerra Fría, la globalización capitalista se extendió en todo el mundo con su imperativo de apertura, desregulación y privatización de la economía. Sin embargo, nunca como ahora los proletarios han estado tan unidos, como reclamaba el Manifiesto Comunista. De alguna manera, el operario de una maquila guatemalteca, el obrero desocupado de Estados Unidos y el diseñador de ropa de Argentina, tienen un destino fuertemente entrelazado.

Un amigo laboralista me contaba recientemente que este proceso de internacionalización llevó a las empresas multinacionales a invertir millones de dólares en la promoción de los derechos humanos. Gracias a la globalización, los ciudadanos de los países más avanzados pueden controlar cómo tratan a sus trabajadores y cómo protegen el ambiente sus empresas. Claro que los sueldos son inferiores a los que pagarían en los países más desarrollados, pero los trabajadores guatemaltecos no están en condiciones de elegir. En suma, donde antes había desocupación y miseria ahora hay ocupación con salarios bajos, pero también lucha sindical y solidaridad internacional. Por poco que parezca, es un gran avance.

Contrariamente a lo que se dice, nunca antes en la historia de la humanidad hubo tantos asalariados con tanto dinero como ahora y nunca fue tan expandida la distribución de la riqueza. Es que el internacionalismo capitalista la está creando en cantidades inimaginables (en una aparente paradoja de concentración y reparto simultáneos) pero quienes la crean tienen cierta tendencia a quedársela para disfrutarla junto a sus seres queridos. Ya sea que generen un salario mínimo o un millón de dólares, que trabajen en una plantación de café en Vietnam o en una empresa de software en Palo Alto.

''Basta ya de tutela odiosa, que la igualdad ley ha de ser. No más deberes sin derechos, ningún derecho sin deber.''

El resultado es que cada vez se genera más riqueza y cada vez hay más gente con mucho o con bastante dinero. Es cierto también que existen millones de personas en el mundo que no tienen nada o que tienen menos de lo necesario. Es un buen motivo para seguir luchando. Pero en honor a la verdad, este panorama social debería completarse con al menos otros dos grupos: 1) los cientos de millones que tienen bastante (un porcentaje de la población mundial mucho más alto que en cualquier otro período de la historia) y 2) los cientos de millones de personas que, sin tener lo suficiente, cuentan con la posibilidad y la capacidad de procurarse su sustento de una manera relativamente autónoma, libre y satisfactoria. Todos esos avances se registraron gracias a la lucha de trabajadores, sindicalistas, intelectuales y políticos pero no fueron la consecuencia de ninguna revolución social, a menos que se considere como tal el fin de la Guerra Fría y el advenimiento de la globalización.

Otro triunfo no menor del movimiento obrero es que en buena parte del mundo los sindicalistas no tienen que luchar en la clandestinidad. Tampoco deben ofrendar su vida por su lucha, como ocurrió con los mártires de Chicago. Por el contrario, en muchos lugares comparten tinglado con los gobernantes y aún con los patronos, en medio de la aprobación general de la sociedad. Claro que aún existen lugares donde el sindicalismo independiente es virtualmente imposible (Cuba es un ejemplo claro) o donde la mera idea de sindicalizarse puede derivar en la pérdida de trabajo (Uruguay, sin ir más lejos) pero son situaciones que van quedando arrinconadas por el avance de las ideas, las leyes y las prácticas sociales progresistas.

Este avance sostenido ha sido posible gracias a la lucha y el sacrificio de millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, en ninguno de los países donde las condiciones de vida mejoraron significativamente se debió a un proceso de emancipación proletaria. Por el contrario, la prosperidad alcanzó a la mayor cantidad de personas en países donde las reglas del capitalismo (acumulación de capital, mercados libres, respeto de las libertades individuales, la seguridad jurídica, la propiedad privada y la independencia de la justicia) se aplicaron con mayor empeño. Es cierto que en muchos de ellos existe una urdimbre social de inspiración socialista (en especial e buena parte de Europa) pero la prosperidad se extiende también en países donde ésta es menos significativa o no existe en absoluto.

''Para hacer que el tirano caiga y el mundo siervo liberar, soplemos la potente fragua que el hombre libre ha de forjar''

Es curioso también que el hundimiento del ''imperio burgués'' al que hace referencia el poema de Pottier, se esté logrando por propia iniciativa del sistema capitalista. Los cambios ocurridos en el mundo de la tecnología, la producción, la economía, las finanzas y las empresas, generaron una democratización del poder nunca antes conocida. Mientras el mundo se volvió unipolar en términos militares, el poder económico se volvió multipolar, anárquico e incontrolable. Así también ocurrió con millones de antiguos asalariados (o ''proletarios'') convertidos hoy en propietarios de micro y pequeñas empresas, entrepreneurs y autoempleados. Nunca antes en la historia hubo tantas personas con tanta autonomía y libertad.

Claro que hay millones de trabajadores explotados y otros tantos desempleados. Es que el capitalismo no promete la felicidad porque no es una utopía, no tiene ningún destino manifiesto y, en rigor, nadie puede controlar su dirección. A ninguno de sus promotores se le ocurre cantar un himno que anuncie la construcción del paraíso. Podrán ser explotadores, pero no son tan soberbios. Sin embargo, los países que entraron de lleno en el proceso de globalización no dejan de crear puestos de trabajo. Estamos ante una realidad injusta y a veces cruel pero que permite abrigar esperanzas.

''Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador. Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor''.

El filósofo argentino Juan José Sebreli señalaba que la llegada de una nueva clase de dirigentes, surgida del ''mundo del trabajo'' como los directores de empresas, los entrepreneurs y expertos de diversas áreas, venía a sustituir, en un sentido hegeliano, a los accionistas y rentistas, una burguesía improductiva y ya innecesaria. Una acción política o sindical moderna y auténticamente progresista debería reparar en estas y otras ventajas que nos depara el mundo en el que vivimos, si es que de verdad quiere eliminar sus aberraciones. En su libro ''Qué significa hoy ser de izquierda'', Fernando Iglesias le reprocha a los sectores ''progresistas'' que en lugar de liderar la globalización para que resplandezca la justicia, la solidaridad y la racionalidad, se asocien con sectores antimodernos como los ambientalistas radicales y otros grupos globalifóbicos.

Mirar al mundo con un solo ojo, decir la parte de la verdad que cierra con nuestro punto de vista y ocultar el resto, no ayuda a los pobres del mundo a liberarse de la ''tutela odiosa'' que los oprime. Podrá disciplinar a las masas y despertar su fervor, pero no soluciona sus problemas. Por el contrario, las deja a merced de ''los dioses, los reyes y los tribunos'', en lugar de forjar el hombre libre, supremo objetivo al que cantaba Pottier en su poema original.

Suertempila