Contenido creado por Inés Nogueiras
Cybertario

Boicot

Boicot

La reacción de pretender silenciar a quien piensa diferente no es privativa de los tiranos. Nicolás Maduro y Elton John deben tener pocos puntos en común, pero los une la intolerancia.

18.03.2015

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2015-03-18T07:14:00-03:00
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La diferencia es que la del primero es brutal y primitiva mientras que la del segundo, un sofisticado y mundialmente famoso compositor de canciones, se solapa bajo una pátina de liberalidad al uso moderno.

De Maduro queda poco por decir, especialmente después de que la ubicua Unasur evitara condenar a Estados Unidos (cuyas sanciones contra Venezuela rechaza) mientras exhortaba al gobierno venezolano a resolver su gravísima crisis política "por los mecanismos democráticos", y apoyaba las "próximas elecciones parlamentarias, convencidos del mantenimiento del orden constitucional". Aunque es cierto que la UNASUR omitió toda referencia a los estudiantes muertos y los presos políticos, no hubo condena a Obama ni respaldo a Maduro.

Elton John se maneja en otro plano. Recientemente convocó a un boicot contra la empresa de moda Dolce & Gabbana porque sus dueños manifestaron su oposición a que las parejas gays pudieran adoptar. Stefano Gabbana y Domenico Dolce, que alguna vez fueron pareja, se habían manifestado en contra de los vientres de alquiler y otras formas en las que las parejas gais tienen hijos. Dolce se animó a más. "Soy siciliano y he crecido con un modelo de familia tradicional... Sé que existen otras realidades y es justo que existan, pero mi visión de la vida es la que me han transmitido", afirmó el diseñador.

La intolerancia de Maduro es rústica y sus consecuencias sangrientas. Aunque cuente con un coro más o menos entusiasta, el régimen que heredó está agonizando, víctima de sus propias excentricidades. La de Elton John, en cambio, es sofisticada y posa de moderna, lo que encierra peligros acaso mayores.

Aunque la mayor parte de la izquierda latinoamericana mira para el costado, los crímenes de Maduro despertaron el rechazo de conspicuos admiradores del chavismo, como el neocomunista español Pablo Iglesias, por no hablar de la centroderecha, el Parlamento Europeo, e incluso el veterano dirigente socialista Felipe González.

Matar adolescentes indefensos y detener arbitrariamente a los dirigentes opositores (incluso a gobernantes electos por el voto popular) sólo se justifica en un continente en el que los derechos humanos y la democracia se han utilizado como moneda de cambio para lograr o mantener el poder por parte de la derecha y la izquierda; no como barrera infranqueable de las conductas.

La reacción de Elton John, en cambio, presume legitimidad porque invoca una postura "progresista" contra una "conservadora", pero utiliza métodos que bien pueden ser calificados como fascistas, al decir de una de sus víctimas. La diferencia es que, mientras Maduro está condenado a fracasar por su propia impostura y desquicio, Elton John, menos explícito pero no menos peligroso, goza de cierta legitimidad y adhesión. En el fondo no se trata más que de dos formas de la intolerancia contemporánea.

Gerardo Sotelo