Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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Binner, Chávez y los “K”

Binner, Chávez y los “K”

19.03.2013

Lectura: 9'

2013-03-19T09:23:05-03:00
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Yo también me sorprendí cuando mi amigo y compañero Hermes Binner afirmó en una entrevista periodística que él en Venezuela hubiera votado por Henrique Capriles. En mi opinión cometió un error, no por decirlo, sino por tener esa posición. Rechazo las declaraciones siempre medidas por la conveniencia, es hipocresía política, que no se diferencia en nada de la otra hipocresía.

Nunca me puse el problema en esos términos, pero sin duda nunca hubiera votado por Capriles. No me lo puse porque es una manera falsa de plantearse la situación, ni soy venezolano, ni vivo esa realidad. Pero tengo claro que aún críticamente apoyo a Hugo Chávez. Lo he expresado con varios artículos y presentaciones en radio y televisión.

Puede ser un razonamiento básico pero cuando la mayoría de la gente venezolana llora y despide a su líder y lo vota democráticamente en una campaña muy reñida y en la que nadie denunció un fraude y, del otro lado los oligarcas de siempre festejan su muerte en Venezuela y en Miami, no tengo muchas dudas sobre dónde situarme. Y no lo hago por ser una posición “políticamente correcta”, creo que tengo suficientes palos en el lomo para demostrar que ese no es mi defecto. Lo digo, lo escribo porque lo pienso. No lo siento, no me surge por razones viscerales, no me conmueve, como en su momento me conmovió Cuba. También debo aclararlo.

Son procesos diferentes, tiempos diferentes y yo soy diferente. Reconozco lo que reconoce el PNUD en su informe sobre desarrollo humano recientemente emitido, Venezuela fue el país que más progresó en América Latina. Es cierto que era uno de los países más ricos en términos de Producto y más desiguales e injustos de toda América Latina, porque una oligarquía insaciable y corrupta lo saqueó y además llevó a los partidos políticos tradicionales (AD y COPEI) a la decadencia y la desaparición.

Reconozco que 5 millones de venezolanos salieron de la pobreza crónica en la que vivían, a partir de  los 14 años de gobierno de Chávez. Eso no me impide pensar y opinar que 14 años de un solo presidente no es mi modelo de sociedad, ni de democracia. Ni en Venezuela y mucho menos en Uruguay, donde vivo y voto. Ni en Argentina.

Hugo Chávez tuvo que enfrentar no solo a ese sector enriquecido hasta el hartazgo, sino una corporación de decenas de miles de funcionarios que vivían a expensas del petróleo en una empresa cerrada y privilegiada, por fuera del resto de la sociedad venezolana. La obra que realizó en materia de salud, de educación, de vivienda, de transporte de servicios para la gente humilde no es propaganda del gobierno Chávez. Y la gente lo votó por esa misma razón y no principalmente por su oratoria torrencial, sus arrebatos verbales y su carisma innegable. Redistribuyó en serio y como nadie en la historia de Venezuela la renta petrolera.

La mayoría del pueblo lo votó, lo quiso y lo quiere, lo lloró a mares porque lo sintió uno de ellos.

Es obvio reconocer que Chávez dio un fuerte impulso a las ideas de izquierda, de cambios en América Latina, con su gobierno, con sus discursos y con sus posiciones polémicas. Incluso con su política de ayuda y apoyo a muchos países de la región. Era un pedregullo grueso en los zapatos del Imperio. Y dijo cosas muy fuertes en santuarios que no están acostumbrados a esa prosa. Como negarlo.

Hugo Chávez fue un combatiente que, conociendo la gravedad de su enfermedad dio una enorme batalla política, hasta el final de sus fuerzas. Y le ganó las elecciones a Capriles, candidato único de la oposición por 11 puntos de diferencia.

No creo que en Venezuela se haya construido o iniciado la construcción del socialismo del Siglo XXI, ni está cerca de la definición original de Heinz Dieterich Steffan. Esta afirmación no quiere decir ni que yo comparta el aporte del teórico alemán, ni que retroceda al tiempo de los esquemas precocidos donde las cosas de la política, la sociedad y la vida debían encajar perfectamente. Lo he superado para siempre.

Y trato de superarlo cada día, por eso no tengo reparos en decir que la re reelección no la comparto, como concepto de concentración de poder y como limitación para discutir y racionalizar los procesos políticos de cambios e incluso revolucionarios. La historia ha sido una profesora implacable en ese sentido.

Chávez fue un formidable político, con una enorme intuición y capacidad de reacción y de respuesta y con grandes iniciativas que desarticularon a la derecha en muchas oportunidades, incluso durante el golpe del 2002, no por ello comparto el esquema del  blanco y negro sin matices, de la sociedad fracturada políticamente hasta el extremo. Creo que es un sistema que barrica los cambios y los procesos detrás de una aparente frontera insalvable, que cuando se cae, se cae todo.

Es más, creo que Hermes Binner, opinó de esa manera en un país como la Argentina donde todo es, blanquísimo o negrísimo, y de un lado está el oficialismo “K” y del otro todo el resto, donde la amenaza de la re reelección es el principal fantasma del funcionamiento democrático y del progreso para la Argentina. Y Chávez fue sin duda un gran amigo de los Kirchner, pero ni siquiera por eso apoyo las expresiones de Binner. Creo que parten del mismo concepto del blanco y negro, y que se basan en el concepto equivocado de que el amigo de mi adversario, ocupa automáticamente la vereda, o mejor dicho la trinchera de enfrente, la de mi enemigo.

No me parece un razonamiento correcto. No solo ni principalmente porque Venezuela no es la Argentina, sino porque Capriles es la derecha dura y cruda en Venezuela, aunque en algunas oportunidades haya moderado su discurso a gusto del consumidor. Además al nivel de un líder de una fuerza nacional, de un candidato a presidente como lo es Binner, no creo que haya que opinar de esa manera sobre procesos electorales ajenos.

Aunque entiendo ciertas pasiones. Cuando el gobierno nacional de la Argentina que toma como referente a Chávez, tiene ahogada, asfixiada y discriminada totalmente a la provincia de Santa Fe, porque la gobierna un socialista dentro de un frente progresista, los razonamientos básicos se hacen más difíciles.

Hermes Binner es un opositor al gobierno K, al que se le reconoce su actitud de equilibrio, de búsqueda permanente de soluciones nacionales y políticas de Estado, al punto que algunos sectores frenéticos de la oposición lo critican por su posición racional y seria en todos los temas. Cuando era gobernador y cuando fue candidato a presidente por el Frente Amplio Progresista.

Otro aspecto por el que no comparto sus declaraciones es porque Binner en la última campaña electoral argentina nunca tuvo la mínima tentación de hacer acuerdos, de concretar pactos con sectores de la derecha que se lo reclamaban para enfrentar a los “K”. Al contrario, se jugó por una alternativa progresista e independiente. Y los cantos de sirena y las aventuras de diversas alianzas entreveradas estuvieron en el orden de día. Por eso entiendo menos y comparto menos su hipotético voto por Capriles. Creo que fue simplemente un desliz. Por otro lado desde el punto de vista programático, el FAP tiene definiciones bastante similares a las del PSUV de Venezuela y diferencias en el plano institucional pero, está muy lejos de Capriles y su frente de derecha. 

El 14 de abril se votará en Venezuela, tengo la esperanza - como la abrumadora mayoría de los progresistas de América Latina y de muchas partes del mundo - que gane Nicolás Maduro y que en los próximos seis años logre demostrar que los cambios progresistas tienen rumbo, van mucha más allá de su caudillo y que pueden sortear las complejas pruebas de la democracia, de la libertad, de la economía y le de nuevos impulsos a las políticas sociales y al desarrollo social más justo. No creo en absoluto que Capriles vaya en una dirección similar. Basta ver quienes lo apoyan dentro y fuera de Venezuela. Y esos no se equivocan.

Se que un triunfo de Capriles sería un muy duro revés para la izquierda latinoamericana y que en Venezuela, en Uruguay y en Argentina festejarían los mismos sectores de la derecha, que utilizan la bandera democrática a pesar de haberla enfangado tantas veces.
Con la misma fuerza digo que la izquierda latinoamericana no puede volver al concepto de que para combatir por la justicia social y la liberación debemos sacrificar un poco o mucho de democracia y de libertad. No solo es injusto, sino que ya demostró que a la corta o a la larga se nos cae encima y retrocedemos en todos los planos.

Y con la misma pasión reafirmo que no considero al actual gobierno argentino un gobierno progresista, ni por su modelo, ni por su visión de la política, ni por su manejo del poder y del dinero público. Ni por sus relaciones con los gobiernos progresistas de Uruguay. Y el uruguayo que quiera defender al gobierno K, que lo haga abiertamente y no se escude en volteretas, porque una cosa la tengo clara, en Argentina no voto, pero entre Binner y Kichner apoyo a Binner, con razón y corazón.

Y no hay caudillo, discurso, programa o hecho doloroso que me haga cambiar una idea central: la democracia, sin adjetivos, es una conquista irrenunciable, en primer lugar para la izquierda. Hasta el punto que nos proponemos la democratización plena, incluso en la distribución de la riqueza y en las formas de propiedad, también de los medios de comunicación, eso si, no para formar un coro monopólico de adeptos. También eso fue un enorme fracaso.