Nunca sigo el consejo de mis amigos y me siento obligado con mis lectores a afrontar los temas difíciles, que queman, donde hay que jugarse. Voy a insistir en el “error”.

Lo que sucede en Argentina, todos los días, uno más duro que el otro, me duele en el fondo del alma, me enfurece, me subleva. Un pueblo que siento cerca, porque viví 16 años en Argentina, participé de su vida política en cinco elecciones, cuatro provinciales y una nacional y porque sigo paso a paso sus procesos, sus dolores, sus tragedias y tengo y tuve muchos amigos maravillosos, entre otros René Favaloro.

Los 44 millones de argentinos no se merecen esta clase política y muchas de las anteriores, no es digna de su sociedad, de sus creadores, sus intelectuales, sus profesionales, sus trabajadores y empresarios, sus hombres y mujeres de la cultura, de la ciencia, de las artes, de las ciudades y del campo, de la inmensa mayoría de los argentinos. No se lo merecen, aunque ellos participen de las elecciones y se expresen. Es demasiado. Es una de las mayores fracturas entre los políticos y la sociedad: la Argentina se lleva todas las palmas.

La semana pasada, cuando retornaba a su casa en el barrio de Recoleta, rodeada de un gran dispositivo de seguridad de decenas de agentes, se le acercó una persona con un arma en la mano, le apuntó en la cara y aparentemente apretó el gatillo para asesinar a Cristina Kirchner, vicepresidenta de Argentina y dos veces presidenta de la Nación.

Un intento de magnicidio justo en el momento en que un fiscal solicita que sea imputada de graves cargos de corrupción por una de las múltiples causas en proceso, condenada a 12 años de cárcel e imposibilitada de actuar políticamente por un largo periodo. Justo, justo en este momento.

La primera actitud de todo el espectro político argentino y uruguayo fue unánime, pero no fue igual, se rechazó este grave atentado contra la persona, contra las instituciones democráticas y contra la convivencia entre los argentinos. Y se desataron todas las pasiones, nadie puede prever donde termina todo esto.

Correspondía este repudio inmediato, como la exigencia de una investigación a fondo, imparcial, profesional, como responsabilidad judicial, policial e institucional de transparencia. Los argentinos y también en el exterior tenemos el derecho a conocer toda la verdad, las responsabilidades, él o los autores, los objetivos, etc. etc. Sucedería en cualquier país, pero es mucho mayor la exigencia porque es en la Argentina. Ni siquiera tengo que explicar las razones.

Y la cosa comenzó muy mal. El teléfono del imputado, en custodia en el juzgado, se movió hacia varias dependencias de las fuerzas federales de seguridad (Policía Federal y Policía de Seguridad Aeroportuaria) en un sobre cerrado, pero a su último destino, en el Aeropuerto de Ezeiza, llegó el sobre abierto y con el contenido del teléfono borrado. Y este era un elemento muy importante para la investigación.

Pero antes, también comenzó mal. Mirar los tres videos disponibles del intento de atentado, desde ángulos diferentes, permiten sacar algunas conclusiones básicas, indiscutibles: la guardia, la seguridad puesta por el Ministerio del Interior del gobierno nacional e integrado por varias decenas de agentes muestra una impericia, una falta de reacción total y nos llena de preguntas:

*¿Cómo logra una persona acercarse a pocos centímetros de la vicepresidenta, sacar un arma o llevar un arma en su mano y que nadie la detuviera? Cualquier equipo de seguridad sabe que eso es una falla imperdonable.

*¿Por qué, cuando detienen al agresor, no se actuó con ninguno de los procedimientos básicos como reducirlo, tirarlo al piso, revisarlo, esposarlo y luego encerrarlo en un coche de la seguridad para llevárselo detenido?

*¿Cómo es que la vicepresidenta, luego de que le gatillaran un arma en la cara, no es protegida por ninguno de los agentes con su cuerpo, introducida en un auto y retirada inmediatamente del lugar?

*¿Por qué en el círculo más próximo a la vicepresidenta había personas totalmente ajenas a la custodia, incluso un marinero que es perfectamente visible con su uniforme? Son ellos los que en primera instancia reducen al agresor y lo entregan a la custodia.

*En momentos tan tensos como los actuales, ¿el jefe de la custodia no estaba presente? 

*¿La velocidad con la cual los más altos cargos del oficialismo y del kirchnerismo atribuyeron las causas del atentado a la prédica de la oposición y de la prensa despierta sospechas?

La necesidad-obligación de una profunda investigación sobre el intento de magnicidio vale en general, en cualquier parte del mundo, pero especialmente en Argentina. No necesito ni siquiera explicarlo. Por los antecedentes, por lo que sucedió con el fiscal Alberto Nisman, encontrado muerto de un disparo el 18 de enero de 2015, el día antes de su declaración ante el Congreso de la Nación contra Cristina Kirchner. Las tesis del suicidio o asesinato siguen pendientes, aunque esta última ha ido cobrando mucha fuerza.

Hay demasiados secretos, cosas oscuras en las historia política argentina como para que no exploten las dudas en este caso.

Debemos repudiar sin duda la violencia, el crimen como parte de la política y con la misma fuerza debemos reclamar una investigación a fondo e independiente y con credibilidad, para bien de la Argentina y sus instituciones y de la propia vicepresidenta. Las sospechas, que circulan por todos lados, son extremadamente dañinas y hay una sola forma de pararlas: con la verdad y con la investigación.

Mucha gente está enardecida y muy enojada con este intento de asesinato, pero también hay mucha gente que sospecha, que duda, que se enfurece por causas diferentes y el crecimiento de estas furias y odios pueden llevar a una escalada de violencia, en cualquier lado, pero sobre todo en Argentina.

Ante un hecho presentado oficialmente como un intento de magnicidio justo cuando el primer juicio contra Cristina Kirchner entra en fases fundamentales, una profunda investigación profesional e imparcial es lo menos que puede exigirse.

Lo dramático es que en Argentina, las sorpresas, todas desagradables y sospechosas, siempre están agazapadas y prontas a empeorar la situación.

En este caso la opción no es una definición a favor de algunos de los agrupamientos políticos y sus opiniones, ni de los medios de prensa, tan castigados, sino entre las pruebas, sólidas, serias, bien custodiadas, y las opiniones profesionales independientes. La alternativa es entre la verdad de los hechos o lo otro.