Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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Anestesia cívica y humana

Anestesia cívica y humana

25.09.2007

Lectura: 6'

2007-09-25T09:30:00-03:00
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El juramento hipocrático

Juro por Apolo el Médico y Esculapio y por Hygeia y Panacea y por todos los dioses y diosas, poniéndolos de jueces, que éste mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento.

A aquél quien me enseñó este arte, le estimaré lo mismo que a mis padres; él participará de mi mandamiento y si lo desea participará de mis bienes. Consideraré su descendencia como mis hermanos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo...

Instruiré por precepto, por discurso y en todas las otras formas, a mis hijos, a los hijos del que me enseñó a mí y a los discípulos unidos por juramento y estipulación, de acuerdo con la ley médica, y no a otras personas.

Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. A nadie daré una droga mortal aún cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no administraré a la mujer supositorios para provocarle aborto; mantendré puras mi vida y mi arte.

No operaré a nadie por cálculos, dejando el camino a los que trabajan en esa práctica. A cualesquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos.

Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deba ser público, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas.

Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro. Fin.

Con el conflicto de los médicos anestesistas el país se juega mucho más que un conflicto gremial o corporativo. ¿Qué sucede si un centenar de personas pueden tomar de rehén a la población e imponer sus condiciones, amenazando con renunciar? 

En el tratamiento de estos temas hay algo imperdonable, es que además de todo nos traten de estúpidos a todos los uruguayos. Primero la asociación y sus autoridades declaran en la prensa que son actitudes individuales. Casualmente 99 médicos de una especialidad renuncian masivamente a sus cargos, por impulso personal y además envían un solo telegrama de notificación. Nos tratan de estúpidos. Por lo menos.

Segundo, se permiten insistir de que lo fundamental del conflicto y de las renuncias es por las condiciones de trabajo y no por salarios. No resiste el mínimo análisis serio. Todos sabemos que se trata no sólo de salarios, sino de imponer sus condiciones amparados en una profesión que les dio, les pagó la sociedad uruguaya. Pero que en definitiva que ahora, y después – cuando a este grupo de personas se les ocurra un nuevo reclamo – volverá a estar en juego la plata. Si el MSP acepta sus reclamos económicos ejercerían – como lo han hecho durante años – en cualquier condición y en la mayoría de los casos sin chistar.

Ni siquiera vamos a manejar cifras comparativas con otras especialidades, con otros médicos, con la realidad social y económica del país. No vale la pena. Aquí estamos hablando de otra cosa. La directora del Hospital de Clínicas, Dra. Graciela Ubach, junto a otros conceptos que expresan el mejor espíritu universitario dijo que se pretende consolidar la injusticia de médicos de primera y médicos de quinta. En realidad es mucho más grave, lo que se pretende es imponer ciudadanos de primera y ciudadanos de quinta.

¿Hacia qué forma de convivencia iríamos si aceptamos que un grupo de profesionales utilizando las exigencias, las necesidades de la gente – en este caso la gente más débil – imponen sus prerrogativas, sus exigencias a toda la sociedad? ¿Qué espiral incontenible se desataría? Nadie niega - al contrario - el derecho a defender sus salarios, a luchar por ellos, pero dentro de la ley y dentro de una norma que está incluso por encima de todo, dentro de una convivencia civilizada y decente. Aceptar la ley del más fuerte no refiere sólo a los anestesistas o a cualquier otra especialidad médica, es abrir la portera para que cualquiera con poder económico, social o corporativo se sienta en condiciones de imponernos sus condiciones. Eso sí, proclamando la libertad más absoluta.

Yo conozco desde hace mucho tiempo al Dr. José Vera, Presidente de la Asociación de Anestesiología, fuimos compañeros de militancia política y estudiantil y en declaraciones recientes a la televisión lo vi aparecer delante de un retrato del Che Guevara y anteriormente reivindicando sus estudios en Cuba. Le hago una sola pregunta: ¿Qué cree que sucedería en Cuba ante una asociación que promueve la renuncia masiva de los anestesistas a los hospitales?  Lo dejo librado a su imaginación.

Si cualquier sector de la sociedad, si 99 profesionales en Uruguay y en cualquier país del mundo, se asumen el derecho a dejar sin atención médica imprescindible a una parte muy importante y vulnerable de la población, escudados en su capacidad de renunciar, de dejarlos desamparados, estamos al límite de cosas muy peligrosas. Mucho más peligrosas que la falta de una anestesia, que ya de por sí es un escándalo.

El Estado, que en este caso más que nunca es la expresión de toda la sociedad, tiene que rechazar esta situación y asumir que se está al borde – y un poco más allá – de la omisión de asistencia y que si hay gente que considera que puede llegar a estos extremos, el Estado debe hacer valer todo su peso legal e institucional. Incluyendo algo muy grave: los títulos de médicos no son propiedades privadas intocables, corresponden a algo más que un conjunto de conocimientos técnicos y científicos, son un compromiso con la sociedad, con un juramento y con una ética. Y eso es lo que está hoy en discusión.

Suponemos que todos estos elementos deben estar considerándose a nivel de las autoridades. Los uruguayos estamos a favor del diálogo, de buscar todos los espacios para la negociación y nos auguramos que se retome ese camino, pero nunca, absolutamente nunca sobre la base de este nivel de degradación de los valores esenciales. Humanos, cívicos y médicos.