Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Andá que nos precisan

Andá que nos precisan

10.10.2007

Lectura: 3'

2007-10-10T08:35:00-03:00
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La plataforma reivindicativa de ADEOM y AEBU, que se niegan a pagar el impuesto a la renta y a perder beneficios con la reforma de la salud, es por lo menos paradójica. Ambos gremios forman parte del PIT-CNT y alientan las reformas promovidas por el gobierno, pero pretenden quedar afuera de su financiamiento y sus consecuencias. Así, los municipales buscan trasladar a los contribuyentes el pago de su impuesto a las retribuciones personales (ya lograron quedar afuera del seguro de salud), y los bancarios no están dispuestos a pagar el tributo ni a perder nivel asistencial.

Un viejo chiste sobre un par de jóvenes comunistas que intentaban adoctrinar a un paisano viene como anillo al dedo. El campesino compartía la conveniencia de expropiar estancias, fábricas y capitales, hasta que se le planteó el caso de las gallinas. "Entonces no quiero ser comunista", dijo el hombre. Increpado sobre su brusco cambio de opinión, explicó: "es que fábricas y estancias no tengo ninguna, pero gallinas tengo".

Adeom y AEBU hacen lo mismo. Tienen salarios y servicios médicos superiores al resto de los empleados públicos y apoyan en lo sustancial los cambios que promueve el gobierno, pero como no quieren perder nivel asistencial ni poder adquisitivo, pretenden que sea el resto de la sociedad quien financie las reformas, y ya que estamos, sus privilegios.

¿Cómo es posible que se presione a los gobernantes con tanto desparpajo? Seguramente los dirigentes de estos poderosos gremios manejan el resultado de los recientes conflictos en la salud pública (anestesistas y funcionarios) en los que el gobierno cedió más de lo que dijo estar dispuesto a ceder. Pero detrás de estos reclamos hay otros asuntos.

El desparpajo también puede ser interpretado como una demostración de poder y ambición, ambientado en una idea extendida entre los uruguayos según la cual todo reclamo de un gremio es, al menos en principio, legítimo. El horizonte reivindicativo no estaría topeado por el acceso a la canasta básica, la presión inflacionaria, la escasez de los recursos o el rezago de otros trabajadores, ni mucho menos condicionado al aumento de la productividad, sino que podría crecer tanto como sean capaces de presionar sus sindicatos. La fórmula parece simpática pero es potencialmente desestabilizadora, perjudica a otros trabajadores que están en peores condiciones y, a la larga, termina arruinando a toda la sociedad.

Una última causa tiene que ver con cierta sensación de que, la discriminación sistemática entre hijos y entenados, es un pecado político que el votante no castiga. Es que los reclamos de estos gremios se inscriben en una tradición nacional que consiste en trasladar el costo de lo que se pide a quienes tienen menos poder o están en peores condiciones organizativas, como los contribuyentes, los usuarios, los desocupados o los laburantes anónimos. Una variante corporativa de la viveza criolla que no cede ante los cambios políticos ni encuentra dirigentes que le hagan frente.